La forma en que usamos nuestro móvil puede revelar mucho sobre nuestro estado emocional. Y no hablamos solo de las apps que consultamos o las horas de pantalla: los propios sensores del smartphone —GPS, acelerómetro, registros de llamadas, carga de batería— recogen datos que pueden ofrecer pistas valiosas sobre cómo nos sentimos, cuánto nos movemos o a qué hora nos vamos a dormir. Y esto, según un estudio, es una herramienta muy efectiva (y muy poco utilizada hasta la fecha) por padres que pueden detectar a través de ella señales de malestar emocional en sus hijos e hijas adolescentes.
La salud mental de los adolescentes en una cuestión de máxima preocupación. Las estadísticas están ahí: en España, el 41% de los adolescentes de 13 a 18 años cree haber tenido un problema de salud mental en el último año. No es de extrañar que haya dado el salto al debate social y político, sobre todo por el impacto que las redes sociales y las pantallas tienen en los chicos y chicas que atraviesan esta intensa etapa vital.
En este contexto, un estudio reciente abre la puerta a una nueva vía de observación: utilizar los datos que registra el teléfono móvil de forma privada para identificar señales tempranas de malestar emocional en los adolescentes.
Para muchos padres, que a menudo buscan formas de entender mejor lo que les pasa a sus hijos adolescentes, esta información podría ser útil en el contexto de la crianza, sin sustituir nunca la comunicación directa y la confianza.

Sensores del móvil y salud emocional:una herramienta útil
El estudio (Passive Smartphone Sensors for Detecting Psychopathology) ha analizado datos de 557 adultos durante 15 días a través de sensores en sus smartphones.
El objetivo era comprobar si esos datos podían predecir síntomas psicológicos, agrupados en seis grandes dimensiones: internalización (ansiedad, depresión), desapego, desinhibición, antagonismo, trastorno del pensamiento y somatización.
Los datos recogidos incluyeron:
- Información sobre movilidad y localización (GPS y acelerómetro)
- Patrones de sueño (hora de ir a dormir)
- Tiempo en casa
- Nivel de carga de la batería del móvil
- Número y duración de llamadas telefónicas
El hallazgo clave fue que patrones como pasar más tiempo en casa, caminar menos, acostarse más tarde y tener la batería del móvil menos cargada se asociaron significativamente a un mayor nivel de malestar psicológico general, conocido como p-factor.
Además, el estudio identificó patrones específicos vinculados a determinados estados emocionales. Por ejemplo, el desapego social se asoció con menos movilidad y menos variedad de lugares visitados, mientras que la desinhibición se relacionó con mantener una menor carga de batería en el teléfono, algo que podría reflejar dificultades en la planificación y el autocuidado.

Hábitos que pueden ser señales de alerta
Aunque esta investigación se centró en adultos, sus conclusiones se pueden extrapolar a contextos familiares y, en particular, a la adolescencia: una etapa donde el uso del móvil y los cambios emocionales están especialmente presentes.
Para los padres, esto plantea una pregunta importante: ¿pueden los hábitos digitales de nuestros hijos darnos pistas sobre su bienestar emocional? Este estudio sugiere que sí: ciertos cambios en la forma de usar el móvil pueden ser señales indirectas de que algo no va bien emocionalmente.
El estudio cita estos ejemplos:
- Más tiempo en casa y menor actividad física registrada por el móvil podría indicar aislamiento o bajo estado de ánimo.
- Acostarse mucho más tarde de lo habitual puede ser una señal de alteraciones en el sueño, frecuentemente relacionadas con estrés o ansiedad.
- Reducción en la frecuencia de llamadas y menor duración de las mismas podría reflejar un retraimiento social.
En ningún caso se trata de “espiar” el móvil de los hijos o monitorizar su actividad sin consentimiento. Poder comprobar, juntos, su móvil, de vez en cuando puede ser algo consensuado previamente con él o ella. No solo para controlar su actividad en la red, también porque puede ser útil para detectar cambios significativos en sus rutinas digitales que podrían reflejar dificultades emocionales.
Este conocimiento puede servir de complemento a la observación directa, la escucha activa y la creación de un entorno de confianza donde los adolescentes sientan que pueden expresar lo que les preocupa. Si observamos estos patrones junto a otras señales de malestar, podría ser el momento de buscar ayuda profesional.

Los hábitos digitales como reflejo emocional
En definitiva, este estudio refuerza la idea de que nuestros hábitos digitales no son neutrales: reflejan estados de ánimo y dinámicas emocionales que en el caso de los adolescentes pueden ser difíciles de verbalizar.
Al mismo tiempo, plantea un nuevo reto para las familias: aprender a interpretar estas señales sin caer en el control excesivo ni en la invasión de la privacidad. El móvil podría ser, en el futuro, una herramienta complementaria en la atención y cuidado emocional de los hijos adolescentes.
Sin embargo, como concluyen los propios autores, estos resultados deben interpretarse con cautela y no sustituir nunca la observación cercana, el acompañamiento respetuoso y, en caso necesario, la consulta con profesionales de la salud mental.
Referencias
- Whitney R. Ringwald, Grant King, Colin E. Vize, Aidan G. C. Wright. Passive Smartphone Sensors for Detecting Psychopathology. JAMA Network Open, 2025;8(7):e2519047. DOI: 10.1001/jamanetworkopen.2025.19047