Ninguna emoción debería reprimirse durante la infancia pero estas cuatro aún menos

La ira, la tristeza, el miedo o la ansiedad son emociones que conviene identificar y enseñar a gestionar a nuestros hijos cuanto antes para que tengan una vida más feliz.
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“Todas las emociones son, en esencia, impulsos que nos llevan a actuar.” Así las define el psicólogo Daniel Goleman como experto en el tema y por eso es importante saber gestionarlas, esta es la base de la inteligencia emocional y es fundamental para que la infancia se desarrolle de forma saludable psicológicamente y la edad adulta posterior, también.

La neuroeducación defiende que las redes neuronales que están en constante creación y conexión en la infancia, están a su vez vinculadas a los estados emocionales del niño o la niña, de ahí la importancia de enseñarles a no reprimir sus emociones sino gestionarlas de una manera positiva y constructiva.

Siguiendo las pautas que desarrolla la educadora especializada en neurociencia e inteligencia emocional, Eli Delacour, las emociones, los pensamientos y los comportamientos están en continua interacción y por ello influyen en las decisiones que tomamos cada día de nuestra vida, independientemente de la edad que tengamos. De ahí la importancia de educar a nuestros hijos en la gestión de sus emociones y nunca en que deben reprimirlas.

Para Eli Delacour las emociones que podrían considerarse como piedras de toque en el desarrollo emocional de nuestros hijos e hijas son: la ira, la tristeza, el miedo y la ansiedad.

Educar en positivo - iStockphoto

La ira

Sin duda es la emoción que nos indica a los padres y madres que nuestro hijo necesita tener unos límites. Siempre nos vamos a enfrentar a situaciones que despierten nuestra ira, que nos enfaden y es algo natural por lo que no debemos tratarlo como si fuera algo malo porque realmente, las emociones malas o buenas no existen.

Lo que tenemos que enseñar a nuestra hija o hijo es a gestionar y razonar esa ira, ese enfado, sin estallar y al mismo tiempo sin reprimirlo.

El miedo

Es otra emoción inevitable, de hecho se empieza a sentir desde muy bebé en torno a los ocho meses, cuando nuestra hija o hijo empieza a percibir por primera vez que es un ser independiente separado de nosotras.

Es un sentimiento que puede volver a aparecer en forma de sensación de abandono cuando llega un hermano o empieza el colegio y muchas otras veces a lo largo de su infancia y adolescencia.

Es importante estar atentos a las demandas afectivas de nuestros hijos para enseñarles a gestionar y modular ese temor a ser rechazados o abandonados y todos sus posibles miedos.

La tristeza

Los aprendizajes negativos en torno a esta emoción han estado muy vinculados a la figura masculina, la terrible frase de “los niños no lloran” no hace que nuestro hijo aprenda a gestionar esta emoción sino a reprimirla y esconderla, lo que va a condicionarle en la edad adulta.

El llanto es la única forma de expresarse que tiene el bebé y es una de las formas que tienen, cuando empiezan a crecer, de demostrar que les falta algo o alguien que les causa dolor.

La ansiedad

La frustración de no saber esperar, de necesitar que todo sea aquí y ahora, es una emoción que cada día se aprecia más en la infancia. Enseñar a nuestro hijo o hija a modular esa ansiedad y a controlar esa frustración va a ser una de las mejores enseñanzas que como madres y padres podemos darles para que sean felices en la vida.

La ansiedad infantil está muy asociadas a las principales enfermedades mentales durante la infancia, de ahí la necesidad de enseñarles poco a poco pero cuanto antes a gestionarla de forma positiva.

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¿Qué hacer para que tus hijos no repriman sus emociones?

Es muy importante que construyas un entorno familiar de confianza y seguridad donde todos puedan expresar sus emociones libremente y donde no haya ni críticas, ni reproches, ni juicios de valor.

Si todos comentáis vuestras emociones, lo que sentís, a los niños les será mucho más sencillo ir aprendiendo con vuestro ejemplo, a identificar sus propias emociones y a ir comprendiéndolas poco a poco hasta el punto de aprender a desarrollar pensamientos positivos con los que superar los pensamientos negativos que les provoca una emoción que para ellos no sea agradable como puede ser el miedo o la ira, por ejemplo.

Estar atentos a sus demandas emocionales igual que lo hacemos con sus necesidades físicas es muy importante para su desarrollo. 

Para eso los juegos o las charlas en familia son imprescindibles porque será en esos momentos cuando el niño sepa que el adulto está ahí para ayudarle, para apoyarle, para acompañarle. Es decir que nunca le va a abandonar.

Es fundamental estar presente, no significa estar todo el tiempo con nuestros hijos porque en la mayoría de los casos es imposible pero estar plenamente con ellos en los momentos en los que podemos estar con ellos, compartir actividades, charlar a la hora de la cena, participar de su vida.

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