Ser Padres

Mi hijo pega cuando se enfada: ¿cómo puedo evitarlo?

Tu hijo se enfada y se vuelve agresivo y violento. Le molesta algo y solo lo sabe solucionar pegando. Si estás en tal situación, esto te interesa. Tratamos las posibles razones que explican esta conducta y la forma adecuada para que actúen los padres.

¿Te imaginas que algo te molesta y no tuvieras la capacidad para poder expresarlo? ¿Cómo actuarías? Piensa en un bebé, no tiene un lenguaje desarrollado. Tiene pocas formas de transmitir esa molestia o frustración, por eso no le queda otra que acudir al llanto, a los mordiscos o a los golpes. Es decir, a reacciones físicas. También puede ocurrir igual con otros niños más mayores, de ahí que sea tan importante que aprendan a gestionar sus emociones.

Todos nos enfadamos y todos sentimos rabia. Y como seres humanos que somos, la agresividad también forma parte de nosotros. Son sentimientos normales, sanos y que necesitamos para crecer. Igual que los adultos, los niños tienen sus propias emociones pero, en ocasiones, no tienen el suficiente control sobre ellas y eso les lleva a sacar una de las venas más 'primitivas' de las personas. ¿Cuál? Los golpes. Esto es una señal de que algo le está haciendo sufrir y nos lo está intentando comunicar. Pero ¿por qué actúa así?

Posibles razones que explican esta conducta

No existe una única razón que explique este comportamiento. Lo que sí está claro es que sea por una causa u otra, el niño está percibiendo una amenaza. Según Patricia Pizzolante, psicóloga y psicoterapeuta cofundadora de Sens Centro de Atención Psicológica, estos son algunos casos comunes en los que el niño decide pegar:

  • El golpe responde a una irritabilidad en el niño que puede estar relacionada con momentos en que este siente hambre o tiene mucho sueño, por ejemplo. Bajo esas situaciones el niño no logra regular adecuadamente sus respuestas y sobrereacciona ante algo que le genera displacer.
  • El golpe puede también parecer como respuesta cuando el niño presenta altos montos de ansiedad, o cuando tiene alguna alteración como puede ser un déficit de atención o dificultades de aprendizaje, ya que puede presentar poca capacidad para controlar sus impulsos.
  • Por otra parte, altos niveles de frustración también suelen ser muy frecuentes a la hora de responder de esta manera.

Generalmente, un niño pega para defenderse de una situación que para él es amenazante, es decir, porque le produce rabia, tristeza o miedo. Lo difícil es explicar la naturaleza de la propia amenaza, porque esta puede ser externa o interna: “un niño puede sentirse amenazado por un chico que en el patio lo ha estado molestando. Pero también un niño puede ocurrir que se haya sentido excluido por sus compañeros o porque sus padres se están divorciando y en casa hay un ambiente de mucha tensión” asegura Pizzolante.

¿Cuándo debemos darle importancia seria a estos gestos?

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Como hemos ido explicando, que un niño pegue a otras personas puede tener distintas razones. Y que acuda a la agresividad puede ser en cierto modo habitual en ciertas ocasiones, pero hay un límite que debe hacernos poner un foco especial de atención, ya que a la larga, mantener esta conducta podría tener secuelas en el futuro del niño. En palabras de la experta en psicología, debemos preocuparnos…

  • Cuando el golpe o cualquier otro tipo de agresión física se convierte casi en la única vía que tiene el niño para expresar su malestar.
  • Cuando este comportamiento interfiere con su funcionamiento social o académico. (Normalmente llaman la atención desde el colegio).
  • Cuando se trata de un niño que tiene un lenguaje desarrollado y, aun así, el golpe es su manera para expresar su rabia.

Y es que, el principal objetivo como padres debe ser ayudar al pequeño a entender lo que está sucediendo y darle las herramientas necesarias para que pueda abordar las situaciones de conflicto que tenga. “Dejar pasar la situación puede tener consecuencias a largo plazo para el niño, especialmente sobre su autoestima y su desarrollo socioemocional” argumenta Patricia Pizzolante.

¿Qué consecuencias futuras puede generar esto en el niño?

Tal y como comenta la cofundadora de Sens Centro de Atención Psicológica, si no ayudamos al niño a identificar lo que le pasa y no trabajamos sobre esto, además de que su sufrimiento queda sin atenderse se generan unas consecuencias que es importante tener en cuenta:

  • El niño recibe un feedback negativo por parte de quienes lo rodean, con frecuencia lo etiquetarán como un niño agresivo, malo o pegón. Se ve directamente afectada su autoestima, empieza a desarrollar un concepto negativo de sí mismo (soy malo, soy agresivo).
  • El niño se queda sin desarrollar herramientas adecuadas que le permitan resolver conflictos que se le presenten en su día a día.
  • El niño empieza a tener dificultades para relacionarse con pares. El mal trato a otros impide que pueda sostener vínculos de valor para para él e incluso puede empezar a ser rechazado.
  • El niño siente frustración por no poder controlar sus impulsos, aumentan los sentimientos de inadecuación y su autoestima se ve también afectada. Necesita de nuestra ayuda para entender lo que le sucede y que puede hacer frente a ello.

