En septiembre de 2015, un neuropsicólogo de 39 años formado en el hospital Johns Hopkins de Baltimore y padre de tres niños pequeños llamado Álvaro Bilbao (Bilbao, 1976), publicaba El cerebro del niño explicado a los padres, el libro de cabecera de una generación de padres que ya está empezando a regalárselo también a la siguiente generación que se estrena en la paternidad y la maternidad. Un libro que recomiendan y citan muchos psicólogos infantiles, un libro que se utiliza incluso en la formación de futuros profesores y profesoras.
Con motivo del décimo aniversario del libro que cambió su vida, Plataforma editorial publica una reedición especial de tapa dura y su autor, el experto en crianza más seguido por las familias españolas, ha atendido a Ser Padres.
Pregunta: 10 años, 39 ediciones, 400.000 mil lectores, 25 lenguas. ¿Qué le viene a la cabeza al pensar en las cifras que demuestran el recorrido de El cerebro del niño explicado a los padres en esta última década?
Respuesta: Es un regalo que me han hecho todos los lectores, que han confiado en una voz con experiencia clínica, que para mí es muy importante. Yo no me podía imaginar que un libro así podía tener todo este recorrido, tantas traducciones, pero para mí es un regalo porque yo, de verdad, escribí el libro con el corazón y con todos los conocimientos clínicos y científicos que tenía sobre como creo que los padres pueden educar mejor a sus hijos.
Una forma no basada en modas porque no me había leído ningún libro de crianza ni de educación, pero sí como yo pensaba que los padres podían hacer un mejor trabajo, y me alegro mucho de que eduquen así y que presten atención a este tipo de mensajes basados en el cerebro. De verdad, creo que merece la pena tener el cerebro en mente a la hora de educar.

¿Se siente, en cierto modo, un pionero al haber generado ese caldo de cultivo sobre divulgación acerca de crianza y educación que tanto se ha alimentado después de su libro?
Un poco sí que tengo la sensación de que, por un lado, intenté buscar un mensaje equilibrado que por aquel entonces, 2015, no había. Había dos posturas muy distantes, ¿no? Y para mí eso fue algo muy importante y una de las razones por las que escribí el libro.
Y por otro lado, sí que siento que he sido pionero a la hora de ir abriendo canales de divulgación, desde Instagram a Facebook, de hacer la divulgación en la forma en la que he hecho. Sigo llenando las conferencias en todos los sitios donde voy y sigo teniendo muy buena acogida, y yo creo que la gente valora mucho la constancia, la rigurosidad y también tener un enfoque centrado y equilibrado.
¿Es consciente de que el libro empieza a pasar de mano en mano, de generación en generación?
Para mí es un orgullo enorme. El hecho de que se me siga escuchando y que la gente valore esa coherencia y esa rigurosidad, para mí es una gozada.
De lo que más orgulloso me siento es de la familia que he construido y de poder dedicar tiempo a mis hijos, pero para mí es una cosa muy bonita que, como neuropsicólogo, se me lea y la gente confíe en mi criterio y mi forma de explicar las cosas, que yo creo que las dos son importantes, ¿no? El tener esa visión tanto clínica, como científica, como personal, porque soy padre y el libro lo escribí ya siendo padre, como también la forma de contar las cosas, intentar ser cercano.
Mucha gente no lo sabe, pero además de neuropsicólogo yo hice una formación muy importante como psicoterapeuta y esa parte de psicoterapia la intento aplicar en todo lo que cuento, pero también en la forma de escribir y de ser empático con los padres.
Para cerrar el capítulo del libro, ¿recomienda su relectura con el paso del tiempo?
Fíjate, muchos padres y muchas madres nos dicen que es un libro que se leen y que cuando lo terminan dicen: "Uy, no lo voy a guardar." Y lo dejan en la mesilla porque lo consultan una y otra vez.
Creo que es un libro muy bonito porque como decía Javier Ortigosa, que es el fundador de la psicología humanista aquí en España, es un libro que todos los adultos deberían leer porque te conecta mucho con el niño que tú fuiste, te da estrategias que te van a seguir sirviendo cuando tus hijos tengan 10, 12, 14 años, estrategias que tienen que ver con esa importancia que tiene conectar con tus hijos, con estar presente en su vida y con saber poner límites, normas, pero desde esa conexión.

¿Cree que han cambiado mucho los padres en la última década, desde que publicó el libro?
