La meditación no tiene nada de negativo. Si pones en una balanza enseñar técnicas propias de esta herramienta de relajación a los peques verás que en el lado negativo no colocas nada. Ni siquiera el tiempo que dedicarás a ello en el proceso porque será tiempo de calidad invertido en tus hijos e hijas.
Solo puede tener consecuencias positivas enseñarles a meditar desde pequeños. Puede pasar que no les sirva; que no obtengan ningún beneficio de ello en sus vidas, pero en ningún caso les perjudicará. Todo lo contrario, puesto que dispondrán de herramientas para intentar encontrar la paz y el equilibrio cuando la tristeza, la rabia o la ansiedad se apoderen de su estado emocional.
Los beneficios de la meditación son múltiples, tanto en los adultos como en los peques. Mejora la capacidad de atención, reduce el estrés la ansiedad, calma los nervios, favorece el descanso y desarrolla mayor capacidad de tolerancia, empatía y otras habilidades sociales como la compasión. Encima, si se hace con los niños, se mejora el vínculo familiar y se fomenta el aprendizaje de forma lúdica, con un empujón, además, a los hábitos saludables, a la vida activa que tanto incitan los expertos en salud.

Consejos para enseñar a meditar a los niños
Con los peques no hay edad para empezar a meditar. Puedes hacerlo con sesiones cortas e informales en cualquier momento y edad, si bien expertos como los del equipo de Anahana, comunidad internacional de referencia en el mundo del mindfulness, insisten en que es a partir de los seis cuando mejor empiezan a funcionar las sesiones de relajación y meditación con los niños.
Evidentemente, no puedes aspirar a que un niño o niña medite como un adulto, pero sí le puedes introducir en este hábito saludable a través de los fundamentos básicos, acercándole desde un enfoque amable. Para ello, las sesiones no pueden ser muy largas ni muy intensas; adáptalas no solo a su condición de niño, sino también a sus características y gustos particulares. Nadie mejor que tú conoce a tu hijo, hija o sobri.
En este sentido, puede que a un niño le venga mejor meditar al aire libre o con ejercicios sentados, y a otros, por lo que sea, les resultará más atractivo y efectivo hacerlo indoor y de pie. O con un tono de voz más o menos relajado. Es cuestión de adaptar las sesiones, como decimos.
En general, dicho esto, hay tres tipos de meditación para niños, según los expertos de Anahana: una meditación guiada en directo o grabada por un instructor/a; una meditación para dormir, que es más relajante y suave, y en la que la música tiene mucha importancia; y una meditación de atención plena, la más intensa.
Todas ellas permiten enseñar a los peques a respirar correctamente, a ser capaces de reconocer emociones como el estrés y la ansiedad y a enfocar mejor cómo superarlas. Es clave, eso sí, para que la meditación con niños sea efectiva convertirlo en un hábito. Es como montar en bici o patinar: no sirve ir con ellos una vez al trimestre.

Por ello, trata de hacerlo con una periodicidad semanal al menos, y dedicad un ratito a comentar después la sesión para compartir qué habéis sentido unos y otros. Además, recuerda que este proceso será también un reto para ti como adulto, de modo que podrás potenciar y mejorar tu paciencia (deberás hacerlo para tener éxito).
La recomendación de los expertos, en cualquier caso, es empezar con algo modesto y moderado, de corto tiempo, y hacerlo en familia, dando tú ejemplo, porque les suele gustar mucho más. Los detalles, las pequeñas distracciones o desconexiones no cobran tanto importancia en estas sesiones de meditación con peques. Hay que ver siempre el vaso medio lleno y dar valor a los avances. Con que les quede una pizca de todo lo que abarca la meditación ya estarás poniendo en su cabeza una semillita que puede traer frutos muy positivos en el futuro.