Un estudio reciente elaborado por la universidad Jaime I de Castellón ha demostrado científicamente lo que muchas personas, especialmente madres y padres, se olían: tener hijos en casa mayores de 30 años no es positivo para las madres. Lo noticiable, más allá de la confirmación de la evidencia, es que, mientras los abuelos impactan significativamente en la salud mental de la madre, este estudio confirma que impacta negativamente en el bienestar de ellas, no así de los hombres.
La Encuesta Financiera de las Familias, de la que es responsable el Banco de España, que la publica de forma trienal, señala que más del 40% de los adultos entre 25 y 34 años de los países del sur de Europa, categoría que incluye a España, viven en casa de sus padres. Este dato tampoco es sorprendente, ¿verdad?
Puede serlo, pero en todo caso de forma positiva, que según el mismo indicador, la edad promedio en la que este grupo de edad se emancipa sea de 29,8 años. Seguro que muchos pensaban que ya estaría por encima de los 30 años dadas las circunstancias económicas, a las que se añaden las culturas, ya que en el Mediterráneo los lazos familiares suelen, la necesidad de cercanía al núcleo familiar, suele ser mayor que otras zonas de Europa o de Norteamérica, por ejemplo.

A partir del análisis exhaustivo de los datos publicado en este informe público, el Grupo de Economía Experimental y Computacional de la Universidad Jaime I de Castellón, con la incorporación al Área de Fundamentos del Análisis Económico del departamento de Economía procedentes de la Universidad de Sheffield de los docentes e investigadores María José Gil-Moltó y Arne Risa Hole —Hole es especialista en las áreas de Economía de la Salud y Microeconometría y Gil-Moltó en Microeconomía—, ha abierto una línea de investigación con el objetivo de saber más, entre otras cosas, acerca de la relación entre economía y bienestar.
Y una de las primeras conclusiones a las que ha llegado el equipo de investigadores españoles es que no es positivo ni beneficioso, sino todo lo contrario, que convivan en el mismo hogar progenitores de 50 a 75 años con hijos o hijas mayores de 30 años. No lo es, apunta el estudio, para las madres, en cuyo bienestar tiene esta situación personal un impacto negativo, sobre todo si los hijos son hombres. Así lo han expresado los expertos de la universidad castellonense en el artículo ‘The impact of adult children living at home on the well-being of Spanish parents: evidence from panel data’, publicado en Social Science & Medicine.
Para llegar a estas conclusiones, el equipo de investigación de la universidad castellonense ha tomado como punto de partida la respuesta que los adultos, padres y madres, entre 50 y 75 años han dado en la citada encuesta elaborada por el Banco de España acerca del grado de satisfacción que tienen con sus respectivas vidas. Se incluyen matices familiares como la emancipación de los hijos o la posible vuelta de estos al hogar familiar.
En este sentido, el estudio concluye que son las madres quienes presentan niveles de satisfacción más bajos, empeorando su calidad de vida y, en consecuencia, su bienestar, el factor de tener hijos en casa mayores de 30 años. Esto, en cambio, no ocurre con los hombres (padres), por lo que los investigadores deducen que puede existir una carga mayor en las mujeres cuando se da esta circunstancia familiar.

“En un contexto internacional en el que la convivencia entre padres e hijos es cada vez más común desde la crisis financiera y, en los últimos años por el incremento del coste de la vida, es importante tener en cuenta que la convivencia entre generaciones puede afectar negativamente el bienestar de los progenitores y, en particular, según mostramos en nuestro estudio, el de las madres”, apuntan los investigadores.
En su opinión, “esto sugiere un motivo adicional para elaborar medidas de política económica y social que contribuyan a facilitar la emancipación de los jóvenes”, explican María José Gil-Moltó y Arne Risa Hole, que consideran que sería interesante estudiar el impacto contrario: cómo afecta en el bienestar de los hijos mayores no poder emanciparse. El equipo de expertos de la universidad castellonense espera poder analizarlo en el futuro.