Durante la adolescencia, las noches se alargan, las horas de sueño se reducen y los ritmos circadianos se alteran. No lo decimos nosotros: la ciencia ha demostrado que a medida que crecemos necesitamos menos horas de sueño y, por otro lado, muchos estudios concluyen que los adolescentes muestran falta de energía porque no duermen lo suficiente, entre otras razones. Lo que muchas familias viven como un cambio normal, asociado a la edad, podría tener consecuencias más profundas de lo que imaginamos.
Una investigación reciente, publicada en Cell Reports, ha analizado de forma objetiva los patrones de sueño y su relación con el desarrollo cerebral en 3.222 adolescentes. El hallazgo principal es que existen tres perfiles distintos de adolescentes en función de su manera de dormir, y solo uno de ellos muestra un desarrollo cognitivo y cerebral óptimo. Es decir, el descanso afecta a su rendimiento.
Este estudio se diferencia de muchos anteriores porque no se basa en cuestionarios ni autoinformes, sino en datos recolectados por dispositivos portables tipo Fitbit durante varias semanas, lo que ofrece una visión mucho más fiable y detallada. Además, se trata de un estudio longitudinal, basado en el macroproyecto estadounidense ABCD (Adolescent Brain Cognitive Development), que sigue a miles de niños desde los 9 hasta los 14 años.
El equipo de investigación, liderado por Wei Cheng (Fudan University) y Barbara Sahakian (University of Cambridge), empleó herramientas de análisis multivariado para detectar patrones en el sueño que se correlacionan con dimensiones cerebrales específicas. Y es precisamente esa combinación entre sueño, cerebro y desarrollo lo que ha permitido identificar tres "biotipos" adolescentes, cada uno con un perfil de descanso, estructura cerebral y capacidades cognitivas distintas.

Los tres tipos de adolescentes según el sueño
El trabajo se basa en el análisis conjunto de 18 indicadores de sueño medidos objetivamente —como duración total, horas de inicio, número de despertares o frecuencia cardiaca durante el descanso, entre otros— y 367 medidas cerebrales —incluyendo volumen de estructuras cerebrales y conectividad funcional entre redes neuronales—.
Mediante una técnica llamada sparse canonical correlation analysis, se identificaron dos grandes dimensiones que conectan el sueño con el cerebro: una asociada a la hora de inicio del sueño y su duración total, y otra vinculada a la calidad fisiológica del descanso, como la duración del sueño ligero o el ritmo cardiaco durante la noche.

A partir de estas dos dimensiones, los investigadores clasificaron a los adolescentes en tres grupos o biotipos:
- Biotipo 1: adolescentes con el peor perfil de sueño. Se duermen más tarde, duermen menos, se despiertan más veces durante la noche y presentan una frecuencia cardiaca más alta durante el descanso.
- Biotipo 2: grupo intermedio, con un perfil de sueño más cercano a la media.
- Biotipo 3: adolescentes con el mejor perfil, ya que se acuestan más temprano, duermen más y tienen un ritmo cardíaco nocturno más bajo.
Esta clasificación se verificó con nuevas cohortes de adolescentes dos años más tarde, y los resultados se replicaron con consistencia. Las diferencias en conectividad cerebral y volumen de regiones como el hipocampo o la amígdala también persistieron.

Cómo influye el sueño en el desarrollo y la educación
Las diferencias entre los tres grupos no son solo teóricas. Los adolescentes del biotipo 3, con mejores hábitos de sueño, mostraron un rendimiento superior en pruebas de vocabulario, memoria, lectura y atención, como la tarea Flanker. Incluso el volumen cerebral era mayor en regiones clave para el aprendizaje y la regulación emocional. En cambio, el biotipo 1 mostraba puntuaciones significativamente más bajas en estas funciones cognitivas.
Estas diferencias, además, no se diluyen con el tiempo. A lo largo de cuatro años de seguimiento, los tres grupos mantuvieron un patrón estable de rendimiento, lo que sugiere que los hábitos de sueño en la infancia y preadolescencia tienen efectos acumulativos en el cerebro.

Para madres y padres, esto abre una vía clara de actuación: fomentar rutinas de sueño regulares, horarios que permitan acostarse tempranos, y un ambiente nocturno que favorezca el descanso, a poder ser sin pantallas por las noches, sin estimulación, también es esencial durante la adolescencia. El sueño, como el lenguaje, es una herramienta silenciosa pero poderosa.
Esta investigación nos recuerda que las pequeñas rutinas diarias no son detalles sin importancia, sino factores que literalmente moldean el cerebro de nuestros hijos. Elegir entre una hora más de pantalla o una hora más de sueño puede no parecer decisivo en el momento, pero lo es. El descanso no es solo recuperación, sino que es una herramienta constructiva vital, con un impacto directo en el rendimiento académico y deportivo.
Referencias
- Qing Ma, Barbara J. Sahakian, Bei Zhang, Zeyu Li, Jin-Tai Yu, Fei Li, Jianfeng Feng, Wei Cheng. Neural correlates of device-based sleep characteristics in adolescents. Cell Reports, 2025. DOI: 10.1016/j.celrep.2025.115565