Una pedagoga nos explica por qué los castigos no sirven para nada y cuál es la mejor alternativa

¿Se puede educar sin recurrir a los castigos? Si, se puede y se debe hacer así. La pedagoga experta en educación emocional y autora del libro "Infancia bien tratada, adolescencia bien encaminada", Leticia Garcés, nos explica cómo lograrlo.
castigos a los hijos

Para educar no hay recetas mágicas, ni manual de instrucciones. Sin embargo, existen suficientes razones para creer que la parentalidad positiva, un estilo educativo con respaldo científico, nos permite educar de forma más consciente y respetuosa sin necesidad de recurrir a premios ni castigos, como fuimos educados la gran mayoría.

Esto es lo que sostiene la pedagoga especializada en educación emocional, Leticia Garcés, en su nuevo libro “Infancia bien tratada, adolescencia bien encaminada”. En este obra trata, entre otros temas, la diferencia entre castigos, consecuencias y límites, siempre desde la revisión continua de nuestra mirada hacia la infancia.

Para educar no es necesario recurrir a los castigos”, nos dice Garcés, “porque sólo son útiles para reconducir conductas de personas ya educadas. Por ejemplo, las multas de tráfico modifican nuestra conducción ante un posible radar, pero no nos hacen mejores conductores”.

Desde una educación más consciente, se puede identificar cuál es la mejor manera de que un niño o adolescente aprenda algo concreto y necesario para su desarrollo, pero no todos necesitan aprender lo mismo, ni de la misma manera, añade la experta.

Por ejemplo, si nuestro hijo le rompe el dibujo que está haciendo su hermano, necesita asumir una consecuencia reparadora. En este caso, podemos preguntar al afectado si quiere que su hermano le haga otro dibujo (no será el mismo que él estaba haciendo) o, tal vez, es mejor y prefiere que le pida disculpas.

"Infancia bien tratada, adolescencia bien encaminada", obra de Leticia Garcés. - Imagen cedida por la editorial

Otro ejemplo: si un adolescente llega más tarde de la hora acordada y le decimos que al día siguiente saldrá media hora más tarde, esto no le permite hacerse responsable de su hora de llegada, ni ser consciente de como afecta su retraso al resto de la familia.

También es común que cuando obtienen malas notas les dejemos sin móvil o sin ver la tele: “Esto no les enseña a mejorar la organización y planificación académica. Otra cosa muy distinta es que usemos parte del tiempo de ocio para aumentar el estudio”.

Claves para aprender a educar sin castigar

Una vez asumimos que los castigos no tienen utilidad y a nuestros hijos no les sirven para aprender y mejorar su comportamiento, le preguntamos a Garcés, ¿qué alternativas existen entonces? La pedagoga contesta:

  • La alternativa a los castigos, sin duda, son los límites bien puestos que generan seguridad. Ahora bien, es necesario ponerlos de forma consciente, respetuosa y afectiva. Esto demuestra, a su vez, el autocontrol y la autoridad del adulto. Pero poner un límite no termina cuando le das una indicación al niño o adolescente, aclara Garcés, sino cuando entiendes que dejar de hacer algo placentero genera tanta frustración que la primera respuesta ante esos límites es normal que sea “no”, “espera”, “más tarde”, “un poco más”…
  • El siguiente paso, entonces, es comprender que el cerebro del niño está programado para la supervivencia y experimentar emociones placenteras, por lo que obedecer a la primera les va a resultar muy difícil. Sólo va a responder a la primera si experimenta miedo a través de la amenaza, el grito o el castigo, explica la pedagoga, porque su amídgala reacciona instantáneamente cuando percibe que está en peligro. Por este motivo, el menor reacciona sin pensarlo y nos puede parecer que esta es una forma efectiva de corregir, pero sin embargo, esto es un error.
  • Entonces, ¿qué se puede hacer? “Si lo último que queremos es violentar a nuestros hijos y recurrir a condicionamientos para que obedezcan, tendremos que ser firmes en nuestra petición, ser insistentes y acompañar la conducta hasta verla realizada. No es lo mismo apagarle la tele enfadada porque no me hace caso (castigo), que apagar la tele concienzada a la hora acordada porque sigue encendida y entendemos que si el niño está enojado es difícil que tenga una actitud de colaboración (límite).

Recomendaciones de Leticia Garcés para Ser Padres

Para poner en marcha una educación sin castigos, Garcés nos recomienda:

  1. Los niños no aprenden a mejorar un comportamiento porque les hagamos pagar mediante una sanción cualquiera. Si no le ven sentido, ni les permite llevar a cabo una reacción reparadora, no aprenden lo que necesitan mejorar.
  2. Para aprender es necesario poder hablar de lo sucedido, pero es difícil que surja una conversación de confianza con nosotros, si consideran que no les hemos comprendido o si se han sentido juzgados o señalados públicamente.
  3. Los niños aprenden cuando les ayudamos a ser conscientes del daño generado y les damos la oportunidad de implicarse de alguna manera en la reparación. Esto les acerca a la responsabilidad y les aleja de la culpabilidad.
  4. Los castigos, generalmente, se ponen desde un enfado no consciente y poco regulado, se aplican de forma desproporcionada y sin demasiada relación con la conducta a mejorar. Esto rompe los puentes de comunicación entre padres e hijos.
  5. Los niños que reciben demasiados castigos en la infancia aprenden a recurrir a la mentira como una estrategia de supervivencia, ocultarse en la mirada del adulto y a culpar  a otros de sus problemas, en lugar de asumir la parte que les corresponde. 

TAMBIÉN LEE:

Recomendamos en