Cinco hábitos que seguimos los padres y que dañan la autoestima de los niños

Aunque todos queremos lo mejor para nuestros hijos, lo cierto es que hay ciertos hábitos que tenemos implícitos en nuestro día a día y que no ayudan a trabajar de manera positiva su autoestima. Estos son y así puedes corregirlos.
niño triste

“Te he educado como mejor he sabido y como mejor he podido”. Una máxima que muchos padres repiten (y que incluso los nuestros nos han dicho en más de una ocasión cuando hemos crecido). Y es real: ellos nos educan y nosotros educamos como mejor sabemos hacerlo, porque todos queremos que nuestros hijos sean felices desde que nacen.

Pero eso no implica que muchas veces nos confundamos y queramos enmendar el error. Y que otras, incluso, no lleguemos a saber si quiera que nos hemos equivocado y actuemos como tal cosa.

niño triste - Getty Images

La neurociencia se ha encargado de demostrar a lo largo del tiempo que hay ciertos hábitos que los padres realizamos cada día y que no afectan de manera negativa a la autoestima de nuestros hijos.

A fin de que todos sepamos cuáles son y cómo podemos corregirlos, hemos hecho una lista de los más evidentes.

Sobrecontrolar todo lo que hacen

Esto, de acuerdo al neuropsicólogo Álvaro Bilbao, se da cuando decimos frases como ‘porque lo digo yo y punto’ o ‘cámbiate de ropa YA’. El mensaje que transmitimos, según él, es el de que no valen nada y, sin embargo, es necesario que los niños sepan hacer cosas por sí mismos.

El experto recomienda aceptar que hay cosas que no podemos controlar e intentar reducir el grado de supervisión y control con los niños.

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Los castigos (sobre todo los emocionales)

Poco a poco todos vamos entendiendo que los castigos físicos no sirven para absolutamente nada. Pero todavía tenemos implícitos algunos castigos emocionales que transmitimos a los niños en muchas ocasiones: frases como ‘no te quiero’, ‘no me hables hasta que se te pase’ o ‘yo me voy, ahí te quedas si sigues enfadado’ son ejemplos de ello. “El castigo más dañino es el castigo relacional, que incluye todos los castigos que hacen que el niño se sientan excluidos” explica, de nuevo, Álvaro Bilbao

Comparar al niño con su hermano o con el vecino

Aunque el intento es que se supere y llegue al nivel de su hermano de su vecino, cuando le decimos ‘aprende de él’ o ‘mira tu hermano que ha hecho su cama y tú estás vagueando’, el niño se siente inferior moralmente y puede, incluso, crear algún tipo de rencor contra la persona con la que se le compara.

Las etiquetas nunca fueron buenas y las comparaciones, menos.

No valorar su esfuerzo

Vivimos en una sociedad en la que se tienen más en cuenta los errores que los aciertos. En la que da igual todo lo que hagas bien y todo lo que te esfuerces porque cualquier error (por mínimo que sea) empañará todo el trabajo bien hecho.

Llevando esto al campo de la crianza, los padres solemos tener más en cuenta el suspenso en matemáticas que los 8 aprobados que ha traído en las demás asignaturas. Y eso puede terminar por mermar la autoestima del niño.

No validar sus emociones

Quizás sea uno de los hábitos que más integrados tenemos porque sabemos que cuando los niños tienen una rabieta ponen a prueba nuestra paciencia. Cuando gritan y lloran en público nos suele importar más el qué dirán, que lo que le está pasando a nuestro hijo y, por eso, si lo que quiere es que le compremos un juguete, la opción más sencilla es comprárselo.

Si algo le ha puesto muy triste y llora, solemos espetar frases como ‘¿en serio estás así por esa tontería?’.

De acuerdo a Álvaro Bilbao, es necesario validarlas: “No dejemos que un ‘lo que me pasa no es tan malo, no debo sentirme triste’ les acompañe siempre; ni les obliguemos a evadirse siempre que surja un sentimiento desagradable”, explicaba en su Instagram Álvaro Bilbao.

¿Por qué cometemos errores en el comportamiento con nuestros hijos?

La forma más sencilla de explicarlo es que somos un reflejo de lo que fueron nuestros padres con nosotros. Hay ciertos hábitos que están impresos en nuestro ADN y que necesitaríamos ‘desaprender’ para poder aprender otros más sanos.

Además, aunque son cada vez más los padres que se forman y leen para inculcar la crianza en positivo en casa, es cierto que cuando ponen a prueba nuestra paciencia (rabietas,…) nos sale el instinto que llevamos dentro, olvidando todo lo aprendido. Por eso es necesario poner mucha atención en cómo nos comportamos en cualquier situación en la que los niños estén delante: ellos son como esponjas y absorben casi todo lo que ven.

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  • Eugenio Manuel Fernández Aguilar