En el acelerado mundo moderno, uno de los mayores desafíos que enfrentan madres y padres es lidiar con el estrés del tiempo. Este fenómeno surge cuando la percepción adulta del tiempo en constante movimiento entra en conflicto con la forma en que los niños experimentan el paso de los minutos y las horas. Este desajuste en la percepción del tiempo puede generar frustración y tensión fundamentalmente en los adultos como es obvio. Los padres y las madres, con nuestro habitual ritmo acelerado, a menudo esperamos que los niños se adapten a su horario sin comprender cómo esto puede afectar al comportamiento infantil.
La impaciencia ante la lentitud de los niños puede llevar a conflictos innecesarios, agotamiento emocional y una sensación de culpabilidad por parte de los cuidadores. Entender estas diferencias puede ayudar a asumir la importancia de la paciencia a la hora de educar a los niños y al mismo tiempo, a reducir la impaciencia en la crianza y permitir disfrutar más del presente con los hijos.
El tiempo acelerado
La percepción del tiempo varía entre adultos y niños debido a diferencias en la forma en que nuestros cerebros procesan el tiempo. Según el neurocientífico y profesor estadounidense Dean Buonomano, autor del libro “Tu cerebro es una máquina del tiempo” (Editorial Pinola), el cerebro humano funciona precisamente como una “máquina del tiempo” que recuerda el pasado y anticipa el futuro para adaptarse al entorno.
Esa búsqueda de poder ir adaptándonos y anticipando el futuro, con el paso de los años, nos lleva a los adultos a querer llevar una vida adulta estructurada por horarios, responsabilidades y plazos, lo que nos crea una sensación de urgencia constante que se contrapone a cómo viven los niños en el presente, en el aquí y en el ahora. Para ellos, la hora del reloj es menos relevante que su experiencia subjetiva del momento. Un paseo al parque puede sentirse como una aventura infinita, mientras que para un adulto puede ser una actividad más en una agenda ocupada, por eso tampoco es malo de vez en cuando aprender a abrazar el azar y tomar nota de las enseñanzas que hay a veces en las crisis y las sorpresas que nos reserva la crianza, cuando menos lo esperamos.

Sincronicemos los relojes
La clave para evitar el estrés del tiempo en la crianza radica en encontrar un equilibrio entre las necesidades temporales que tenemos los padres y las madres, frente a las que tienen nuestros hijos.
Algunas estrategias que se pueden implementar para lograrlo serían:
- Ajustar las expectativas. Los adultos deben aceptar que los niños tienen un ritmo propio. En lugar de enfocarse en la eficiencia, es importante priorizar la conexión emocional y el disfrute del momento. Por ejemplo, si un niño tarda mucho en vestirse, verlo como lo que es en realidad, una oportunidad para enseñar habilidades en lugar de una molestia.
- Practicar la atención plena (mindfulness). El mindfulness ayuda a los padres a centrarse en el presente y reducir la ansiedad por el tiempo. Respirar profundamente y observar el entorno antes de reaccionar nos puede ayudar a manejar situaciones de tensión y nos puede enseñar cómo dejar de perder la paciencia con los niños. Además, compartir esta práctica con ellos puede enseñarles cómo manejar sus propias emociones.
- Crear rutinas flexibles. Si bien es importante tener una estructura diaria, las rutinas deben ser flexibles para permitir espontaneidad, lo justo por ejemplo para convertir el caos de la mañana con los niños en un remanso de paz. Esto da espacio a los niños para explorar y aprender sin sentir la presión constante del tiempo aunque es una evidencia científica el hecho de que las rutinas predecibles también proporcionan seguridad emocional a los niños.
- Compartir la gestión del tiempo. Involucrar a los niños en la planificación de actividades puede ayudar a que se sientan más motivados a cumplir con horarios. Por ejemplo, preguntarles cuánto tiempo creen que necesitan para ciertas tareas fomenta la autonomía y reduce la resistencia.
- Priorizar el juego y la conexión emocional. El tiempo de calidad no se mide por la duración, sino por la conexión emocional. Dedicar tiempo exclusivo para jugar o conversar sin distracciones fortalece el vínculo familiar y ayuda a los niños a sentirse vistos y valorados.

Aprender a improvisar
Uno de los mayores regalos que los padres pueden dar a sus hijos es aprender a soltar esa necesidad de controlar cada minuto del día. La investigación sugiere que los recuerdos infantiles más preciados no están relacionados con la puntualidad, sino con experiencias significativas compartidas.
Buonomano también explica en su libro y a lo largo de sus investigaciones, que nuestra percepción del tiempo puede distorsionarse debido a factores externos y emocionales, lo que hace que ciertos momentos parezcan más largos o más cortos de lo que realmente son. A lo largo de su carrera profesional, Buonomano ha desarrollado distintas teorías muy influyentes sobre cómo el cerebro mide el tiempo, proponiendo que no depende de un reloj interno, sino de las dinámicas neuronales intrínsecas.
Por eso, practicar la paciencia y permitir momentos de pausa puede enriquecer la vida familiar, siempre teniendo en mente que los niños están aprendiendo a manejar el tiempo, por lo que darles espacio para la experimentación y el error siempre les será de gran ayuda. Como evitar en la medida de lo posible, el estrés del tiempo durante la crianza, algo que requiere de un cambio de mentalidad que nos ayude a comprender las diferencias en la percepción del tiempo que tenemos los adultos y que tienen los niños.
Llegar a sincronizar nuestros ritmos no es una tarea sencilla pero merece mucho la pena porque implica que se reduzca la impaciencia y se disfrute mucho más del presente y de la conexión entre todos los miembros de la familia.
Al final del día, lo más importante no es cuánto logramos hacer, sino cuánto logramos conectar. Al adoptar una actitud más compasiva y presente, madres y padres pueden transformar el tiempo en un aliado para una crianza más plena y feliz y dejar de sufrir la angustia que nos provoca el estrés del tiempo en la crianza.
