La validación emocional, el acompañamiento, la legitimación, el darles voz y voto en distintas decisiones en el ámbito familiar… Todos son consejos con algo en común: intentar que los niños de la familia se desarrollen emocionalmente hablando. Pero todavía, por unos motivos o por otros, hay muchos peques que no lo consiguen durante la niñez, y esto conlleva una serie de problemas o hándicaps en la vida adulta.
Explica @unamentelibre que un niño que no se desarrolla en la niñez a nivel emocional suele convertirse en un adulto que “se lo toma todo como algo personal, que es muy defensivo y que mantiene una lucha interna consigo mismo por expresar lo que realmente siente”.
Esto ocurre, según dicha fuente, porque “el desarrollo emocional comienza en el nacimiento” y es “a lo largo de la niñez cuando se aprende cómo identificar, cómo regular y cómo comunicar nuestras emociones”.
Cuando en el hogar en el que nos criamos no podemos encontrar un ambiente óptimo, un clima familiar adecuado para el desarrollo emocional de los más pequeños de la casa, no podemos completar ese desarrollo emocional del que hablamos. Puede pasar, por ejemplo, cuando los adultos sufren inestabilidad emocional o cuando no están presentes lo suficiente en la vida familiar.
En este tipo de hogares, explica @unamentelibre, “nuestro único enfoque es mantenernos seguros en el medioambiente, por lo que nos las arreglamos convirtiéndonos en personas hipervigilantes”.

Por qué es negativa la hipervigilancia
Habrá quien crea que la hipervigilancia no es algo negativo, pero @unamentelibre cree que sí lo puede llegar a ser. La hipervigilancia, por cierto, entendida como “una sintonización elevada al medioambiente. Significado, emociones, cambio en las expresiones faciales, el tono o el comportamiento”, dice @unamentelibre.
Cuando esta se produce en la infancia y la adolescencia, describe @unamentelibre, “sabemos que el estado de ánimo de los padres va a cambiar, cómo nos afectará, cuándo nos avergonzarán o nos castigarán, o cuándo un padre se alejará de nosotros por completo”.
Esto nos lleva a adaptarnos fácilmente y muy rápido, de ahí que pueda parecer positiva esta característica a muchas personas, pero no así en opinión de @unamentefeliz. “Aprendemos a adaptarnos rápidamente, a cuidar las emociones de los que nos rodean o manejar esas emociones lo mejor que ye sabemos hacer como niños. A veces, esto es un error con el concepto de empatía. No lo es. Es un mecanismo de supervivencia”, afirma.

Por ello, a menudo el resultado de una conducta así es la inmadurez emocional. “Esto significa que somos incapaces de saber lo que sentimos, cómo expresarlo, o incluso si está bien sentir lo que sentimos”, agrega @unamentefeliz.
Al volverse todo a un plano personal queda menos tiempo para cuestiones inseparables de la madurez emocional como la “autoconciencia, la autorreflexión y la regulación emocional”. Es esto por lo que concluye @unamentefeliz que, “a largo plazo, la hipervigilancia crea una desregulación del sistema nervioso. Nos volvemos muy reactivos con quienes nos rodean porque hemos aprendido que las personas no están seguras; debemos defendernos”.
Por todo ello, @unamentefeliz defiende que “la inmadurez emocional es el resultado de ser responsable de las emociones adultas cuando era niño”, etapa vital en la que no se debería tener esta responsabilidad.