Responder a preguntas tan frecuentes entre las madres y los padres como si afecta o no la alimentación al comportamiento de los niños o si el azúcar puede influir en su conducta, es la intención con la que Mª Luisa Ferrerós y Victoria Revilla se embarcaron en la escritura y publicación de este libro titulado “Dime qué come y te diré cómo se porta” (Ed. Planeta).
Mª Luisa Ferrerós es psicóloga, especialista en Neuropsicología, tiene un máster sobre Alteraciones del Sueño, del Instituto Universitario Dexeus y está acreditada para el diagnóstico clínico de la neurodiversidad por la Cornwell University de Nueva York (Estados Unidos) y la London University (Reino Unido).
Por su parte, Victoria Revilla es doctora en Biología por la Universidad de León, ha trabajado en la Unidad de Neurobiología del Laboratorio Molecular de Biología de la Universidad de Cambridge y después ha estado muy vinculada a la industria farmacéutica.
Juntas, han publicado un libro con el que quieren fomentar hábitos saludables y al mismo tiempo corregir conductas inadecuadas, relacionadas con la alimentación, en niños y adolescentes.
Ideas que algunos pediatras también se empeñan en desmentir por ejemplo a muchos padres que siguen pensando que la miel es sana o explicar que realmente no pasa nada por salir de casa sin desayunar, sobre todo si el desayuno va a estar compuesto por bollería industrial.
Somos lo que comemos
O mejor, nos comportamos dependiendo de lo que comemos. Porque cuando a nuestro cerebro no le llega suficiente magnesio puede que no estemos todo lo atentos que deberíamos en clase o estemos más irascibles. O cuando nos falta hierro durante la infancia, es posible que nuestras neuronas no se desarrollen con todo su potencial.
Si tenemos en cuenta, como dicen las autoras en este libro, que la mitad de lo que entra en el estómago de nuestros hijos va directo al cerebro, es muy probable que su alimentación tenga una influencia clara en su comportamiento aunque sea de manera inconsciente, como pasa con el hecho de que los adolescentes tengan tanto sueño que también es por su cerebro.
Ambas doctoras señalan que tenemos una dieta en la que hay demasiados productos procesados a los que no deberíamos llamar alimentos y por el contrario, nuestra alimentación está escasa en grasas buenas y en vegetales que son los que realmente afectan de forma positiva tanto al comportamiento como al desarrollo intelectual de los niños.
Así que para empezar, su primer consejo para la alimentación equilibrada de un niño es no darle cosas que no debe comer, para empezar a influir positivamente en su salud y en su comportamiento.
Comer mejor, portarse mejor
Y sobre todo desarrollarse mejor, tanto a nivel físico como cerebral, evitando con la ayuda de una buena alimentación, momentos de tristeza inexplicable o de ansiedad o de inapetencia, desde la más tierna infancia hasta la adolescencia.
La idea de estas dos especialistas de la salud es desmontar algunas de las falsas creencias tan extendidas sobre la alimentación y resolver las dudas más comunes que plantean los padres y las madres actuales en torno a la alimentación de sus hijos e hijas.
De hecho, la idea de ponerse a escribir un libro como este, le surge a la doctora Ferrerós cuando empieza a encontrar conexiones entre algunas malas conductas en niños y adolescentes y el momento de comer. Comportamientos que se repiten casi siempre antes de las comidas, instantes antes de la hora de merendar o por las mañanas justo antes del desayuno.
Malas conductas que MªLuisa Ferrerós ubica después de meriendas en las que se toma bollería industrial pero que cuando se sustituye por bocadillos, plátanos o frutos secos, prácticamente desaparecen.
Las conexiones entre el cerebro y el intestino son innegables, sabemos que podemos ofrecer alimentos para que los niños se concentren mejor. Las autoras evitan prohibir ningún tipo de alimento, para no provocar el efecto contrario y es que un alimento prohibido pase a ser el más deseado.
Una alimentación sana
Eso es lo que buscamos las madres y los padres para nuestros hijos porque entre otras cosas, sabemos que comer sano de niño previene enfermedades mortales de mayor y, por eso mismo, ambas doctoras dan una serie de sugerencias en este libro muy sencillas de seguir.
Para garantizar una alimentación apropiada para nuestros hijos:
- Debemos incluir en cada comida un tercio de proteínas, un tercio de grasas saludables y un tercio de hidratos de carbono integrales mejor para que la glucosa se libere lentamente en su organismo.
- Los niños deben comprender que comemos cuando tenemos hambre y no cuando estamos tristes o porque estamos viendo una pantalla.
- Los alimentos no pueden ser una moneda de cambio ni para motivarlos o incentivarlos ni para castigarlos. No son ni premios ni castigos y no los deben ver así nunca.

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