Según señala la doctora Lucía Galán Bertrand, el Trastorno Obsesivo Compulsivo, también conocido por sus siglas TOC, es una de las cinco enfermedades psiquiátricas más frecuentes y según los datos de la Organización Mundial de la Salud, es una de las veinte enfermedades más discapacitantes.
Se estima que el Trastorno Obsesivo Compulsivo tiene una incidencia en la infancia en torno al 1% pero, según tal y como reconoce la doctora Galán “a nuestras consultas llegan muchos menos niños” quizás porque en muchas ocasiones a los adultos nos parece que el comportamiento de nuestros hijos es temporal, que son simples manías que ya se le pasarán con el tiempo y no le damos la importancia que merecen.
Por eso es conveniente que sepamos distinguir lo que es una manía realmente y lo que pasa a ser considerado un Trastorno Obsesivo Compulsivo, para poder ofrecer a nuestro hijo o hija la ayuda más adecuada.
¿Cuándo estamos hablando de TOC realmente?
Hablamos de Trastorno Obsesivo Compulsivo cuando existe una presencia de obsesiones o ideas que no dejan de aparecer en la mente del paciente, una y otra vez. Son duraderas en el tiempo y llegan a interferir con la vida normal del paciente.
Los profesionales de la salud elaboran una detallada historia clínica con los padres y con el niño en la que van a comprobar que esas obsesiones y/o compulsiones están presentes la mayor parte de los días y que producen un malestar importante en el niño que las padece, llegando incluso a interferir en sus actividades diarias por el tiempo que le consumen.
¿Y qué entendemos por obsesiones según Lucía “mi pediatra”?
Se trata de pensamientos, ideas o imágenes que invaden una y otra vez la mente de nuestro hijo, algunas de las más habituales según comenta la doctora Galán son, por ejemplo:
- Niños y niñas que no pueden soportar mancharse las manos por lo que evitan por todos los medios tocar el suelo o la comida o estar en contacto con superficies que consideran sucias.
- Niñas y niños que tienen la necesidad de colocar de forma simétrica y con un orden perfecto todos sus juguetes, sus lápices o sus libros. “Esta ha sido la punta del iceberg en más de media docena de pacientes con TOC”, según reconoce Lucía “mi pediatra” quien en algunas ocasiones ha diagnosticado en su consulta tanto a hijos como a padres que llegaban preocupados por sus hijos.

Compulsiones y obsesiones
Las compulsiones son comportamientos repetitivos “o rituales” añade la doctora Galán, que los pacientes realizan una y otra vez porque no pueden evitarlo. Se da la circunstancia de que si se contienen eso les genera una ansiedad tremenda que les hace sufrir.
La compulsión llega justo después de la obsesión. Si mi hijo está obsesionado con la simetría y el orden, por seguir con el ejemplo anterior, tras esa obsesión llega la compulsión de ordenar su escritorio de forma tremendamente minuciosa.
Algunas de las compulsiones más frecuentes en la infancia y que podemos detectar en nuestros hijos según el criterio profesional de Lucía “mi pediatra” son:
- La higiene: Primero muestran la obsesión por evitar la suciedad y después la compulsión de la limpieza.
- La repetición y comprobación: La obsesión por la seguridad les lleva a levantarse incluso de la cama para comprobar varias veces que la puerta de casa está bien cerrada.
Hay que tener en cuenta que...
Hay que tener en cuenta que el paciente, ya sea niño o adulto, no es capaz de evitar las compulsiones o las conductas repetitivas si no recibe ayuda de un profesional.
Para cada paciente el tratamiento es individualizado según el tipo de TOC que presenta, según su gravedad, según su edad y según la interferencia que suponga para el desarrollo de su vida cotidiana.
El TOC tiene un componente hereditario, como hemos visto antes en boca de la doctora Lucía Galán por lo que es probable que uno de los progenitores también lo presente.
Es importante recalcar, según apunta Lucía “mi pediatra” que las obsesiones y/o compulsiones “no responden a la presencia de otros trastornos como la esquizofrenia”.
Como también es muy importante tener claro que ni los padres ni los niños tienen la culpa de que su hijo o su hija piensen o actúen de este modo.

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