Aprendizaje vicario: así aprenden los niños observando a otros

Este tipo de aprendizaje es una forma de autoeducación que se produce cuando nos fijamos en lo que hacen los demás y demuestra la importancia que tiene educar con el ejemplo
Madre e hija leyendo (Foto: iStock)

Los psicólogos no se cansan de repetir que la mejor forma de educar a nuestros hijos y cómo mejor aprenden cualquier cosa que queramos enseñarles es dándoles nosotros buen ejemplo de lo que predicamos. El aprendizaje vicario (una forma de autoeducación que se produce cuando observamos a los demás) demuestra, entre otras cosas, la importancia de comprometernos a educar con el ejemplo.

El aprendizaje vicario es un tipo de aprendizaje basado en la observación que nos permite aprender mientras nos fijamos en lo que hacen otros. Un término que fue formulado por primera vez por el psicólogo Albert Bandura.

Este término surgió en Estados Unidos a mediados del siglo XX, a raíz de la Teoría del Aprendizaje Social. Hasta entonces, la corriente psicológica era la conductista la cual afirma que todo aprendizaje se basa en la experiencia directa.

En cambio, el aprendizaje vicario, como explica Adrián Triglia en el artículo “Aprendizaje vicario: observando a otros para educarnos” en el portal “Psicología y Mente”, es, técnicamente hablando, aquel que ocurre al observar el comportamiento de otros individuos (y los resultados que tienen esos comportamientos).

De esta forma, apunta Triglia, se extrae una conclusión sobre el funcionamiento de algo y sobre qué conductas son más útiles o más dañinas:

“Es decir, es una forma de autoeducación que se produce cuando nos fijamos en lo que hacen los demás, no para imitarlos por el simple hecho de que lo hagan tal y como ocurriría en las modas, sino para ver lo que funciona y lo que no.”

Las neuronas espejo

El mismo autor explica que el aprendizaje vicario existe porque dentro del cerebro humano hay una clase de células nerviosas conocidas como neuronas espejo: “A pesar de que todavía no se sabe muy bien como funcionan, se cree que estas neuronas son las encargadas de hacer que seamos capaces de ponernos en la piel de otro y de imaginar cómo sería experimentar en nuestro propio cuerpo lo que hacen”.

También se cree, apunta Triglia, que las neuronas espejo son las responsables de fenómenos tan curiosos como el contagio de bostezos, por ejemplo.

El experimento de Albert Bandura

Volviendo a los orígenes de cómo se demostró la existencia del aprendizaje vicario, fue un experimento del psicólogo Albert Bandura el que demostró la afirmación de que este tipo de aprendizaje constituía una forma de educación fundamental y muy utilizada.

Bandura reunió en dos grupos diferentes a un conjunto de niños y niñas y los hizo participar en un curioso juego de observación. En este experimento, los pequeños observan un gran muñeco tentetieso (esos que a pesar de ser empujados siempre vuelven a su posición original).

Madre e hija leyendo (Foto: iStock)

Mientras en un grupo, algunos veían como un adulto jugaba tranquilamente con este muñeco, en otro grupo separado, los niños observaban cómo el adulto golpeaba y trataba con violencia al juguete.

En la segunda parte del experimento, se grabó a los niños y niñas mientras jugaban con el muñeco que habían visto antes y se comprobó cómo en el grupo que había presenciado los actos de violencia, los pequeños eran mucho más propensos a utilizar un juego agresivo en comparación con los otros niños.

En el modelo conductista tradicional, explica Triglia, esto no habría ocurrido pues todos los niños habrían tenido las mismas posibilidades de actuar pacífica o violentamente: “El experimento demostró la teoría del aprendizaje vicario espontáneo de Bandura”.

Pero la investigación no sólo sirvió para corroborar esa teoría psicológica en el ámbito académico sino que daba motivos para preocuparse y tener en cuenta la importancia sobre lo que los niños y niñas observan:

“Los padres y madres no tienen que preocuparse simplemente por no actuar de forma injusta con sus hijos, castigándolos cuando no toca o dándoles recompensas inmerecidas, sino que también deben comprometerse seriamente con dar ejemplo. En caso contrario, no sólo se puede resentir su imagen, sino que pueden estar enseñando malos hábitos sin que se den cuenta”.

Además, a partir de esta corriente, surgió en los años 70, la Teoría del Cultivo, según la cual interiorizamos creencias acerca del funcionamiento del mundo a partir de las historias ficticias construidas por la televisión, el cine y los medios de comunicación:

“Los contenidos vistos y leídos a través de los medios de comunicación pueden tener un fuerte impacto social, pues no solo podemos aprender cuáles son las acciones que funcionan y las que no, sino que también interiorizamos una imagen acerca de cómo es la sociedad en la que vivimos según el tipo de experiencias que observamos regularmente”. En este sentido, también hay que prestar atención a los contenidos que consumen los menores y como estos pueden afectar a su comportamiento, concluye el autor. 

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