Nadie quiere ver a su hijo triste pero si tu hijo está siempre contento, busca el problema

Una de las mayores expertas en inteligencia emocional de nuestro país, Begoña Ibarrola tiene muy claro que si tu hijo siempre está contento, realmente es porque tiene un problema que conviene que busques.
Niño feliz
Niño feliz. - Pilar F

Para Begoña Ibarrola lo primero “que hay que entender es que el cerebro del niño va madurando” durante su crecimiento, pero por contra las emociones las traemos de serie porque “ya en el vientre materno estamos expresando las seis básicas: alegría, tristeza, miedo, enfado, sorpresa y asco”.

El hecho de que podamos sentirlas no se traduce en que sepamos gestionarlas desde que somos bebés, más bien al contrario, precisamente es lo que ella como experta en inteligencia emocional desarrolla con su trabajo, que aprendamos a gestionar nuestras emociones desde la infancia, el cerebro es clave pero tiene que ir madurando “y la corteza prefrontal no lo hace hasta los 20-22 años”, según señala Ibarrola.

Entrenar la calma

Un niño con dos años, según explica Begoña Ibarrola, puede tener “grandes rabietas y él solo no se puede regular, necesita la ayuda de un adulto” para que primero legitime esa emoción y le ayude a gestionarla a través de la calma.

Así, desde pequeños vamos dando herramientas que les llevan a que “a partir de los 6 o 7 años, ya pueden empezar a gestionar sus propias emociones.”

Así, apunta la Dra. Ibarrola, “llegarán a la adolescencia con herramientas para saber, por ejemplo, cómo bajar el nivel de intensidad” y si no les hemos dado ese entrenamiento previo cuando eran pequeños, esta gestión emocional “será peor porque todo el cambio hormonal afecta a las emociones.”

La emoción afecta a nuestro cuerpo

Porque la emoción es una experiencia psicofisiológica, afecta tanto a la mente como al cuerpo, “de hecho, este se entera mucho antes porque hay una respuesta fisiológica: cuando sentimos una emoción, al torrente sanguíneo le llegan sustancias químicas diferentes que preparan al cuerpo para responder.”

El cuerpo es el primero en responder ante una emoción porque el cerebro ordena que se segreguen toda una serie de sustancias, por ejemplo si sentimos miedo será adrenalina para darnos fuerza, velocidad para huir o capacidad de reacción. Si lo que sentimos es tristeza, el cuerpo baja su sistema de defensa, se agota. Las respuestas son muy distintas según sean las distintas emociones.

Begoña Ibarrola añade en este sentido que “muchas investigaciones ya están apuntando que una gran parte de las enfermedades psicosomáticas tienen su origen en una mala gestión de las emociones.”

Nadie quiere ver a su hijo triste

“Si me dices que tu hijo siempre está contento, tiene un problema: está represión otras emociones” que debería permitirse sentir, según explica la Dra. Ibarrola.

Y es que la tristeza es una de las emociones peor comprendidas en general, no nos gusta sentirnos tristes como no nos gusta ver triste a alguien a quien queremos por eso nadie quiere ver a su hijo triste y sin embargo, como bien lo señala Begoña Ibarrola “experimentar tristeza es normal en la vida ¡y no pasa nada porque llore! Hay niños que no lloran, que se aíslan, se meten para dentro y eso es peor.”

No es saludable tratar de desviar su atención para que dejen de llorar, ella lo desaconseja porque “indirectamente les enseñas que no es bueno estar triste” algo que va a ser muy negativo para su desarrollo emocional sano y añade que según su propia experiencia profesional, tratando la tristeza ella misma ha trabajado con “muchos niños en terapia que la reprimían y eso es la puerta de entrada a la depresión.”

Hay que explicar a los niños que no pasa nada por sentirse triste y es el adulto quien debe acompañar, empatizar y dar herramientas “porque el consuelo es la conducta que va a ayudar a ese crío a entender que le dan permiso para sentirse triste” y que no dejamos de quererles porque se sientan así. Realmente la tristeza es una emoción que aunque no sea agradable no vamos a poder evitar ni para ellos ni para nosotros.

La tristeza da mucha información: hay algo que duele, algo que está pasando en tu vida y que te hace reflexionar” explica Begoña Ibarrola y añade que con los “adolescentes funciona muy bien lo de acompañarles” y que sientan que siempre podrán contar con nosotros para lo que necesiten, incluso y por supuesto, para escuchar lo que quieran o necesiten contarnos.

La tristeza es un sentimiento del que no hay que huir, sino aprender a gestionarlo.

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