Los beneficios comienzan en la infancia: leer por placer transforma el desarrollo. La lectura temprana por placer se asocia con mejores habilidades cognitivas, mayor bienestar emocional y estructuras cerebrales más desarrolladas. El estudio, liderado por investigadores de la Universidad de Cambridge, Fudan University y la Universidad de Warwick, utilizó datos de más de 10.000 niños y adolescentes de entre 9 y 13 años. Quienes leían por placer desde antes de los seis años obtenían mejores puntuaciones en pruebas de memoria, lenguaje y rendimiento académico.
Los adolescentes que habían disfrutado de la lectura durante varios años mostraban menos síntomas de ansiedad, depresión y problemas de conducta. Según los informes de padres y profesores, estos jóvenes también dormían mejor, tenían mayor capacidad de atención y pasaban menos tiempo frente a pantallas. Los investigadores observaron asociaciones sólidas incluso tras controlar factores como nivel socioeconómico y educación parental.
La lectura placentera no solo estimula la mente, también protege la salud emocional. El estudio destaca que este hábito cotidiano, cuando se cultiva desde edades tempranas, contribuye a establecer una base sólida para el aprendizaje, la autorregulación emocional y el bienestar a largo plazo.

Una práctica que moldea literalmente el cerebro en desarrollo
Los cerebros de los lectores tempranos eran visiblemente más grandes en regiones clave para el lenguaje, la memoria y el control emocional.
Imágenes por resonancia magnética revelaron aumentos moderados en el volumen cortical y subcortical, especialmente en áreas como el lóbulo temporal, el tálamo y el giro angular, todos asociados con el procesamiento lingüístico y la cognición compleja.
Las áreas cerebrales ampliadas coincidían con un mejor desempeño en pruebas cognitivas y menos síntomas psicopatológicos. Además, los investigadores comprobaron que esas regiones mediaban parcialmente los efectos positivos de la lectura en las habilidades mentales y la salud mental de los adolescentes.
La lectura influye en el cerebro desde los primeros años y los efectos se extienden hasta la adolescencia. Este hallazgo refuerza la importancia de fomentar experiencias educativas placenteras y ricas en lenguaje desde la primera infancia.
¿Cuánto es suficiente? Doce horas de lectura por semana sería el punto óptimo
Doce horas semanales de lectura por placer es la cantidad ideal para maximizar los beneficios cognitivos. Más allá de ese punto, los investigadores no observaron beneficios adicionales significativos, e incluso detectaron una leve disminución en el rendimiento cognitivo.
Excederse en el tiempo de lectura puede restar espacio a otras actividades enriquecedoras como el juego activo o la interacción social. Aunque leer es beneficioso, no debe reemplazar completamente otras experiencias importantes durante el desarrollo.
El equilibrio es clave: fomentar la lectura sin olvidar el movimiento, el juego y la convivencia. Esta conclusión destaca la importancia de construir hábitos equilibrados en lugar de depender exclusivamente de una sola actividad para estimular el desarrollo infantil.

Leer desde la cuna: un hábito que depende del entorno y de la genética
La tendencia a leer por placer desde temprana edad está moderadamente influida por la genética, pero el entorno tiene un papel aún mayor.
El estudio incluyó datos de gemelos y mostró que factores compartidos del entorno familiar explicaban más del 50 % de la variabilidad en este hábito.
El acceso a libros, el ejemplo de los cuidadores y el apoyo de docentes son elementos decisivos. La investigación subraya que padres y educadores pueden marcar una diferencia real al despertar el gusto por la lectura en los primeros años.
Promover la lectura no requiere recursos sofisticados: bastan libros adecuados, tiempo compartido y entusiasmo. Invertir en entornos alfabetizados y afectuosos puede ser tan poderoso como cualquier intervención clínica para fomentar el desarrollo saludable.
Efectos duraderos: una infancia lectora predice mejores resultados en la adultez
La lectura temprana se asocia causalmente con mayor rendimiento cognitivo en la adultez. A través de un análisis genético de randomización mendeliana, el estudio encontró que quienes disfrutaban de la lectura en la infancia tendían a mostrar mejores habilidades mentales en la edad adulta.
Los beneficios se extendían a cambios estructurales observables en el cerebro, como el aumento del área cortical temporal izquierda. Esta región está implicada en el procesamiento del lenguaje y se considera crítica para la adquisición de habilidades lectoras y comunicativas.
Además, los datos sugieren que este hábito podría reducir el riesgo de trastornos como el TDAH. Aunque los resultados no fueron concluyentes para todos los trastornos, se observó una tendencia protectora contra problemas atencionales en niños y adultos.

Implicaciones para familias, escuelas y políticas públicas
Fomentar la lectura desde los primeros años podría ser una de las estrategias más efectivas para potenciar el desarrollo infantil.
Los autores del estudio destacan que esta práctica, además de ser económica y accesible, tiene impactos comprobables en el cerebro, el aprendizaje y la salud emocional.
Las políticas educativas y sociales deben priorizar la lectura como un derecho fundamental del desarrollo. Desde bibliotecas escolares hasta programas de lectura en familia, las estrategias deben ser inclusivas y llegar a hogares de todos los niveles socioeconómicos.
Un niño que lee por gusto hoy será un adulto con más herramientas para enfrentar la vida. La lectura es mucho más que una habilidad académica: es un pilar para el bienestar integral y la equidad en las oportunidades futuras.
Referencias
- Sun Y-J, Sahakian BJ, Langley C, et al. Early-initiated childhood reading for pleasure: associations with better cognitive performance, mental well-being and brain structure in young adolescence. Psychological Medicine. (2024). doi:10.1017/S0033291723001381