El tratamiento de los trastornos de la alimentación, especialmente la anorexia nerviosa, sigue siendo un desafío para la medicina y la psicología. Muchas terapias se centran en la ingesta de alimentos y en la modificación del comportamiento, pero no abordan una de las raíces del problema: la reacción del cerebro ante la comida. Un nuevo estudio realizado por investigadores del Mount Sinai Hospital ha identificado una terapia innovadora que podría cambiar este enfoque.
El estudio analiza cómo la exposición interoceptiva, una técnica basada en enseñar a los pacientes a tolerar la incomodidad estomacal y corporal, puede modificar la actividad del cerebro y reducir la aversión a la comida. Los hallazgos no solo ofrecen una nueva esperanza para adolescentes con anorexia, sino que también sugieren que ciertos circuitos cerebrales pueden ser clave en el desarrollo de estos trastornos.
La anorexia nerviosa y la aversión a la comida
La anorexia nerviosa es un trastorno alimentario que afecta mayormente a adolescentes y jóvenes, caracterizado por una restricción extrema de la ingesta de alimentos y un miedo intenso a ganar peso. Aunque las causas son complejas e incluyen factores genéticos, psicológicos y sociales, una de las barreras más difíciles de superar es la sensación de rechazo hacia la comida.
Investigaciones previas han señalado que la región cerebral llamada corteza insular anterior juega un papel crucial en la percepción del gusto y en las respuestas emocionales ante la comida. En pacientes con anorexia, esta área muestra una actividad anormal cuando se presentan alimentos de alto contenido calórico, lo que podría explicar por qué ciertas personas con el trastorno sienten repulsión al intentar comer.

Un nuevo enfoque basado en la tolerancia al malestar
El estudio de Mount Sinai analizó una terapia denominada exposición interoceptiva, que busca ayudar a los pacientes a tolerar la incomodidad corporal asociada con la ingesta de alimentos. En el experimento, los adolescentes con anorexia fueron expuestos a una bebida hipercalórica en un vaso opaco y se les pidió que bebieran tanto como pudieran tolerar. Durante la sesión, se les enseñaron técnicas para gestionar el malestar y se utilizó un método de asociación positiva, como escuchar su música favorita, para reducir la ansiedad.
Este enfoque se comparó con un tratamiento tradicional basado en la alimentación controlada por los padres. Los resultados mostraron que la exposición interoceptiva no solo mejoró la tolerancia a la comida, sino que también produjo cambios en la actividad de la corteza insular anterior, la región implicada en la sensación de disgusto.

Cambios observados en el cerebro de los adolescentes
Para evaluar los efectos del tratamiento, los investigadores utilizaron resonancia magnética funcional (fMRI), una técnica que mide la actividad cerebral mediante el flujo sanguíneo. Los escaneos revelaron que los adolescentes con anorexia presentaban déficits funcionales en la corteza insular anterior al ver imágenes de alimentos, mientras que la terapia de exposición interoceptiva mejoró esta respuesta cerebral.
Los participantes tratados con este método mostraron una mejor capacidad para procesar señales de comida sin experimentar el mismo nivel de aversión. Además, hubo una leve mejora en la percepción del sabor de los alimentos, lo que sugiere que el entrenamiento ayudó a reducir la resistencia inconsciente a la ingesta.

Un hallazgo clave para futuras terapias
Este estudio aporta una nueva perspectiva sobre el tratamiento de la anorexia. Tradicionalmente, los enfoques terapéuticos han priorizado la recuperación del peso y la educación nutricional, pero este hallazgo resalta la importancia de abordar el problema desde un nivel neurobiológico.
Según los investigadores, estos resultados podrían tener aplicaciones más amplias, no solo en la anorexia, sino también en otros trastornos en los que el disgusto juega un papel central, como el trastorno obsesivo-compulsivo y el trastorno de estrés postraumático. Como explica el Dr. Tom Hildebrandt, autor principal del estudio: "Apuntar a un neurocircuito basado en el disgusto con exposición interoceptiva ofrece muchas posibilidades para comprender y mejorar el tratamiento de la anorexia nerviosa, pero también de otros trastornos de ansiedad donde el disgusto puede desempeñar un papel crítico en la discapacidad".
Este enfoque no busca únicamente aumentar la cantidad de comida ingerida, sino modificar la relación que el cerebro tiene con la alimentación. Con más investigaciones, podría convertirse en un tratamiento complementario para ayudar a los pacientes a superar uno de los aspectos más desafiantes de la enfermedad.
Referencias
- Kurt P. Schulz, Tom Hildebrandt, et al. Interoceptive Exposure Impacts Food-Cue Extinction in Adolescents with Low-Weight Eating Disorders: An fMRI Study. Journal of the American Academy of Child & Adolescent Psychiatry, 25-Feb-2025. 10.1016/j.jaac.2024.12.013