La diversión que solicitan y gusta a los pequeños dista del apartado más social del adolescente y aunque parece que cada vez se le da menos importancia o se relega a otras actividades por diversas cuestiones en el plano familiar, las expertas inciden en que: “A través del juego, los hijos entienden que sus necesidades y deseos importan, asimismo, favorece el aprendizaje emocional”.

En la Declaración de los Derechos del Niño, en 1959, donde se establecen diez principios, ya se mencionaba el “derecho a actividades recreativas y a una educación gratuita”.
Los niños, saturados de horas lectivas, actividades extraescolares, deberes y estudio, añadiendo inevitablemente el aumento de la presencia y uso de dispositivos electrónicos como la tableta desde edades muy tempranas, les resta tiempo para dar rienda suelta a sus fantásticas historias con muñecas, coches, superhéroes, juegos de mesa o diversión en el parque.
El juego permite el bienestar físico y mental del niño y previene la obesidad infantil que en los últimos años ha notado una subida en sus cifras. OMS Europa y la Iniciativa Europea de Vigilancia de la Obesidad Infantil certificaron que el 29% de menores de entre 7-9 años tenían sobrepeso y obesidad; el 47% de los niños practicaban deporte menos de dos horas semanales.
Mirian Galán maestra y escritora, además, la fundadora de la plataforma de educación SuperEducalandia explica que, como educadora infantil, encuentra que los niños socializan mejor o están más dispuestos a implicarse en actividades cuando en casa se fomenta el juego, el compartir juntos y se tienen en cuenta sus necesidades y deseos.
Puntos clave sobre el juego entre padres e hijos

Para la experta en infancia, cuya notable labor docente fue premiada en la en la V edición de los Global Teacher Awards como una de las mejores educadoras a nivel mundial, en el momento del juego habría que:
1. Poner el móvil en silencio, es el momento padre/madre-hijo.
2. Apagar la televisión para no generar conversaciones paralelas y que distraiga la atención del juego.
3. No usar videojuegos ya que impiden la atención y comunicación entre las personas.

“Pregunta a tu hijo a qué le gustaría jugar. Salid a la calle si el clima es agradable. Recorred una zona de campo con la bicicleta, que los niños rían en los columpios, haced carreras juntos o utilizad bloques para crear una nave para el espacio o divertíos con juegos de mesa en casa”, especifica la educadora.
Tras el juego, Galán anima a mantener con el hijo una conversación sobre qué ha sido lo mejor de ese tiempo: “Se creará así un recuerdo irremplazable para los dos”.
“Cada día tenemos más de todo, menos de lo más valioso: nuestro tiempo. Ser padres representa un “trabajo” transformador”, refiere Diana Jiménez , psicóloga, especialista en infancia, adolescencia y pareja. Según la educadora y entrenadora de disciplina positiva, en la actualidad los padres lo tienen más difícil que en generaciones anteriores por:
- Disponer de menos tiempo y disponibilidad.
- Tener agendas totalmente diseñadas para hacer, donde el tiempo libre es sinónimo de aburrimiento o desidia.
Crecimiento personal, seguridad y apego seguro

Esta autora de varios libros, entre ellos, el cuento 'Mamá ¿por qué me porto mal?'. Entiende que los padres van con los niños a todos lados, con supervisión y dirección continua. “La vida hoy día es peligrosa, pero también la hacemos más sobreprotectora de lo que necesita. De esta forma destrozamos una generación que poco o nada conoce el concepto de resiliencia”.
Como apunta la experta, no son necesarios planes complicados, solo estar sin prisa, permitiendo al niño explorar y desarrollar su imaginación. “Los niños están aprendiendo a formar parte de esta sociedad y lo aprenden de nosotros y con nosotros”.
Jiménez asegura que a los niños el tiempo con sus padres les aporta crecimiento personal, seguridad, desarrollo de su autoestima, construcción de un apego seguro o confianza, entre otras cosas. Y a los padres estar con sus hijos lo mismo: “Sentirán que ha merecido la pena y que se han convertido en los padres que hubieran necesitado en su niñez”.
Heike Freire, filósofa, psicóloga, educadora y activista española sostiene: “Nos gusta jugar porque al hacerlo se libera dopamina que hace que la incertidumbre asociada al juego nos motive constituyendo una auténtica recompensa cerebral y que exista ese feedback tan importante para el aprendizaje”.