Habitualmente, cuando se habla de “apetito”, se trata de un término que se refiere al deseo de comer alimentos. Lo cierto es que existen muchos factores que pueden contribuir a que el apetito disminuya. Determinadas afecciones médicas o las etapas del desarrollo pueden influir, lo que puede conducir a que el niño coma menos. En estos casos es posible que sea necesario un estimulante del apetito, especialmente cuando esta disminución del apetito es tan elevada que no está consumiendo la suficiente cantidad de nutrientes. Pero, ¿cuándo es necesario? Si el niño no come, ¿es posible estimular el apetito?
¿Por qué un niño puede sufrir una disminución del apetito?
Los bebés, los niños pequeños y los niños no tan pequeños pueden presentar sus propios desafíos alimentarios. Es algo que suele preocupar a muchos padres, especialmente si el pequeño no está comiendo lo suficiente, o si esto está ocasionando una pérdida de peso.
Si es así, es fundamental hablar con el pediatra y comentarle cualquier duda, consulta o temor que podamos tener en esos momentos, puesto que de esta manera podremos garantizar que no exista una causa subyacente que esté causando esa pérdida de peso y nos aseguraremos de que esté obteniendo los nutrientes necesarios para un crecimiento saludable.
Una intolerancia alimentaria no diagnosticada, alergias alimentarias y otros problemas digestivos (como por ejemplo es el caso de la enfermedad inflamatoria intestinal pediátrica) son condiciones que habitualmente ocasionan una falta de apetito en los niños.
Mientras que la intolerancia a la lactosa o la enfermedad celíaca (reacción autoinmune al gluten, cuya proteína está presente en alimentos como el trigo, la cebada y el centeno) pueden afectar al deseo del niño a comer, provocando una reducción del peso. Las alergias a los cacahuetes y los huevos también suelen ser frecuentes en los niños. Por tanto, una de las claves es descartar aquellos problemas subyacentes que puedan estar evitando que el pequeño esté comiendo lo suficiente y aumente de peso.
Una enfermedad tan común y simple como un resfriado con congestión nasal, causada por una infección de origen viral, puede igualmente ocasionar una disminución del apetito. Es algo que, de hecho nosotros como adultos sentimos cada vez que nos resfriamos o acatarramos. Y en el caso del lactante o niño pequeño la incomodidad es aún mayor, puesto que suele tener dificultades para compaginar adecuadamente la respiración nasal y la oral. En algunos momentos tiene que escoger entre comer y respirar, de manera que elegirá respirar.

Alrededor de los 15 meses de edad es habitual que el niño empiece a comer menos. Hasta ese momento, el niño necesitaba alimentarse para crecer y aumentar de peso. Pero a partir de esa edad, los niños necesitan comer para crecer, engordar y almacenar la energía necesaria para realizar sus actividades diarias.
Así, la cantidad de alimento que deben consumir es algo inferior a lo que necesitaban hasta esa edad. Y, a partir de entonces, es común que los niños no crezcan ni aumentan de peso en la proporción que lo hacían durante la etapa en que eran lactantes.
También puede ocurrir que el niño no quiera comer, de manera que el pequeño rechaza la comida, y por tanto, se niega a comer. Esto puede convertirse en un motivo de preocupación y angustia para muchos padres.
¿De qué manera es posible estimular el apetito en los niños?
Quizá ocurra que al pequeño no le guste el alimento que le estés ofreciendo. O también puede suceder que, aunque antes le apasionaba, ahora se haya cansado de él y no quiera comerlo más.
Si es así, puedes probar a cambiar a alimentos que al niño le resulten mucho más apetecibles, evitando -eso sí- aquellos alimentos que no sean adecuados desde un punto de vista nutricional, como es el caso de las golosinas o dulces.
Eso sí, no es ni mucho menos adecuado ofrecerle alternativas al alimento que hemos puesto sobre la mesa siempre, ya que en este caso solo se acostumbrará a comer aquello que más le guste, evitando por sistema otros alimentos. Por tanto: si no tiene hambre, lo mejor es que no coma.
Crear siempre un ambiente adecuado y agradable es imprescindible para estimular al niño a comer. Por ejemplo, no es recomendable que el niño coma viendo la tele, ya que acabará por entretenerse visualizando sus dibujos favoritos, pierda el ritmo y no desee seguir consumiendo.
También es fundamental hacerle disfrutar de la comida. ¿Lo mejor? Sentarnos con ellos a comer, para que así adquiera nuestros hábitos y pueda disfrutar igualmente de un momento en familia.

Posiblemente tiendas a comer a las mismas horas. Evidentemente, en el caso del niño también es fundamental respetar su horario natural de comidas, evitando los picoteos entre horas y, además, darle de comer únicamente cuando tiene hambre.
Es posible que el niño no tenga mucho apetito si, entre las comidas, bebe mucha agua o come pan. Si es así, lo más adecuado es limitarles la cantidad de agua y pan.
Por otro lado, también es posible que el pequeño se resista a comer determinados alimentos, como por ejemplo podría ser el caso de la carne, el pescado o las verduras. Si esto ocurre, lo más adecuado es intentar disfrazárselas. Por ejemplo, mediante purés, cremas o rebozados.