Si preguntásemos a un psicólogo infantil por las consultas que más hacen los padres en consultas, estamos seguros de que las rabietas estarían entre los primeros puestos del ranking. Las rabietas de los niños, que suelen llegar cuando cumplen dos o tres años, son, a menudo, unos de los aspectos que ponen a prueba la paciencia de cualquier adulto.
Tendemos a pensar que, cuando el niño tiene una rabieta, está intentando llamar nuestra atención o está hablando su ‘yo’ más ‘caprichoso’, capaz de cualquier cosa con tal de conseguir lo que quiere. Otras veces, somos los adultos los que restamos importancia con frases como ‘no puedes ponerte así por esa tontería’ sin pensar que, efectivamente, sí pueden y no lo hacen a propósito ni para llamar la atención.

¿Por qué los niños tienen rabietas?
“Una rabieta no es más que la expresión conductual de una emoción desagradable que siente el niño y que, debido a su inmadurez, no sabe expresar de otra manera”, contaba a Ser Padres la psicóloga infantil Úrsula Perona. “Los padres tienden a corregir esa conducta con disciplina, porque suelen pensar que esas conductas son debidas a una falta de obediencia, a un desafío o a un intento de manipulación”, continúa la experta. Pero, de acuerdo a sus palabras, esos comportamientos son debidos a otras causas, entre las que no se encuentran el deseo desafiante del menor.
Las rabietas suelen ocurrir, principalmente, cuando los niños tienen sueño o están cansados, cuando tienen hambre, cuando sufren una hiperestimulación o cuando se aburren.
“La emoción que desencadena una rabieta ocurre en una zona del cerebro que son las amígdalas cerebrales. Estas son automáticas e inconscientes, así que debemos permitir esa emoción”, argumenta el psicólogo infantil Rafa Guerrero.
El único método capaz de calmar una rabieta
“A veces, los niños más enrabietados piden que sus pdres les tomen en brazos y sus padres les niegan el abrazo pensando que es otro capricho que no se merecen hasta que estén más calmados”, dice el neuropsicólogo Álvaro Bilbao. “Sin embargo, ese abrazo es una petición de socorro para intentar unir los cables que la rabieta ha cortocircuitado y, si el niño lo pide o se deja, es tremendamente útil”, continúa.
De hecho, de acuerdo a sus palabras y las palabras de otros muchos expertos, un abrazo es, en muchas ocasiones, la única forma en la que los padres podemos calmar una rabieta infantil. Cabe destacar que el objetivo final de ese abrazo no es corregir la rabieta que está teniendo, sino intentar calmar su comportamiento para que pase lo antes posible.
Eso sí, para que sea efectivo tiene que cumplir con una premisa indispensable: el niño debe querer recibirlo. También nos podemos encontrar pequeños que huyen de cualquier contacto físico cuando están desbordados emocionalmente. En ese caso, lo mejor será acompañarle con empatía y firmeza, ofrecer el abrazo y, si se niega, respetarlo. Podemos volver a ofrecérselo cuando esté más calmado porque, a buen recaudo, en ese momento sí lo aceptará y será igual de reparador.
¿Y si no lo quiere? Aparte de acompañarle, la psicóloga Tania García recomienda quedarse cerca del niño y comenzar por un contacto físico poco invasivo, como una caricia en la espalda o en el pelo. “Ofrécele tu abrazo cuando consideres que es apropiado”, puntualiza también.

Los beneficios de abrazar a un niño pequeño
Además de ser un buen remedio para el desborde emocional, los abrazos tienen múltiples beneficios en el desarrollo de los niños. Beneficios demostrados por la ciencia con el paso del tiempo.
Nos ayudan a relajarnos, aumentan nuestra felicidad y, además, nos ayudan a recordar que la persona que nos lo da nos tiene un cariño especial.