Errores de los padres: lo que NO debes hacer

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Aunque pueda parecer una manera rápida de dejarles claro que no tienen que comportarse así, lo que nunca debemos hacer es “responder a la agresión física con agresión física”, explica contundentemente Patricia Pizzolante.

Y es que, precisamente, en vez de aliviar su malestar, actuar de esta manera lo que hará será aumentarlo y lo que aprenderá el niño será que para resolver sus conflictos puede acudir a la agresividad y a la violencia. Los niños que en su casa tienen este tipo de modelos como ejemplo son más propensos a mostrar conductas agresivas. Además, una consecuencia derivada de ello es que el niño se cohíba y deje de manifestar su malestar por miedo a recibir castigos físicos de sus padres.

Otro error que cometen los padres es no pararse a pensar en cómo ellos mismos responden cuando las cosas no salen como esperan. Aunque haya situaciones de estrés, los niños se comporten mal o haya cualquier problema en pareja, ningún tipo de agresión debe ser nunca una respuesta frecuente. Recordemos que los niños aprenden por observación e imitación y puede ser que este modelo sea seguido por ellos.

Un punto igual de fundamental que los demás es que los padres no deben permitir que sus hijos les peguen o agredan, como tampoco acepten esta reacción agresiva entre hermanos. Es un límite que debe ser marcado de forma muy clara porque establece “de alguna manera el marco de lo que está permitido en las relaciones interpersonales y lo que no” añade la experta.

¿Cómo SÍ debemos actuar los adultos?

Ante todo, lo fundamental es que el niño sea consciente de lo que puede generar su comportamiento en otra persona, por ejemplo, sensaciones como dolor o miedo. Y debe entender que esto tendrá unas consecuencias ligadas: los demás niños no querrán estar con él o lo rechazarán. El aprendizaje se basa en mostrárselo y revisar junto a él lo que hizo desencadenar la agresión y enseñarle lo que podría haber hecho para responder de manera adecuada.

La forma de actuar que adoptemos va a depender de la edad del niño. Sin embargo, como decimos, lo importante es hacerle llegar “de manera firme, calmada y respetuosa” que pegar a las personas es doloroso y que a él no le gustaría que los demás le hiciesen lo mismo. Así lo explica la psicóloga y psicoterapeuta.

Como hemos comentado ya, los niños tienen sentimientos de rabia y es algo totalmente natural. Lo que deben hacer los padres es contener esas emociones del niño para que el pequeño se sienta seguro. De esta forma, aprenderá a gestionar sus emociones y encontrará otras vías para expresarse o defenderse cuando se encuentre en una situación que para él es una amenaza.

Un caso perfecto con el que los padres pueden contar “para enseñarlos a canalizar sus enfados y brindarles herramientas para resolver conflictos” es cuando se tienen hermanos. O también primos. “Entre pares los niños se enfrentan a situaciones complejas que irán aprendiendo a resolver con la ayuda de sus figuras de referencia” continúa explicando la experta de Sens Psicología.

También añade que dichas situaciones complejas por las que pase el niño no debemos resolverlas nosotros, sino que debemos actuar “dándole las herramientas y el espacio para ponerlas a prueba. Es fundamental enseñar a los niños a identificar y reconocer sus emociones, poder nombrarlas. Y de nuestra parte es importante validarlas. Está bien que el niño sienta rabia y se enfade o llore. Y necesitará el espacio para retomar la calma. Lo que no está bien es que agreda o insulte a otros (aunque sucederá y tendremos que ayudarlos a canalizar). Eso es lo que debe quedar claro.” Por eso la especialista concluye con esta idea final: “El niño necesita desarrollar mecanismos de regulación o afrontamiento que le permitan gestionar sus emociones y sus respuestas frente a ellas”.

Si el niño continuando pegando, ¿a quién debemos acudir?

En el caso de que esta situación se mantenga en el tiempo, lo mejor es acudir a la consulta de un psicólogo infantil ya que es la persona preparada para hacer una evaluación de la situación socioemocional del niño y para comprender su mundo interior.

Por otra parte, el especialista también está capacitado para evaluar las dinámicas de crianza del hogar, por lo que a partir de la unión de estos dos elementos “podrán tomarse medidas y trabajar con el niño sobre el malestar existente, a la vez que se trabaja con los padres sobre su rol como padres, su forma de establecer límites, sus expectativas hacia el niño, la dinámica entre hermanos, entre otras cosas. En algunos casos la ayuda podrá ser directamente al niño, siempre incluyendo a los padres en el trabajo. Pero, en otros casos, será directamente con los padres con quienes se abordará la situación. Esto dependerá de las características de la situación y de la edad del niño”, aclara y finaliza Patricia Pizzolante.

Artículo asesorado por Patricia Pizzolante, psicóloga y psicoterapeuta de Sens Centro de Atención Psicológica.

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