Cómo debe ser la suela de los zapatos de los niños

No debemos minimizar el impacto en la salud de la suela del calzado, que es tan importante como la horma del mismo
Cómo debe ser la suela de los zapatos de los niños

El calzado infantil es clave en el desarrollo de los más pequeños y en la prevención de problemas de salud. Como explica el equipo del Ilustre Colegios de Podólogos de Valencia en su blog divulgativo, “hay que tener en cuenta que una mala elección del calzado puede tener consecuencias que van desde las deformidades de los dedos y uñas encarnadas hasta sobrecargas o acortamientos musculares, tendinitis aquílea, dolor en la planta del pie y eccemas o dermatitis causados por materiales sintéticos”. Pero no solo es importante prestar mucha atención a la horma del zapato, sino que la suela es igual de importante.

A raíz de un interesante post divulgativo de Lejan, un estudiante de último año de podología cuyas redes sociales te recomendamos porque comparte reviews de modelos de calzado infantil muy populares y también aporta consejos interesantes sobre podología infantil, se nos ha ocurrido profundizar en cómo debe ser la suela de un zapato de niño o niña. Y es que tendemos a pensar que la suela es importante por el desgaste del zapato, que le valga para este o aquel terreno, y minimizamos el impacto que tiene en la salud del pie de los peques, que es más importante de lo que creemos.

La clave está en la flexibilidad

Hay una característica esencial de las suelas de los zapatos infantiles que genera consenso absoluto en todas las fuentes que hemos consultado para hacer esta pieza: la flexibilidad.

A diferencia del calzado de adulto, que dependiendo del podólogo y del objetivo se puede recomendar que sea rígida, la suela infantil ha de ser muy flexible “tanto por la zona metatarsal como a la torsión”, explica Lejan. “El zapato debe ser flexible, es decir, los padres deben ser capaces de flexionarlos totalmente. Hay que evitar aquellos que tienen la suela dura y rígida, dado que no permitirán a los niños poder adaptar la pisada”, apunta la podóloga Elena García, en la misma dirección que el equipo de la clínica de fisioterapia y osteopatía Silvia Molins: “que la suela sea ligera, flexible y antideslizante. Es decir, la parte delantera de la suela debe doblarse fácilmente hacia arriba con la mano”, asegura.

En realidad, tal y como explica el Ilustre Colegio de Podólogos de Valencia, todo el zapato ha de ser flexible. “zapato tiene que proteger al pie, no comprimirlo. Debe ser suficientemente ancho por delante para permitir a los dedos abrirse y moverse con libertad. La protección de puntera solo se aconseja en los preandantes, por el gateo”, argumentan.

Otras características

Además de flexible, la suela de un zapato infantil es aconsejable que sea fina, si bien es recomendable que aumente de grosor a medida que el niño o niña crezca.

En concreto, Lejan recomienda que tenga “3-4 mm hasta los 3 años y de 5 mm a 1 cm hasta los siete años aproximadamente”. Desde el Ilustre Colegio de Podólogos de Valencia prefieren una suela no excesivamente fina, “con cierto grosor”, y priorizan que sea antideslizante, “una suela de goma con la misma flexibilidad natural del pie”.

También es preferible que sea una suela sin amortiguación según los expertos, que sea dura en este sentido para evitar vibraciones y rebotes, y en lo que todos coinciden también es en que sea recta la horma y, en consiguiente, la suela. Es decir, que no se curve hacia un lado claramente como pasa con los zapatos de adulto. Lo explica mejor el equipo del Ilustre Colegio de Podólogos de Valencia: “Cuando miremos los zapatos, la forma de la suela no debe hacer curva hacia dentro del pie porque podría alterar la marcha y crear deformidades. Es la forma de favorecer el equilibrio y salvaguardar las piernas y la espalda”.

Por último, también es importante fijarse en que no tengan ‘drop’, plataforma o tacón. Es decir, que no exista diferencia de altura entre la zona del talón y la de los dedos del pie. “Sin diferencia de altura entre la parte posterior y la anterior”, explica Lejan. Esto ha de ser así porque una diferencia puede conllevar consecuencias negativas: “altera la longitud normal de la musculatura posterior y altera el centro de gravedad y la postura, de manera que los zapatos de los niños deben ser totalmente planos”, concluye el Ilustre Colegio de Podólogos de Valencia.

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