Sí, han cambiado. Yo diría que hay tres cambios importantes. El primero que yo veo en las conferencias es que al principio solo venían madres y ahora veo que el porcentaje ha aumentado mucho en cuanto a padres. Y los padres están muy implicados, algo que es fundamental para el desarrollo de la seguridad de los niños, la confianza, de reducir los problemas de celos entre hermanos…
En segundo lugar, cuando escribí el libro muchos padres pensaban que darle una tablet a su hijo con dos o tres años era algo estupendo para su desarrollo porque pensaban: “¡Qué listo es mi hijo que puede pasar de un dibujo a otro!”, y estaban convencidos de ello. Y ahora, yo creo que hay una conciencia más clara de que las pantallas no son buenas para el desarrollo de los niños.
Y lo tercero que he visto es que ahora a los padres les da un poquito más de miedo poner límites. Antes éramos demasiado bruscos y ahora me encuentro mucho más en consulta con padres que no ponen límites, que les da miedo decir que no y yo creo que es importante que entendamos que dar amor y afecto no es lo mismo que no poner límites. Y al mismo tiempo, que no hace falta ni gritar ni pegar a los niños para que entiendan que las normas son importantes.
"El porcentaje de padres en mis conferencias ha aumentado mucho. Y están muy implicados, algo que es fundamental"
¿Cree que la polarización se aprecia también en la crianza, entre esos dos grupos de padres: los que no ponen límites y aquellos que prefieren educar como les educaron a ellos su padres, con más jerarquía?
Tengo como pensamientos encontrados, porque, por un lado, sí que sigo viendo muchos padres que no ponen ningún límite y que creen una educación radicalmente libre, sin normas, y luego se ven las consecuencias, pero por otro lado veo a los nuevos divulgadores, personas que igual no tienen la formación adecuada, pero que sí dan un mensaje un poquito más comedido. Hace 10-15 años se podían leer muchos mensajes sobre un estilo de educación “basado en el amor”, donde se mencionaba el límite, pero no se enfocaba en cómo ponerlos, cómo ayudar a los padres a saber decir que no, etcétera. Y en ese sentido, yo creo que el mensaje que se está dando ahora es un poquito más neutro, más equilibrado. Sin embargo, en el día a día como sociedad siento que estamos cada vez más polarizados.
Y al mismo tiempo, todavía me encuentro con muchos padres que, aunque ya no se vea tanto al sopapo o al azote, recurren a ello. Lo sé porque me lo cuentan en consulta. De puertas para adentro sí que todavía en muchas casas sigue habiendo azotes, sopapos… Igual ya no como antes, pero muchos padres te cuentan que, en casa, si le tienen que dar un sopapo se lo dan.
Los niños necesitan los límites y es importante ponerlos a tiempo, pero no con un bofetón, sino con normas, con ejemplo, con mantenernos firmes. Se están haciendo muchos estudios acerca de la sobreprotección que nos dicen que sí, que la sociedad está atendiendo a la sobreprotección y que eso repercute en más ansiedad, por ejemplo. Así que tenemos que centrarnos mucho en el equilibrio y en lo que es importante para los niños. Tiempo, cariño, pero también límites y normas.

¿Cuál es el tema que más le trasladan las familias en la actualidad? ¿La gestión de las pantallas?
En consulta, no tantas sobre las pantallas. Las más habituales son de comportamiento, de conductas desafiantes hacia padres, por ejemplo. Lo que pasa es que sí tienen que ver muchas de ellas con las pantallas.
Cuando veo a un niño que falta el respeto a sus padres, por ejemplo, y pregunto por las pantallas, para los padres puede que no les importe nada, pero es verdad que están consumiendo contenidos que son poco apropiados para la edad. Por ejemplo, chavales de 8 años que están con el Fornite. Y en muchos casos hay una falta de límites que se ve en todos ámbitos de la educación.
Y a nivel institucional, sobre las pantallas, sí que estamos viendo mucho movimiento, pero todavía no hay una regulación muy clara. […] Fíjate, yo en el 2015 dije que los niños no deberían utilizar pantallas interactivas hasta los 6 años y fue a finales de 2024 cuando lo dijo la Asociación Española de Pediatría. Yo tengo la libertad de seguir mi intuición clínica y lo que yo ya veía entonces. Pero bueno, es una prueba de que todavía hay evidencias que no se han reflejado en las instituciones. Y yo creo que pues es una batalla difícil de ganar, pero que poco a poco tenemos que ir haciendo avances porque está claro que no solamente en los niños, sino también en los adolescentes, el consumo de redes sociales afecta su salud mental, a nosotros también, y quizás tendría que haber una regulación un poco más estricta.
