Un niño que da vueltas sin parar alrededor de un dispensador de caramelos en el salón de juegos, aunque este ya esté vacío, puede parecer solo persistente o despistado. Pero este tipo de comportamiento, más frecuente de lo que se piensa, puede tener raíces muy profundas en la forma en que aprendemos a asociar señales con recompensas. Muchos padres se preguntan por qué sus hijos siguen pegados a estímulos que ya no producen ningún beneficio. La neurociencia, como en tantas otras cuestiones de crianza, tiene pistas valiosas que ofrecer.
Un reciente estudio realizado en la Universidad de Pittsburgh, publicado en la revista Journal of Neuroscience, ha reexaminado un experimento clásico: el de los perros de Pavlov. Pero esta vez, los protagonistas son ratas, y el objetivo es entender por qué algunos animales no solo anticipan una recompensa al oír una señal, sino que se obsesionan con la señal misma. Según los autores, “inhibir la dopamina impidió que las ratas aprendieran a seguir las señales”. Esta diferencia en la forma de aprender podría explicar conductas infantiles difíciles de manejar, y aportar estrategias para abordarlas.
Dos formas de aprender: señal o recompensa
Cuando se presenta una señal asociada a una recompensa, no todos los cerebros reaccionan igual. Algunos animales —y algunas personas— se enfocan directamente en la señal, como si esta fuera valiosa en sí misma. A este comportamiento se le conoce como "seguimiento de señales" (sign tracking). Otros, en cambio, se dirigen al lugar donde esperan obtener la recompensa: eso es "seguimiento de objetivos" (goal tracking). Esta diferencia no es trivial: implica procesos de aprendizaje distintos a nivel cerebral.
Según el estudio, “el seguimiento de señales es un proceso de aprendizaje completamente distinto al seguimiento de objetivos”. En otras palabras, no estamos simplemente ante una variación de estilo, sino ante dos rutas cerebrales divergentes. La investigación, dirigida por la profesora Sara Morrison, demuestra que el aprendizaje tipo sign tracking depende de la presencia de dopamina en una región concreta del cerebro en el momento en que se entrega la recompensa. En cambio, en los goal trackers, alterar los niveles de dopamina no afecta el aprendizaje. Esta diferencia tiene consecuencias importantes para entender cómo los niños responden a premios y estímulos en casa o en la escuela.

La dopamina, ese gran modulador
La dopamina es un neurotransmisor clave en los procesos de motivación y recompensa. En el estudio, los investigadores utilizaron una técnica conocida como optogenética, que permite activar o desactivar neuronas específicas con luz. Así, pudieron controlar la liberación de dopamina en las ratas durante el experimento. Al apagar las neuronas de dopamina justo en el momento en que se ofrecía la recompensa, las ratas no desarrollaban el comportamiento de sign tracking. En palabras de Morrison: “Cuando dejamos de inhibirla, al cabo de unos días algunas volvieron a convertirse en seguidoras de señales”.
Este resultado muestra que el cerebro ajusta su respuesta según la dopamina disponible, pero también que ciertos patrones pueden reactivarse con el tiempo. Añadir más dopamina artificialmente no hizo que las ratas aprendieran más rápido, lo cual indica que no es solo una cuestión de cantidad, sino de contexto. La frase que lo resume mejor es esta, pronunciada por la investigadora: “La señal parecía ajustarse a la cantidad de dopamina suministrada”. Esto sugiere que nuestros cerebros comparan las recompensas entre sí y ajustan su nivel de aprendizaje en consecuencia.

Aplicaciones en la infancia: cuando la señal engancha
En los niños, estas diferencias se manifiestan en comportamientos muy concretos. Algunos pequeños tienden a engancharse con la señal en lugar del objetivo. Por ejemplo, pueden pedir constantemente una canción específica que estaba asociada a una merienda, aunque ya no obtengan nada a cambio. Ese interés mantenido por la señal, incluso sin recompensa, puede volverse problemático si no se comprende.
El estudio destaca que este tipo de aprendizaje es particularmente “pegajoso”. En palabras del equipo: "Incluso después de que se retire la recompensa, quienes siguen señales (sign trackers) tienen más probabilidades de reaccionar ante una pista que quienes siguen objetivos (goal trackers)". Esto significa que, incluso cuando la recompensa desaparece o cambia, los sign trackers siguen respondiendo al estímulo. En niños, esto puede llevar a conductas repetitivas o impulsivas, como insistir con una app que ya no responde o buscar dulces en lugares donde ya no hay.
Comprender esto ayuda a los padres a no interpretar estas conductas como “caprichos” o “desobediencia”, sino como formas distintas de aprendizaje. Y más importante aún, abre la puerta a estrategias de acompañamiento emocional y educativo adaptadas a estas diferencias.
Riesgos asociados: impulsividad y toma de decisiones
El patrón de sign tracking no solo se asocia a una forma particular de aprendizaje. También se ha relacionado con conductas de riesgo, como la impulsividad y la tendencia a recaídas en adicciones. Aunque el estudio se hizo en animales, sus hallazgos ofrecen un marco útil para pensar ciertos comportamientos humanos desde la prevención.
Algunos niños que responden de manera exagerada a señales pueden ser más vulnerables a estimulación excesiva, como la que ofrecen pantallas, dulces o premios inmediatos. Si no se identifican a tiempo estos patrones, podrían consolidarse en adolescencia, cuando las decisiones impulsivas tienen más peso. El estudio sugiere que esta clase de aprendizaje es más difícil de desactivar, lo que refuerza la necesidad de actuar temprano.
Una intervención educativa o terapéutica orientada a desacoplar la señal del placer inmediato, por ejemplo, puede ayudar a fortalecer formas más sostenibles de motivación. No se trata de eliminar premios, sino de enseñar a mirar más allá de la señal y valorar el proceso.

Cómo ayudar desde casa y la escuela
Saber si tu hijo tiende al sign tracking o al goal tracking no requiere una prueba médica, sino observar cómo responde a los estímulos asociados a recompensas. ¿Insiste en la canción que se pone antes de salir al parque, incluso cuando no van a salir? ¿Sigue buscando una galleta en la caja vacía? Estas respuestas pueden ofrecer pistas útiles.
En casa, una herramienta eficaz puede ser variar las señales asociadas a las recompensas, para que no se vinculen rígidamente. También ayuda introducir tiempos de espera entre señal y premio, para fomentar el autocontrol. En la escuela, los docentes pueden observar cómo reacciona el alumnado ante premios simbólicos y ajustar las dinámicas de aula según el perfil de aprendizaje predominante.
Fomentar en los niños la capacidad de valorar la meta más que el estímulo que la anuncia puede tener beneficios duraderos en su desarrollo emocional y cognitivo. El estudio de Morrison y su equipo ofrece una base sólida para reflexionar sobre estas estrategias desde la ciencia del cerebro.
Referencias
- Herring, E., Morrison, S. (2025). Modulation of Dopamine Neurons Alters Behavior and Event Encoding in the Nucleus Accumbens during Pavlovian Conditioning. Journal of Neuroscience. DOI: 10.1523/JNEUROSCI.0512-25.2025.