El verano ya está aquí, y con él llegan las ganas de hacer mil planes en familia: excursiones, actividades al aire libre, visitas a los abuelos, días de playa, tardes de manualidades… Nos ilusionamos con la idea de ofrecer a nuestros hijos e hijas el mejor verano de sus vidas. Sin embargo, con el paso de las semanas, la energía baja, las rutinas se pierden, el caos se instala en casa y, muchas veces, lo que esperábamos como una etapa idílica se convierte en una fuente de estrés. Tanto, que acabamos contando los días para que llegue septiembre y con ello la vuelta a la rutina gracias al inicio del curso escolar.
Para que no te ocurra esa sensación tan desagradable, esta reflexión de Lucía Mi Pediatra, colaboradora de Ser Padres, puede ayudarte a mirar el verano con otros ojos: más realistas, más amables, y también más sostenibles emocionalmente.
“Cuando llega el verano, muchas de nosotras y de nosotros lo afrontamos con ganas de hacer planes, de descansar, de recuperar el tiempo que no tuvimos durante el invierno. En esos primeros días programamos muchísimas actividades. Queremos exprimir el tiempo al máximo, ofrecerles a nuestros hijos experiencias divertidas, hacer todo lo que no pudimos durante el curso. Y eso está muy bien. La maternidad muchas veces tiene también esta parte inocente, casi infantil, de imaginar el mejor verano de nuestras vidas”. Así comienza Lucía su mensaje, una especie de carta abierta para todas esas familias que llegan a julio con ilusiones desbordadas… y acaban agotadas.
La realidad se impone. Las vacaciones escolares no siempre coinciden con las de los padres, las rutinas desaparecen, y el “verano perfecto” se empieza a resquebrajar. “Empezamos con mucha energía, pero a medida que pasan los días, los niños ya no tienen sus rutinas, nuestro ritmo se vuelve más desorganizado, incluso caótico. ¿Por qué? Porque muchas veces ellos están de vacaciones, pero nosotros seguimos trabajando. Empieza el encaje de bolillos: con quién se quedan, si van a la escuela de verano, si se quedan con los abuelos, si los llevamos al pueblo, si nos turnamos los días libres…”, reflexiona la doctora.
Y entonces llega lo que nadie suele decir en voz alta. “Es una época del año de bastante estrés familiar, y de esto se habla poco. Parece que el verano implica disfrutar, y claro que debemos aspirar a eso, pero también es un momento que genera mucha tensión. A veces discutimos más, nos agotamos, tenemos la mecha más corta, y nos frustramos. Nos sentimos culpables porque teníamos muchas expectativas y, sin embargo, llegamos a finales de agosto deseando que empiece el colegio para recuperar rutinas y orden en casa”, relata.

Ajustar las expectativas es clave
Para Lucía Mi Pediatra, la solución pasa por revisar y ajustar las expectativas, repartir la carga, y entender que el descanso también es un derecho de los adultos.
“Mi mensaje es: tranquilidad. Ajustemos expectativas. Hagamos planes que gusten a todos. Un día puede ser el plan de mamá, otro el de papá, otro el del hermanito o la hermanita. Los niños también tienen que aprender que no son el centro del universo. Si un día nos quedamos en casa tranquilos, viendo una peli o jugando en calma, también está bien. No hay que llenarles la agenda de lunes a lunes. Eso no es sano ni sostenible”, dice la doctora Galán Bertrand.
Lucía Mi Pediatra agrega a la reflexión una de sus enseñanzas más valiosas: “Las vacaciones también son para que descansemos los adultos. Es una lección muy útil que podemos transmitirles desde que son pequeños: mamá también necesita descansar, también se merece vacaciones. Hoy el plan será pensado para mamá, y mañana iremos a ese sitio que a ti te encanta. Eso es educar en empatía desde pequeños” dice.

Educar desde el autocuidado y la empatía
La pediatra concluye esta interesante reflexión sobre la crianza y el verano en familia con una mirada de esperanza poniendo la mirada en esa etapa futura en la que los hijos e hijas devuelven el cuidado recibido. “Sí, estos años son agotadores. Lo sé. En verano, en invierno, con la vuelta al cole… Es una etapa en la que sentimos que apagamos fuegos constantemente, que cuidamos sin parar, que llevamos una enorme carga mental. Pero llegará un día —y esto os lo digo como vuestra hermana mayor— en el que serán vuestros hijos quienes cuiden de vosotros”, afirma.
Este momento llega, recalca la doctora Galán Bertrand. “Y ese momento es precioso. Porque ahí te reafirmas, te das cuenta de que no lo hiciste tan mal, que educaste con empatía, con generosidad, con autocuidado, y también enseñando a cuidar de los demás”, expone.
De repente, concluye Lucía Mi Pediatra, “Te das cuenta de que te cae bien tu hijo, que tu hija es única. Y ese orgullo, ese deseo de estar con ellos porque tú lo eliges, es maravilloso”.