Ser Padres

Mi hija tiene altas capacidades y así reaccionó mi entorno cuando se lo conté

No hay nada como romper el hielo y compartir con otra familia por  primera vez que tu hija tiene altas capacidades para darte cuenta de que también en esto estamos progresando como sociedad: es posible hablar de ello con naturalidad.

No debería dar corte, vergüenza o reparo contar algo tan natural como la vida misma, pero cuesta compartir con otras familias, especialmente si son del mismo cole, que tu hija tiene altas capacidades. A mí, desde luego, me costó hacerlo. Eso sí, no hay nada como romper el hielo y hacerlo la primera vez para darte cuenta de que también en esto estamos progresando como sociedad: es posible hablar de ello como de cualquier otra cosa, con total naturalidad. Al menos esta fue mi primera experiencia y lo sigue siendo en la actualidad, cuando todavía comparto con otras familias de clase de mi hija que no saben que tiene altas capacidades.  

Esto último no es un detalle menor, ya que tampoco se trata de ir gritándolo a los cuatro vientos. A veces la ocasión se presenta y es ahí donde puedes compartirlo o no en función de lo que consideres en ese momento, pero desde luego, no dejes de hacerlo por vergüenza o por el qué dirán o pensarán de tu hija o hijo las demás familias. Ese miedo a que puedan etiquetar al peque siempre está, pero mi sensación personal es que cuanto menos importancia se le dé, menos opciones hay de que eso ocurra. Y nosotros tratamos de darle la importancia justa (la tiene, obviamente) a esta cuestión personal, que no es más que una característica más de nuestra hija.

Me costó meses compartirlo por primera vez

Hace ya un año que nos enteramos de que nuestra hija de seis años tiene altas capacidades, pero no fue hasta hace unas semanas cuando, personalmente, decidí compartirlo con uno de los padres de su clase.

De charla en el parque, la conversación derivó en un punto en el que lo más difícil y extraño hubiera sido obviarlo. Le habría tenido que dar, precisamente, más importancia de la que tiene. Pero si hablas un viernes de qué vas a hacer el sábado y tú tienes que ir a Alcalá de Henares, una ciudad a media hora de donde vivimos, a pasar la mañana porque tu hija tiene PEAC, pues lo normal es contarlo, ¿no? Habrá quien piense que basta con decir que vas a otra cosa, pero por qué mentir o esconder la realidad si no hace daño a nadie. Al revés, lo que se hace tratando las altas capacidades con naturalidad y transparencia es generar curiosidad e interés por ello en otras familias, que falta hace.

La reacción de este papá fue la que yo esperaba que tuviera: curiosidad si acaso, pero indiferencia en el fondo, porque no ve a la compañera de su hijo distinta ahora que sabe que tiene altas capacidades. No es esa la característica que define a nuestra hija en sus relaciones sociales con sus amigos, amigas y con los padres de estos. Es bueno, eso sí, que las familias más cercanas lo sepan; eso creo yo en base a mi experiencia personal. Sobre todo en el caso de que las altas capacidades sean un hándicap en las relaciones sociales, algo que con nuestra hija no ocurre. La verdad es que si no lo contamos, o no lo cuenta ella, que también lo hace con naturalidad si corresponde, nadie tendría siquiera alguna sospecha de ello.

El entorno escolar es clave

Quizá nuestro entorno sea idílico y no ocurra así en otras comunidades educativas, pero nuestra experiencia es que no ha cambiado en nada la relación de mi hija con sus compañeros ni la nuestra con los padres por el hecho de haber compartido que tiene altas capacidades. Y eso es lo mejor que puedo escribir en esta pieza en primera persona: que algo que sigue siendo un poco tabú por los prejuicios sociales que todavía hay en torno a ello —”el empollón”, o “la empollona”...— se pueda tratar con absoluta normalidad. Así debería ser, en mi opinión, con muchísimas otras cosas relacionadas con la maternidad/paternidad y la crianza.

Sin duda alguna, si alguien me preguntara si recomiendo o no compartirlo, le animaría a hacerlo. Diría que puede ayudar a nuestros hijos e hijas con altas capacidades porque se puede explicar mejor cómo son a los demás para que les acompañen y traten según sus necesidades, y sin duda alguna, es también la mejor forma de visibilizar y naturalizar algo que caracteriza a un 10% de la población.

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