Alberto Soler también piensa que “edulcorar” los cuentos infantiles no beneficia a los niños

Y no es el único que habla de ello, de la sobreprotección injustificada que demasiadas veces se plantea sobre la infancia en conceptos y ambientes que no son los que precisamente más requieren de nuestra protección.
Niñas leyendo un cuento

Alberto Soler ha compartido en sus redes sociales, como suele hacer de forma habitual, su opinión sobre la tendencia de edulcorar o suavizar los cuentos infantiles. Esas revisiones que vemos sobre cuentos tradicionales y sobre algunos de los mejores escritores de literatura infantil de la historia.

El conocido psicólogo señala  que no podemos abusar de las historias super positivas, supuestamente saludables y educativas. Nuestra tarea como padres y madres preocupadas por la educación y el bienestar de nuestros hijos es enfrentarles con relatos más realistas. 

No se trata de ponerles delante de la televisión cuando hay un informativo pero tampoco de contarles una ficción porque “un lobo no invita a una ovejita a cenar y toman juntos sopa de verduras” como dice Alberto Soler en sus redes. 

La realidad es la que es y la que debe ser, “un lobo se la zampa sin pensárselo, porque forma parte de su naturaleza de lobo y no es razonable esperar otra cosa de él.”

La peligrosa sobreprotección

La protección malentendida por parte de los adultos. No estamos educando a nuestros hijos para que tengan un desarrollo saludable si no les mostramos que la realidad tiene ciertos peligros, que pueden encontrarse en situaciones incómodas durante su vida, señala el psicólogo. Con la sobreprotección les estamos quitando oportunidades de conocimiento y aprendizaje.

Aunque pensemos que lo hacemos por su bien, aunque tengamos la mejor de las intenciones, la verdad es que rodearles en exclusiva de historias que Alberto Soler define como “super positivas, educativas y saludables”, lo que consigue es que les eliminemos lo que la pedagoga Mar Romera define como “entrenamiento emocional”.

Primero les leeremos y les contaremos cuentos donde no siempre pasan cosas positivas, después aprenderán a perder en “una partida de parchís, después una amiga no me invitará a su cumple,... si me has evitado todo el proceso de adaptación y entrenamiento emocional” cuando llegue por ejemplo un desengaño amoroso propio de la adolescencia o la pérdida de un familiar, el niño o la niña, nuestro hijo, no estará preparado para afrontarlo, tal y como comentaba Mar Romera en una charla con educadores y alumnos.

A la vista de lo que señalan ambos quizás habría que replantearse donde vemos el peligro para nuestros hijos como madres y padres. Porque podemos modificar los cuentos infantiles para que nuestros hijos no se enfrenten al lobo y al mismo tiempo, somos capaces de poner en sus manos un teléfono móvil sin hablarles de lo que supone, sin explicarles prácticamente nada sobre lo que van a encontrar y a qué van a acceder, y dejando que se encuentren con verdaderos “lobos” a través de esa pantalla.

¿No confías en tu propio hijo?

Según Alberto Soler, esa sobreprotección, aunque sea de forma inconsciente, nos sale por la poca confianza que tenemos en los recursos de los niños. No somos capaces de asumir que los niños y las niñas pueden entender que el lobo se va a comer a Caperucita, del mismo modo que van a entender que ellos tampoco deben ir andando solos por el campo o por la calle o que no deben confiar demasiado en los desconocidos.

Para la dramaturga Itziar Pascual, Premio Nacional de las Artes Escénicas para la Infancia y la Juventud “es frecuente encontrarnos con obras literarias, teatrales o incluso cinematográficas que en un principio no fueron concebidas para el público infantil y/o juvenil pero que con el paso de los años se han convertido precisamente en grandes clásicos de la literatura” precisamente infantil y juvenil.

Cambiar los cuentos tradicionales puede ser una mala idea

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