Se revela el circuito cerebral que decide si una experiencia social es gratificante o dolorosa: así se construyen los vínculos desde la infancia

Un nuevo estudio revela el mecanismo cerebral que decide si una experiencia social se registra como positiva o negativa. ¿Cómo influye esto en el desarrollo emocional infantil y en la forma en que niñas y niños construyen vínculos?
Un estudio demuestra cómo desde la infancia, el cerebro interpreta si una relación social es positiva o negativa en función de la experiencia
Un estudio demuestra cómo desde la infancia, el cerebro interpreta si una relación social es positiva o negativa en función de la experiencia (Midjourney - RG) - Un estudio demuestra cómo desde la infancia, el cerebro interpreta si una relación social es positiva o negativa en función de la experiencia

Un estudio pionero ha descubierto cómo dos señales químicas opuestas moldean la forma en que el cerebro interpreta las relaciones. La investigación, que no se centra exclusivamente en la infancia, ayuda a entender cómo funciona el cerebro desde las primeras etapas de la vida y por qué algunas experiencias sociales dejan huella desde muy temprano.

Cuando un niño o niña evita acercarse a otros en el parque tras una mala experiencia, o cuando busca repetidamente el abrazo de un compañero con el que se siente seguro, su cerebro está codificando esas vivencias sociales como algo que merece ser buscado… o evitado. La forma en que interpretamos las relaciones con los demás no es solo una cuestión de personalidad o crianza, también está escrita en nuestras conexiones neuronales más profundas.

Esta es una de las grandes revelaciones de un estudio reciente publicado en la revista científica Nature recientemente. Un equipo internacional de investigadores ha identificado los circuitos cerebrales que dictan si una experiencia social se graba como positiva o negativa. Aunque el experimento se realizó en ratones, abre una puerta de enormes dimensiones para entender cómo se construyen, y en ocasiones se distorsionan, los vínculos desde edades muy tempranas.

Fig. 1: La inhibición de dCA2 y vCA1 altera la memoria social y la valencia.
Fig. 1: La inhibición de dCA2 y vCA1 altera la memoria social y la valencia.

Dos mensajes, una decisión

El hallazgo, firmado por investigadoras e investigadores del MIT’s Picower Institute for Learning and Memory y el Research Institute of Molecular Pathology de Viena, demuestra que el cerebro recibe dos tipos de señales opuestas al procesar interacciones sociales.

Por un lado, la serotonina (5-HT), un neurotransmisor conocido por su papel en el estado de ánimo, genera una respuesta de valencia negativa: asocia esa experiencia con algo que se debe evitar. Es decir, hacen que esa experiencia se perciba como desagradable y el animal evite repetirla.

Por otro lado, las entradas de neurotensina (Nts), otra señal química, produce el efecto contrario: impulsa al individuo a repetir ese contacto, al vincularlo con una experiencia agradable. Esa misma región cerebral responde entonces promoviendo la repetición de la experiencia social.

Ambas señales llegan al mismo lugar del cerebro, el hipocampo ventral CA1 (vCA1), una región clave para la memoria y las emociones. Las dos vías convergen en la misma estructura, pero activan circuitos distintos, generando efectos radicalmente opuestos. Y lo más sorprendente es que estas dos vías no se activan al azar, sino que están ligadas a la calidad de la experiencia vivida.

Datos ampliados Fig. 3 El rastreo monosináptico de la rabia revela múltiples regiones de entrada vCA1 y dCA2.
Datos ampliados Fig. 3 El rastreo monosináptico de la rabia revela múltiples regiones de entrada vCA1 y dCA2.

Qué tiene que ver con la infancia este hallazgo

El hallazgo tiene mucho que ver con la infancia. Aunque el experimento se realizó en ratones, este tipo de mecanismos son comunes en los cerebros mamíferos, incluidos los humanos. Lo que ocurre en esta región del hipocampo está profundamente relacionado con cómo niñas y niños aprenden a identificar qué entornos sociales son seguros, enriquecedores o amenazantes.