Muchas madres y padres se preguntan si alguna vez pierde los nervios Álvaro Bilbao con sus hijos.
Sí que pierdo los nervios en alguna ocasión. Cuando me pasa intento que acabe un poquito de broma y en vez de gritar pues me tiro encima de ellos, por ejemplo. Fíjate, hay una anécdota que le puede gustar a los lectores: en el año 2019, yo estaba con todo esto de la divulgación, trabajaba en la radio un día a la semana, tenía la consulta, trabajaba en el hospital, y hubo un día que perdí los nervios a tope. Me acuerdo que estábamos todos en el coche, yo tenía un nivel de estrés increíble y perdí los nervios mucho, y ese día decidí que tenía que empezar a dejar cosas. Y dejé la radio, luego dejé la consulta y lo último que dejé fue el hospital, pero, en resumen, decidí que tenía que hacer cambios porque me di cuenta de que no era por nada que hubieran hecho mis hijos, sino por el nivel estrés. Ya les había perdón varias veces, pero un año después llevé a mis hijos al mismo sitio, al parque donde teníamos aparcado el coche aquel día y dije: "¿Os acordáis del año pasado? De verdad que lo siento”. Y ellos me respondieron: "Que no seas pesado con eso del coche”. Pero para mí era importante.
"Como padre, me cuesta cuando hay peleas entre mis hijos. Enseguida pongo límites y me puedo enfadar"
¿Y qué es cómo padre, lo que más le cuesta en el día a día de la crianza —Álvaro Bilbao tiene tres hijos de 15,12 y 11 años—?
Me cuestan más cosas, pero lo primero que me viene a la cabeza es cuando hay peleas entre ellos o se faltan al respeto. Enseguida pongo límites y me puedo enfadar. Y luego, otra de las razones por las que pierdo nervios es porque yo intento poner un límite, una norma, y mi mujer, que es mucho más relajada que yo dice: "Pobrecito”. Y yo digo: "No, no, es que esto es importante”. Y cuando intentas poner normas y tu pareja no te apoya, es más fácil que pierdas los nervios, ¿no? Y tengo que decir que en muchas muchas cosas mi mujer me ha acabado dando la razón con los años y en otras se la he dado yo a ella, ¿no? En cualquier caso, cuando pierdo los nervios, intento que no escale.
Hay madres y padres que quieren educar de una forma positiva y respetuosa, pero que a veces estallan. Y algunos que incluso tienen una pequeña crisis con este tipo de crianza ¿Qué les diría?
Yo le diría a los padres que no tengan miedo porque alguna vez se les escape un grito, que no sientan culpa, porque hay momentos de desbordamiento y también es bueno que los niños entiendan que somos que somos humanos, que ellos también en algún momento se pueden enfadar y que lo podemos reconducir como familia. Pidiendo perdón, diciendo que te equivocaste o entendiéndose entre todos.
Por ejemplo, en mi casa nos reímos mucho porque mi mujer, que se levanta a las 6 de la mañana todos los días, siempre decimos que a partir de las 9 de la noche es otro ser humano. Y entonces, si los niños están haciendo ruido cuando se va a la cama, se enfada mucho y es la persona la persona más dulce que puedas conocer, es mucho más tranquila que yo. Pues bueno, esto es una cosa que nos puede pasar a todos y que no tiene mayor importancia.

¿Cómo está el depósito de gasolina para seguir adelante en su faceta como divulgador, queda Álvaro Bilbao para rato?
Es una muy buena pregunta. Yo noto que cada año me cuesta más esfuerzo empezar en redes sociales en septiembre, que necesito más tiempo de descanso en verano y que, además, los algoritmos no lo ponen fácil. Yo soy una persona bastante introvertida. Me siento muy agradecido porque la gente me pare por la calle, me pidan una foto, me digan lo mucho que les ha ayudado el libro, pero a la vez me hace sentir más vulnerable. Una cosa no quita la otra. Yo creo que tengo que ir cambiando un poco, hacer cosas que me ilusionen y a la vez seguir manteniendo la divulgación del cerebro del niño los años que sean. A mí me encantaría seguir muchos más años, pero el tiempo lo dirá.