En todas las familias hay momentos en los que la armonía parece desmoronarse entre juguetes, gritos y pequeñas batallas por el control del espacio, la atención o un simple lápiz de colores. Las peleas entre hermanos (o hermanas) no son solo comunes, son parte del proceso de crecer, conocerse y construir vínculos duraderos. Pero para los padres, ese ruido emocional puede sentirse como un fracaso, cuando en realidad es una oportunidad. Una ventana para educar desde el respeto y fortalecer los lazos.
A menudo nos angustiamos pensando que estas peleas dañarán su relación para siempre. Que se están lastimando, que no se quieren, que no sabemos manejarlo. Pero lo cierto es que muchas de esas disputas tienen su raíz en necesidades emocionales no cubiertas: cariño, presencia, validación, tiempo exclusivo con mamá o papá. Y en otras ocasiones, directamente son peleas evitables que a veces, también ocurre, hacemos que se desencadenen los adultos.
En cualquier caso, cuando uno de nuestros hijos o hijas siente que no está recibiendo lo que necesita, no lo expresa con palabras elaboradas. Lo hace peleando con su hermano o hermana, porque en su mundo, es él quien se lo está quitando.
Comprender esto cambia por completo nuestra forma de actuar. Como explica Tania García en su libro Hermanos. Educar la relación entre tus hijos, nuestra intervención no debe centrarse en castigar o en buscar culpables, sino en acompañar, observar, entender, y mediar desde el respeto.

No todas las peleas son evitables, pero todas pueden ser oportunidades
Es fácil caer en la idea de que debemos evitar todas las peleas. Que si educamos bien, no habrá conflicto. Pero no es realista ni deseable. El conflicto forma parte de las relaciones humanas.
La clave está en distinguir entre los conflictos evitables —que surgen, por ejemplo, por falta de atención individual o por una rutina desorganizada— y los inevitables, que responden al proceso natural de aprendizaje social y emocional.
Cuando el conflicto es inevitable, nuestra tarea como madres y padres no es eliminarlo, sino estar presentes para mediar sin juicios, sin etiquetas, sin parcialidades. Estar ahí para que puedan aprender a expresar lo que sienten sin hacer daño, a negociar, a escuchar, a reconocer su parte y a convivir.

Mediación consciente: primer paso para intervenir con respeto
Tomando como fuente el citado libro de Tania García, cuando una pelea estalla, lo primero es regularnos. Nada bueno sale desde la prisa o el enfado. Y es que autorregularse es el primer para calmar una rabieta y también para intervenir en una pelea. Respiramos, nos acercamos, y les separamos solo si hay riesgo físico. No preguntamos “¿quién empezó?”, ni damos sermones sobre portarse bien. En lugar de eso, escuchamos a cada uno por separado, reconocemos sus emociones, y los ayudamos a poner palabras. “Querías ese coche y te molestó que él lo cogiera.” “Estás cansado y querías que mamá te prestara atención solo a ti.” Desde ahí, podemos guiarles hacia la solución.
Esto no se logra en un día. Es un trabajo continuo, que exige que nosotros también revisemos nuestras propias emociones, heridas y expectativas. A veces creemos que el mayor es el que debe ceder porque “ya sabe”, o le culpamos porque “siempre empieza”. Pero esa mirada fija e injusta refuerza un rol que, si se repite, puede deteriorar la relación a largo plazo.
Las comparaciones, las etiquetas (“el bueno”, “el pegón”, “la celosa”), los favoritismos sutiles son formas silenciosas de romper el vínculo fraternal. Por eso, cada vez que medimos con una vara distinta, debemos parar y preguntarnos: ¿qué mensaje estoy transmitiendo?
Y una vez hayas conseguido regularte, ya sí puedes poner en práctica estos consejos ante las peleas entre dos hermanos de una psicóloga especializada en crianza respetuosa.

En resumen, las peleas entre hermanos no son un enemigo a eliminar, sino un lenguaje que nos avisa de algo más profundo. Un espacio donde podemos intervenir no como jueces, sino como guías. Donde sembramos valores y habilidades que les servirán toda la vida: respeto, empatía, cooperación. Y donde, sobre todo, construimos una relación entre ellos basada en lo real: el amor imperfecto, pero sólido.
Este enfoque respetuoso, basado en la evidencia, no evita el conflicto, sino que lo abraza como parte del viaje familiar.
Referencias
- García, Tania. Hermanos. Educar la relación entre tus hijos, 2020.