Mar Romera es psicopedagoga, maestra y presidenta de la Asociación Pedagógica Francesco Tonucci que sin ánimo de lucro trabaja por la dignidad y los derechos de los niños y las niñas. Ella ha escrito distintos libros sobre educación, infancia y escuela y es habitual invitada a dar charlas y conferencias para exponer su punto de vista sobre la educación infantil y juvenil.
En esas charlas se le puede escuchar como defiende la necesidad de educar a los niños y a los jóvenes en la trascendencia, algo que no es que no estemos haciendo sino que está ocurriendo justo al contrario.
Ella señala que “estos chicos educados en comida rápida, envases rápidos y todo muy rápido no entienden la trascendencia” a lo que añade una de sus preocupaciones relacionadas con la infancia y la adolescencia: “me tiene muy preocupada instagram porque ninguno se plantea la trascendencia en su vida.”
No puede haber educación si no educamos en la trascendencia, señala Mar Romera.
Trascendencia y autoconcepto
Casi van de la mano ambos conceptos al darnos cuenta de que las personas podemos pensar nuestras emociones, podemos recordarles y podemos entender su trascendencia pero para eso, el ser humano “necesita ser educado en la trascendencia”.
Para Mar Romera trabajar las emociones es una necesidad y debe realizarse tanto en la familia como en la escuela pero para ello hay que trabajar “lo primero el autoconcepto, no la autoestima.”
La “necesidad de parecer” se está empezando a ver entre niñas y niños y es algo que merece la pena que nos preocupemos y nos ocupemos cuanto antes, según ella misma reconoce.
“Los adultos estamos más obligados a las apariencias”, matiza en una de sus charlas y ahora “uno de los principales problemas de la adolescencia y que está empezando a llegar a la infancia es la falta de autoconcepto que no de autoestima, y su manejo en las redes sociales. Todo es parecer.”
La trascendencia tiene que entrar en la escuela
Tiene que entrar en la escuela y con ella sus valores aunque ella matiza para que no haya posibilidad de confusión, que en su opinión “la trascendencia espiritual no tiene por qué estar unida a la religión.”
Mar Romera lo explica con una imagen y una descripción muy sencilla y al mismo tiempo tan acertada como bonita: “Un profe de verdad debería tener los sentidos muy abiertos. Mirar con ojos de niño, a la altura del niño. Oreja verde, para poder oír lo que los niños tienen que decir. El paladar del mejor de los cocineros, para saborear cada minuto de escuela como si fuera el último, olfato para intuir lo que tu necesitas y tocarte, permitir la experiencia.”
Porque como ella misma añade, las personas independientemente de nuestra edad “aprendemos cuando a quien tenemos enfrente se convierte en tu referente. Me dan igual los métodos, me importa que haya una persona tan amorosa, con ojos que admiran y no solo vigilan, que realmente se convierta en referentes de los chicos.”
Porque los cambios que produce el aprendizaje no pueden llegar por imposición, los cambios “vienen por una transformación del mundo interior, del yo interior. Eso es la disciplina que se va a generar por autoridad y por respeto, por presencia real del adulto que se convierte en referente cuando es digno de serlo.”

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