¿Por qué el tiempo parece ir más rápido cuando nos convertimos en padres?

La ciencia nos dice que el tiempo parece ir más rápido cuando somos padres y nuestro cerebro tiene la culpa aunque podemos ralentizarlo.
el tiempo parece ir más rápido cuando somos padres

Si eres padre o madre, seguro has sentido que los primeros años de vida de tu hijo han pasado en un suspiro. Lo que parecía un largo camino desde el nacimiento hasta el primer día de colegio se ha desvanecido en un abrir y cerrar de ojos pero ¿por qué ocurre esto? Lo cierto es que la ciencia nos ofrece algunas respuestas fascinantes sobre la percepción del tiempo y cómo nuestro cerebro procesa en concreto la experiencia de la paternidad.

La percepción de que el tiempo se acelera en la paternidad también se debe a la teoría del tiempo prospectivo y retrospectivo. Cuando anticipamos un evento, como el nacimiento de un hijo, el tiempo parece avanzar lentamente. Sin embargo, cuando miramos atrás, el cerebro reconstruye la experiencia basándose en los recuerdos almacenados, lo que hace que los periodos con menos eventos novedosos se perciban como más cortos.

Además, el cerebro usa razonamientos basados en la proporción de tiempo vivido. Para un niño de 5 años, un año representa el 20 % de su vida, mientras que para un adulto de 40 años, solo es el 2,5 %. Esta diferencia hace que cada año nos parezca más corto a medida que envejecemos.

La percepción subjetiva del tiempo en la edad adulta

Desde la neurociencia y la psicología, se ha demostrado que nuestra percepción del tiempo no es constante, sino que varía según nuestras propias experiencias y la forma en que nuestro cerebro procesa los recuerdos. 

Como explica el neurocientífico Dean Buonomano en su último libro “Tu cerebro es una máquina del tiempo” (Ed. Pinolia), la forma en que sentimos el paso del tiempo depende en gran medida de la cantidad de información que procesamos en cada momento.

Dean Buonomano es un reconocido neurocientífico y profesor estadounidense, muy respetado por la comunidad científica por su investigación en neurociencia y en la percepción del tiempo. 

Un ejemplo claro de esta variabilidad es lo que se conoce como la "paradoja de las vacaciones": cuando vivimos experiencias nuevas e intensas, como puede ser un viaje de ocio o vacaciones, los días parecen fugaces en el momento, pero cuando los recordamos, los sentimos más largos y llenos de detalles. 

Sin embargo, las rutinas repetitivas hacen que el tiempo se perciba más lento en el presente, pero retrospectivamente, parecen haber transcurrido en un breve instante.

Este mismo principio se aplica a la paternidad: cuando tenemos un hijo, los primeros meses están llenos de novedades, aprendizaje y momentos inolvidables. Sin embargo, una vez que se establece una rutina (cambio de pañales, alimentación, sueño,...), nuestro cerebro deja de registrar estos momentos con el mismo nivel de detalle, lo que hace que, al mirar atrás, parezca que el tiempo ha volado.

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"Tu cerebro es una máquina del tiempo", de Dean Buonomano (Ed. Pinolia)

La memoria y el tiempo

El cerebro humano no mide el tiempo de manera objetiva, lo que va haciendo es utilizar marcadores de memoria para estimar la duración de un período determinado. Como menciona Buonomano, cuanto más fragmentada y detallada es una experiencia en nuestra memoria, más larga parece haber sido.

De hecho, en su última obra, el neurocientífico Dean Buonomano recurre a la biología evolutiva, la física y la filosofía para exponer su teoría sobre cómo interpretamos y percibimos el tiempo. 

En la infancia, todo es nuevo y cada día está lleno de descubrimientos. Por eso, los años parecen eternos. En la edad adulta y especialmente a lo largo de la paternidad, muchas actividades se vuelven rutinarias y predecibles, lo que reduce la cantidad de eventos únicos que vamos almacenando en la memoria. Esto explica por qué los primeros años de vida de nuestros hijos parecen comprimirse en el tiempo cuando los recordamos.

El paso del tiempo en la paternidad no es una ilusión, sino una realidad subjetiva que ha ido moldeando nuestra memoria y la forma en que nuestro cerebro procesa las experiencias. Aunque no podemos detener el tiempo, sí podemos hacer que nuestros recuerdos sean más ricos y duraderos, disfrutando consciente y plenamente de cada etapa del crecimiento de nuestros hijos.

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Una futura mamá viendo la ecografía de su embarazo. - Imagen: Amr Taha, Unsplash

Aprende a ralentizar el tiempo

Si sientes que el tiempo pasa demasiado rápido con tus hijos, hay formas de contrarrestar esta sensación. 

Dean Buonomano sostiene que el cerebro humano es un sistema complejo que no solo mide el tiempo, sino que aunque parezca increíble también lo crea. Para este investigador el cerebro construye nuestra percepción del flujo cronológico y nos permite «viajar mentalmente en el tiempo», simulando acontecimientos tanto futuros como pasados.

La clave está en empeñarnos por generar más recuerdos significativos y algunas de las estrategias más eficaces incluyen:

  • Romper la rutina: Realizar actividades nuevas en familia crea recuerdos más ricos y detallados, algo tan sencillo como enseñar a tus hijos algunos juegos de tu infancia puede ser una buena manera de empezar.
  • Practicar la atención plena (mindfulness): Prestar atención plena a los momentos cotidianos ayuda a que el cerebro los registre con más detalle, puedes empezar por hacer mindfulness en casa con tus hijos, para compartir esos momentos también con ellos.
  • Registrar momentos importantes: Escribir un diario o tomar fotografías permite reforzar la memoria de ciertos eventos, puedes enseñarles a escribir un diario de gratitud que además les ayudará a afrontar los momentos difíciles cuando lleguen.
  • Dedicar tiempo exclusivo: Momentos de calidad sin distracciones generan experiencias más memorables.
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Una familia feliz en la playa. - Imagen: Pixabay

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