¿Qué tipo de relación quieres mantener con tu hijo? ¿Cómo quieres ejercer tu autoridad como padre o como padre? ¿Cuánta seguridad quieres proporcionarle a través de ella? La psicóloga infantil, Beatriz Cazurro nos anima a plantearnos estas preguntas.
Es importante que las tengamos en cuenta y reflexionemos sobre ellas porque somos las figuras de autoridad para nuestros hijos y cualquier abuso que hagamos de ese poder que nos otorga el rol de padre o madre es una forma de violencia, explica la psicóloga.
“Todo lo que suponga ejercer nuestro rol de autoridad sin respeto es violento. Todo lo que no sea buen trato es maltrato”, sostiene rotundamente Cazurro.
En su libro, “Los niños que fuimos, los padres que somos” define la violencia en la infancia como cualquier acción u omisión no accidental que fracasa en cubrir las necesidades físicas y socioemocionales: “Estos comportamientos tienen una alta probabilidad de provocar daño en la salud emocional y en el desarrollo de los más pequeños”.
Tener en cuenta las necesidades emocionales y físicas de los niños y atenderlas de forma no violenta es muy importante, porque la forma en que entendemos y respondemos a nuestros hijos, ya desde los primeros meses va a configurar una huella cerebral que producirá ideas conscientes o inconscientes sobre su valía y la confianza que puedan tener en los demás y en el mundo.
También tendrá un impacto directo en su forma de relacionarse, en sus sentimientos, conductas y procesos cognitivos como por ejemplo, la atención y la memoria a lo largo de su vida. Por eso es importante entender lo que es la violencia si queremos que nuestros hijos puedan desarrollar seguridad en sí mismos, en nosotros y en el mundo.

Sin embargo, hay un tipo de violencia psicológica y negligencia, especialmente la emocional que es bastante desconocida. No somos conscientes del enorme impacto que tiene y que genera y que es igual de grave e importante que la violencia física.
Son violencias invisibles que se emplean de forma habitual en demasiadas familias (castigos, amenazas, sobreprotección...)y en innumerables ámbitos como el educativo o en espacios que trabajan con la infancia (la silla de pensar, por ejemplo).
Es muy importante reconocerlas para darnos cuenta de si las utilizamos (seguramente, porque las utilizaron con nosotros en nuestra infancia). Identificarlas es el primer paso para cambiarlas.
A continuación te detallamos algunas de ellas. Gracias a las explicaciones de Beatriz Cazurro podrás comprender qué tipo de mensaje interpreta un niño cuando recibe este tipo de acciones.
Cómo identificar las violencias invisibles sobre los niños
Un cachete a tiempo y otros castigos físicos. Un azote, un empujón, un zarandeo, una ducha fría, obligar a comer, lanzar objetos, cortes de pelo como castigo…Las bromas sobre pegar con la zapatilla o incluso con el cinturón siguen aún hoy inundando las redes, normalizando y justicando a las personas que lo hicieron. “Pues a mi me lo hicieron y no he salido tan mal”, solemos decir. Es necesario revisar este legado de violencia que estamos transmitiendo a la infancia.
"Las personas que defienden el castigo físico lo hacen en nombre del respeto a los mayores, la obediencia, la buena educación o la prevención del peligro. Lo que no suelen ver es el miedo, la alerta, la desconfianza y la sensación de poca valía que subyace bajo ese aparente respeto a la norma", alerta la psicóloga
“Hay algo malo en ti”, “Tengo derecho a hacerte daño”, “Me importa más que hagas lo que yo quiero que tú mismo/a”, “La violencia es una opción válida” es el tipo de mensajes que interpretan los niños cuando reciben un castigo físico.
Amenaza Cuando comunicamos a los niños de forma anticipada un posible daño si no cumplen con ciertas exigencias o condiciones, estamos amenazándolos. "Son un abuso de poder que no se puede justificar diciendo que son advertencias porque no lo son". Advertir es ofrecer información, anticipar algo que va a ocurrir porque ha sido acordado con el niño o decidido por los padres y busca dar seguridad. Por ejemplo: “Recuerda que antes de cenar, recogemos los juguetes”. En cambio, el objetivo de la amenaza es conseguir el control, anticipar un castigo que ocurrirá si no obedece y busca generar miedo: “O recoges los juguetes o los tiro a la basura”.
Chantaje: Es una forma de manipulación, de generar sentimientos desagradables en el otro para que, finalmente, ceda a nuestros deseos: "Cuando chantajeamos, presionamos a los niños para que cumplan con lo que deseamos, generalmente en contra de lo que ellos necesitan. Los niños nos necesitan y van a hacer lo imposible por que los queramos aunque eso suponga ir en contra de sí mismos".
Cuando les decimos “Si no le das un beso a tu abuela se va a poner muy triste” o “Si no lloras, te doy un caramelo” les estamos chantajeando y transmitiendo mensajes como “Es más importante que te adaptes a lo que yo quiera que como te sientes” o “Los sentimientos de los demás son más importantes que los tuyos”.
Humillación: Esta forma de maltrato hiere la dignidad de las personas, daña mucho la autoestima y la identidad. Cualquier etiqueta, insulto o comentario destinado a hacer sentir a los niños que son inadecuados entra en esta categoría: “Eres tonta”, “Mira que eres llorona”, “Tu hermano se porta mejor y es más pequeño”, “Deja de pedirme cosas, eres una pesada” “He compartido el video tan gracioso de tu caída”…Con estos comentarios los niños interpretan “Tienes que ser como a mi me gusta”, “Si te sales de lo que yo quiero o deseo, mereces que te humille”, “No me importa tu intimidad” o “Los demás tienen derecho a reírse de ti”.
Premio: A veces utilizamos la palabra premio para referirnos a lo que en realidad son chantajes. "Cuando utilizamos premios para presionar a un niño para que deje de hacer algo o lo haga solo para complacernos, estamos siendo violentos". Este tipo de exigencia entorpece el desarrollo del niño. No se trata de que no podamos hacer regalos desde un sentimiento genuino de orgullo, sino de utilizar estos regalos de manera recurrente como forma de manipulación.
Sobreprotección: Esta es una palabra edulcorada para nombrar el control, afirma Cazurro: "Cuando sobreprotegemos estamos tratando de controlar las acciones de nuestras hijos, su forma de sentir e, incluso, su forma de pensar. Suele ir asociada a inculcar miedos e inseguridades nuestras en asuntos para que los que nuestros hijos en realidad están preparados, limitándoles así su posibilidad de individualizarse y crecer"
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