El consejo más valioso e ignorado de “El Principito” para que tus hijos respeten las normas de casa

¿Te esfuerzas cada día para que tus hijos respeten las normas y límites? Quizá tengas un problema de autoridad en casa. Así puedes desarrollarla, según Antoine de Saint Exupéry.
El Principito

“Lo esencial es invisible a los ojos”. Probablemente conozcas la frase más icónica de “El Principito”, pero este pequeño libro encierra otras perlas de sabiduría de las que no solo pueden aprender los niños sino también los padres, en especial aquellos que tienen dificultades para que sus hijos cumplan las normas de casa.

Exigir a cada uno lo que cada uno puede ofrecer

“La autoridad reposa, ante todo, sobre la razón” - Antoine de Saint Exupéry - Jose Luis M - Pixabay

El primer asteroide que visitó el principito cuando emprendió su aventura fue el número 325, donde encontró a un rey vestido de púrpura y armiño sentado sobre un trono sencillo, pero a la vez majestuoso. Aquel “rey quería, sobre todas las cosas, que su autoridad fuera respetada. No toleraba la desobediencia”.

El principito pensó inmediatamente que, si pudiera lograr que todos aquellos planetas y estrellas lo obedecieran, no tendría que esperar a que acabase el día para disfrutar de una puesta de sol. Podría ver muchas en muy poco tiempo, así que le pidió al rey que le concediera ese deseo ejerciendo su enorme poder.

Sin embargo, el rey reflexionó: “es necesario exigir a cada uno lo que cada uno pueda dar. La autoridad reposa, ante todo, sobre la razón. Si ordenas a tu pueblo tirarse al mar, hará la revolución. Tengo derecho a exigir obediencia porque mis órdenes son razonables”.

Y es precisamente eso lo que muchos adultos perdemos de vista cuando nos relacionamos con los niños: la razón.

Cambiar el foco: no es lo que quieres, sino lo que tu hijo puede darte

“Si le ordeno a un general transformarse en ave marina y el general no obedece, no será culpa del general. Será culpa mía”, le explicó el rey a el principito. Sin embargo, muchas veces alimentamos expectativas irracionales sobre los niños.

En ocasiones creemos que son adultos en miniatura y no nos damos cuenta de que no han alcanzado el nivel de desarrollo emocional y cognitivo necesario para cumplir algunas de las cosas que les exigimos. Por ese motivo, si queremos que nuestros hijos nos escuchen y respeten, primero debemos ajustar nuestras expectativas.

Por ejemplo, las rabietas son comunes entre los dos y tres años porque los niños aún no pueden expresar con palabras su frustración o ira. Cuando se sienten amenazados, su cerebro emocional se activa, pero la corteza prefrontal, que es la encargada de frenar esos impulsos, todavía no ha madurado lo suficiente. Por esa razón es tan difícil calmar a un pequeño que ha perdido el control.

Esperar que un niño cansado, hambriento o con sueño se comporte como un monje zen cuando algo le incomoda o contraría, es simplemente imposible. Eso no significa que debamos dejar que hagan lo que les plazca. De hecho, cuando los padres son demasiado permisivos, el mensaje que perciben sus hijos es que en realidad no les importan.

Ajustar las expectativas significa simplemente tomar nota de que los niños son solo niños y se comportan como tal. No puedes pretender que un pequeño de menos de dos años se mantenga tranquilo y en silencio durante una hora cuando su lapso de atención promedio es de aproximadamente 6 minutos. Intentar imponer esa norma es irracional - y te pasará factura.

Un estudio publicado en Developmental Psychology reveló que cuando las madres alimentan expectativas demasiado optimistas sobre la crianza, las experiencias negativas aumentan el riesgo de sufrir depresión o tener problemas en la relación con sus hijos.

Por tanto, poner los pies en la tierra es bueno para todos. En la educación infantil no cuenta solo lo que quieren o desean los padres, sino lo que puedan dar sus hijos. Ajustar las normas al nivel de desarrollo y capacidad de comprensión infantil evitará muchísima frustración por ambas partes. ¿Cómo hacerlo? 

A medida que los niños crezcan, será necesario ir revalorando las normas y límites en casa. - Stock Snap - Pixabay

Pocas reglas, pero claras

Como padres, tenemos la obligación de establecer reglas para mantener a nuestros hijos seguros. Sin embargo, siempre existe el riesgo de volverse demasiado controladores y poner más normas de las necesarias, hasta el punto de que lleguen a ser arbitrarias.

Cuando los niños ven ante sí una yincana de prohibiciones, se frustran y empiezan a ignorarlas. Establecer las reglas y prohibiciones que sean estrictamente necesarias evitará muchos problemas y luchas de poder. Por tanto, concéntrate en las normas importantes y sé flexible en el resto de las situaciones.

Puedes dividir esas reglas en tres grandes grupos:

  1. Normas de seguridad, son aquellas destinadas a proteger la integridad física de tus hijos, como no tocar el horno cuando está caliente, usar el casco para ir en bici o no cruzar la calle sin la supervisión de un adulto.
  2. Normas de salud, se refieren a los hábitos que contribuyen a proteger la salud y el bienestar infantil, como cepillarse los dientes, lavarse las manos o no comer demasiadas chuches.
  3. Normas de convivencia, están destinadas a garantizar que la vida familiar y social fluya lo mejor posible, reduciendo los roces y conflictos al respetar el espacio de los demás, tal es el caso de no gritar o no golpear a otros niños.

Explicar siempre las razones

“La autoridad reposa, ante todo, sobre la razón”, aconsejaba Antoine de Saint Exupéry. La verdadera autoridad no tiene nada que ver con la imposición o el castigo y mucho menos con los gritos – símbolo por antonomasia de la máxima frustración e impotencia parentales – sino con la serenidad y la experiencia.

Eso significa que el “porque lo digo yo ¡y punto!” debe desaparecer de casa. Cuando tus hijos comprenden el motivo de tus peticiones, es más probable que te escuchen y hagan caso. Por tanto, explícales las normas y límites en casa de forma que puedan comprenderlas. Y si los infringen, en vez de gritarles, recuérdales su importancia. Cuando se hayan calmado, aborda el tema e intenta convertir ese momento en una oportunidad de aprendizaje para que los pequeños maduren.

Obviamente, a medida que los niños crezcan, será necesario ir revalorando las normas y moviendo los límites para darles más espacio y que puedan explorar, equivocarse y aprender. Escuchar la opinión de tu hijo sobre las reglas de casa también evitará luchas de poder y te permitirá ir valorando su grado de madurez. Eso facilitará muchísimo la convivencia, evitará discusiones y, a la larga, reforzará una relación basada en la razón y el respeto mutuo.

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