Desde los primeros años, el cerebro no solo guarda lo que ocurre en una interacción social, sino que también almacena cómo se sintió. Y esa huella emocional es la que guía su conducta futura, muchas veces de forma inconsciente.

Por eso, un niño o niña que ha vivido rechazo o indiferencia en sus primeras relaciones puede desarrollar una sensibilidad negativa hacia lo social, y tiende a evitar nuevas interacciones por mecanismos automáticos. Y lo mismo ocurre al contrario: vínculos tempranos seguros y consistentes pueden reforzar la percepción de que los otros son fuente de bienestar.

Esto explica que cuando un niño o niña ha sido rechazado en sus primeros intentos de socializar, o cuando su entorno no ha validado sus emociones, es más probable que registre las relaciones como un riesgo. Y esto puede influir en su manera de vincularse más adelante.

De hecho, otro estudio reciente vinculó la ansiedad infantil con la distorsión de la realidad. Esto es, si un menor siente ansiedad, tiende a creer que un lugar seguro representa una amenaza.

Datos ampliados Fig. 3 El rastreo monosináptico de la rabia revela múltiples regiones de entrada vCA1 y dCA2.
Datos ampliados Fig. 3 El rastreo monosináptico de la rabia revela múltiples regiones de entrada vCA1 y dCA2.

Vínculos seguros y plasticidad cerebral: hábitos seguros en la crianza

La buena noticia es que estos circuitos no están cerrados para siempre. El cerebro infantil es plástico: cambia constantemente en función del entorno y las experiencias. Es decir, si un niño o niña que ha tenido malas experiencias sociales empieza a recibir interacciones positivas, consistentes y empáticas, su cerebro puede reconfigurar ese “interruptor” y comenzar a registrar lo social como algo valioso.

Esto refuerza la importancia de cultivar entornos afectivos seguros desde la infancia, no solo en casa sino también en la escuela y otros espacios de socialización. La repetición de vínculos cálidos, respetuosos y confiables actúa como una especie de "rehabilitación emocional" para el cerebro, especialmente en niños que han vivido rechazo, aislamiento o trauma.

La ciencia demuestra cómo elige el cerebro si una relación social es buena o mala desde la infancia
La ciencia demuestra cómo elige el cerebro si una relación social es buena o mala desde la infancia (Midjourney - RG)

Los hallazgos de este estudio también invitan a repensar cómo acompañamos a nuestros hijos e hijas en sus relaciones sociales. Estos consejos pueden ayudarte en la crianza:

  • No minimices sus emociones sociales: si tu hijo se siente mal por algo que ocurrió en la escuela, no le digas “no es para tanto”. Escucha y valida.
  • Crea espacios seguros de socialización: organiza encuentros con niños y niñas con los que tenga buena conexión. La calidad importa más que la cantidad.
  • Sé un modelo de vínculo saludable: los niños y niñas aprenden observando cómo nos relacionamos con los demás, especialmente en momentos de conflicto.
  • Repara lo dañado: si notas que tu hijo o hija evita situaciones sociales, investiga con amabilidad. A veces, una sola experiencia negativa se ha grabado con mucha fuerza.

En resumen, aunque este descubrimiento sobre los circuitos de la valencia social se ha hecho en animales, aporta una pista poderosa sobre cómo se forman los vínculos desde la infancia: no solo por lo que ocurre, sino por cómo se siente. Y eso depende tanto del entorno como del acompañamiento que madres, padres y educadores podamos ofrecer.

Referencias

  • Zorab, J. M., Liu, D. L., Haubensak, W., & Tye, K. M. (2024). Serotonin and neurotensin inputs in the vCA1 dictate opposing social valence. Nature, 628, 420–427. DOI: 10.1038/s41586-025-08809-2

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