No se puede asegurar al cien por cien, al menos no de momento, pero sí hay cierta verdad en señalar que cuando el feto en gestación está expuesto a unos alimentos determinados, es más fácil que cuando el bebé ya haya nacido se muestre más atraído hacia ellos. Incluso es probable que le gusten.
La ciencia y distintos equipos de investigadores, siguen dando vueltas a esta posibilidad, a que la alimentación de las mujeres durante el embarazo, sobre todo en el último trimestre, tenga una influencia real en los gustos y las preferencias de los futuros bebés a la hora de alimentarse.

El aroma de las especias
Sobre eso se centró uno de los primeros estudios que buscaba demostrar la influencia de la alimentación de las mujeres durante sus embarazos, sobre los gustos de sus futuros bebés.
Se desarrolló en Francia, en el año 2000 y se observó el comportamiento de 24 bebés recién nacidos a cuyas madres se las había dividido en dos grupos, un grupo estuvo expuesto a la especia del anís, tanto en comidas como en bebidas. El otro grupo no tomó nada que llevara esa especia en su preparación.
Cuando los niños nacieron se les expuso al olor del anís, aquellos cuyas madres habían ingerido esta especia mostraron interés por el olor, mientras que los demás mostraron neutralidad o incluso en algunos casos, aversión.
Los zumos y sus sabores
Si con el primer estudio demostraron que algo de cierto había en la idea de que lo que comen las mujeres durante el embarazo, influye en los gustos de sus hijos, en este segundo estudio realizado solo un año después quisieron confirmar esta idea.
Lo llevaron a cabo en Estados Unidos y allí, los investigadores hicieron tres grupos con mujeres embarazadas.
A uno de los grupos se les administró zumo de zanahoria durante cuatro días a la semana en el último trimestre del embarazo. Pasado el parto, durante los dos primeros meses de lactancia se cambió el zumo de zanahoria por agua.
A un segundo grupo se le administró agua durante el último trimestre del embarazo y en los dos primeros meses de lactancia tras el parto, se cambió a zumo de zanahoria. Y por último, el tercer grupo fue el grupo de control que nunca tomó zumo de zanahoria.
Cuando los bebés dejaron la lactancia materna se les dio a probar un cereal neutro con sabor a zanahoria. Aquellos bebés que habían estado expuestos durante la gestación o durante la lactancia al sabor de esta hortaliza se sorprendieron menos con este sabor, incluso a alguno le gustó, en mayor medida que los bebés que formaron parte del grupo de control.
¿Qué pasa con la comida basura?
Nadie discute el hecho de que los bebés tragan y “respiran” mínimas cantidades de líquido amniótico durante el embarazo, por lo que es lógico llegar a la conclusión de que si este lleva algún olor o sabor de aquellos alimentos que ingieren sus madres, ellos están más o menos familiarizados con esos olores y sabores al nacer.
En 2013 un equipo de científicos en Australia investigó esta relación entre el feto y la madres a través de una investigación con ratas a las que se las alimentó con comida basura durante la gestación de las crías y después, durante el periodo de lactancia.
La observación de sus comportamientos llevó a los investigadores a apreciar como se activaban las vías de recompensa del cerebro, tanto en los animales adultos como en sus crías.
Pudieron observar como las crías se insensibilizar a la comida basura, como si llevaran mucho tiempo comiéndola, como si les hubiera afectado el hecho de que sus madres la estaban comiendo habitualmente durante su embarazo.
Esto no se puede traducir en afirmar que la alimentación que siguen las mujeres durante su embarazo vaya a ser totalmente decisiva para su futuro bebé pero es cierto que la costumbre o el habituarnos a algo, nos ayuda a desarrollar preferencias.

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