Detectar la depresión a tiempo puede marcar la diferencia entre un episodio pasajero y un trastorno que persiste hasta la edad adulta. En la adolescencia, los síntomas depresivos pueden cambiar rápidamente, alternando entre períodos de tristeza, falta de interés, fatiga o irritabilidad. Comprender cómo se organizan y estabilizan esos síntomas en el tiempo puede ayudar a saber cuándo y cómo intervenir con mayor eficacia.
Un estudio publicado en mayo de 2025 en la revista Nature Mental Health, realizado por un equipo internacional liderado por investigadores de la Universidad de Edimburgo, analiza datos de más de 35.000 adolescentes de tres cohortes internacionales. Los autores utilizaron un modelo matemático inspirado en la física para estudiar la evolución de los síntomas depresivos desde los 10 hasta los 19 años. Introdujeron una nueva métrica, la temperatura de red, para observar cuán estables o cambiantes son los patrones de síntomas a lo largo del tiempo.
El hallazgo principal fue que la temperatura de red disminuye con la edad, lo que indica que los síntomas de depresión se vuelven más estables a medida que avanza la adolescencia. Esto sugiere que la primera adolescencia representa una ventana crítica de intervención, cuando los síntomas aún son flexibles y más receptivos al tratamiento. Las diferencias por sexo también fueron significativas: los varones tienden a estabilizar sus síntomas más rápidamente, mientras que las niñas presentan una mayor variabilidad durante más tiempo.
Un modelo físico aplicado a la salud mental
Para analizar la depresión de forma dinámica, los autores emplearon el modelo de Ising, una herramienta de la física estadística usada para estudiar sistemas con muchas variables interconectadas. En este caso, cada síntoma depresivo (como tristeza o fatiga) se representa como un nodo dentro de una red, y su activación depende de las conexiones con otros síntomas.
Sobre esta base, introdujeron el concepto de temperatura de red: una medida que refleja cuánta variabilidad o aleatoriedad hay en la activación de los síntomas. Una temperatura alta indica que los síntomas fluctúan mucho y están poco alineados; una temperatura baja refleja patrones más fijos y predecibles.
Esta metáfora permite observar si la red de síntomas se está volviendo más estable o más caótica a medida que el adolescente crece.
A diferencia de otros modelos que se enfocan en la gravedad o la cantidad de síntomas, la temperatura de red permite capturar la dinámica interna del sistema emocional del adolescente, identificando cuándo una intervención puede ser más efectiva antes de que se consoliden patrones más resistentes al cambio.

La adolescencia temprana: una etapa más plástica
Los datos mostraron que, entre los 10 y los 14 años, los patrones de síntomas depresivos son especialmente variables. Durante esta etapa, los adolescentes tienen una temperatura de red alta, lo que indica que sus síntomas no están completamente definidos ni alineados. Esto representa una oportunidad terapéutica importante: si se interviene a tiempo, es posible alterar el curso del trastorno.
En la adolescencia media y tardía (de 15 a 19 años), los síntomas comienzan a estabilizarse y la temperatura de red disminuye. Esto implica que los jóvenes tienden a estabilizarse en dos polos: uno con bajo nivel de síntomas y otro con depresión persistente. Esta consolidación puede dificultar la respuesta al tratamiento si no se actúa previamente.
"Lo emocionante de este estudio es la introducción de un nuevo enfoque para capturar cómo interactúan y evolucionan los síntomas de depresión a lo largo del tiempo, ofreciendo una nueva lente para comprender la salud mental en los jóvenes", dijo Poppy Grimes, autora del estudio y estudiante de doctorado del Centro de Ciencias Clínicas del Cerebro de la Universidad de Edimburgo.
El hallazgo sugiere que las políticas de salud mental deben priorizar intervenciones tempranas en la adolescencia, cuando los síntomas aún están en movimiento y son más sensibles a los factores protectores y terapéuticos.
Diferencias entre chicos y chicas
"Es sorprendente ver cómo los patrones de síntomas cambian tan significativamente durante la adolescencia temprana, destacando la importancia del tiempo para la atención personalizada y apropiada para la edad", dijo Grimes.
El estudio también encontró diferencias significativas entre sexos. Los varones muestran una caída más rápida de la temperatura de red entre los 10 y 14 años, lo que indica que su red de síntomas se estabiliza antes. Esto podría explicar por qué los cuadros depresivos en chicos suelen aparecer de forma más abrupta y mantenerse más constantes.
En contraste, las chicas tienden a mantener una temperatura más alta durante un período más largo. Esto implica que sus síntomas fluctúan más y podrían ser más sensibles a cambios sociales, hormonales o contextuales. Aunque esto podría representar un riesgo mayor, también ofrece una ventana más amplia para la intervención.
Estos hallazgos refuerzan la necesidad de diseñar estrategias personalizadas y con enfoque de género, ya que el curso y la rigidez de los síntomas depresivos no evoluciona de la misma forma en todos los adolescentes.

Una herramienta para prevenir la depresión resistente
Uno de los aportes más valiosos del estudio es la posibilidad de utilizar la temperatura de red como una herramienta clínica y de investigación. Saber cuán flexible es la red de síntomas de una persona permite predecir si es probable que esa depresión se vuelva persistente o no.
Esto podría tener aplicaciones directas en el diseño de programas escolares, intervenciones comunitarias o incluso en el seguimiento individual de pacientes en riesgo.
La temperatura de red podría complementar los cuestionarios tradicionales de salud mental, ofreciendo una visión más compleja y personalizada.
Detectar redes "calientes" en la adolescencia podría ayudar a prevenir trastornos crónicos en la adultez, ya que es precisamente en este período cuando los síntomas aún no se han consolidado en patrones resistentes.
Más allá de la depresión: un modelo aplicable a otros trastornos
"Esta visión podría extenderse a otras afecciones como la ansiedad y ayudar a identificar ventanas de intervención críticas, especialmente durante la pubertad", dijo Grimes.
Aunque el estudio se centró en la depresión, los autores proponen que el modelo de temperatura de red podría extenderse a otros trastornos mentales, como la ansiedad, los trastornos alimentarios o incluso condiciones neuropsiquiátricas complejas.
El análisis de cómo los síntomas interactúan en una red y cómo se estabilizan con el tiempo podría ayudar a identificar momentos críticos para la intervención en distintos diagnósticos. Esto cambiaría el foco de la pregunta "¿qué tan grave es?" a "¿qué tan estable es?", lo que tiene un enorme valor pronóstico.
Además, el uso de grandes bases de datos longitudinales y modelos de física adaptados a la psicología representa una forma innovadora de comprender la salud mental como un sistema dinámico, no solo como un conjunto de síntomas aislados.

Intervenir cuando los síntomas aún pueden cambiar
El estudio introduce una nueva forma de ver la depresión adolescente: como una red de síntomas que cambia, se estabiliza y eventualmente se vuelve más resistente.
Identificar cuándo esa red está en su momento más flexible puede ser clave para una intervención exitosa.
La adolescencia temprana emerge como el mejor momento para actuar. Antes de que los patrones se fijen, es más probable que las terapias psicológicas, el apoyo social o los cambios conductuales tengan un efecto duradero.
Al comprender que no todos los síntomas se comportan igual ni evolucionan al mismo ritmo, podemos avanzar hacia una salud mental más personalizada, basada en la ciencia y centrada en el momento justo.
Referencias
- Grimes, P.Z., Murray, A.L., Smith, K. et al. Network temperature as a metric of stability in depression symptoms across adolescence. Nat. Mental Health. (2025). doi: 10.1038/s44220-025-00415-5