Una de las primeras dudas que les surge a las familias que acaban de saber que su hijo o hija tiene altas capacidades es si es bueno contárselo al menor o no. Esta pregunta no hay familia que no conviva en casa con las altas capacidades que no se la haya hecho. Y la sensación que puede generar es incluso de angustia en muchos casos por no saber qué es lo mejor para el niño o niña.
Sin embargo, en cuanto estas familias se informan, se documentan en altas capacidades y piden consejo a un especialista, lo cual es altamente recomendable —lo digo en base a nuestra propia experiencia en casa— entienden (la mayoría) que no contar a sus hijos e hijas que tienen altas capacidades es un error.
Esto, aunque sea una de las muchas personas que tiene una hija con altas capacidades, no lo digo yo, sino que lo dicen los especialistas en altas capacidades. El consenso al respecto es amplio: recomiendan decir al menor que tiene altas capacidades.

“¿Cómo puede ocultársele a un hijo su extraordinario potencial para alguna o varias actividades intelectuales, artísticas o deportivas? ¿Cómo podría llegar a ser un buen jugador de algo si no le decimos que tiene condiciones para ese algo?”, se pregunta Javier Tourón, uno de los psicólogos españoles con más conocimiento en altas capacidades.
Por qué es mejor decírselo
El motivo en el que inciden los expertos en altas capacidades para defender que lo mejor para los niños y niñas es saber cómo son es precisamente ese, que es bueno tener conocimiento sobre nuestras circunstancias y características, y más en la infancia, una etapa donde la parte emocional y social cobra mucha importancia.
Lo explica mejor Bea Sánchez, experta en altas capacidades y madre que convive con ellas en casa: “Para tener una buena autoestima, es preciso saber por qué somos como somos. Es un alivio de hecho”, dice. Para Sánchez, si no se lo decimos que tiene altas capacidades, “lo más probable es que, con la necesidad de darse respuesta, acabe sintiéndose culpable de sus diferencias y asociándolo a algún problema mental”.

Por su parte, Javier Tourón asegura que los niños y niñas con altas capacidades “saben que no son como los demás”. Afirma el experto que ellos son conscientes “de que aprenden antes que ellos, que tienen una sensibilidad para las relaciones personales y los problemas sociales muy especial, que sufren con lo que otros quizá se ríen, que sus intereses no coinciden demasiado con los de sus compañeros…”.
Este, el hecho de que ellos y ellas tengan sospechas de que algo no es igual que en quienes les rodean, es otra razón para decirles que lo único que pasa es que tienen altas capacidades. “Lo importante es que le ayude a ver que todos somos distintos, con puntos fuertes y débiles, y que algunas personas tienen puntos fuertes muy destacados como él o ella, por eso tendrán que trabajar duro para realizar todo su potencial”, dice Tourón. “Utilizar ejemplos de los deportistas, músicos, pintores y otras personas eminentes le ayudarán a explicarle la distancia que media entre tener capacidad para algo y llegar a realizar esa capacidad”, añade.
Bea Sánchez lo tiene también muy claro. “Los niños necesitan saber por qué son cómo son para quererse bien. Cada niño tendrá un tiempo distinto y una forma adaptada de conocer su alta capacidad. Pero merece tener esa información”, concluye.