Las consecuencias de castigar a tus hijos se arrastran hasta la etapa adulta: por qué no debes castigarlos

A corto plazo el castigo no sirve de nada a los niños; pero a largo plazo, sirve para que sus consecuencias negativas permanezcan en su comportamiento adulto.
Estas son las razones por las que no debes castigar a tus hijos

Parece que castigar es cosa de otra época. Aunque, por suerte, las familias son cada vez más conocedoras de las consecuencias de castigar a los niños, y del poco efecto de esta práctica sobre su comportamiento, basta ver muchas escenas familiares un segundo para darse cuenta de que todavía se recurre mucho a ellos.

“Si los comportamientos funcionasen, el niño más castigado sería el de comportamiento más brillante después”, explica una y otra vez el neuropsicólogo Álvaro Bilbao. Y, sin embargo, esta es una premisa que pocas veces se cumple.

Y es que, si nos paramos a pensar en lo que dice la Disciplina Positiva, el castigo es solo una muestra de la falta de recursos que, como padres, tenemos para educar a nuestros hijos. “La obediencia por temor no es aprendizaje, lo único que podemos fomentar tratando de lograr el acatamiento desde el miedo a ser castigado es educar a niños sin criterio ni juicio”, nos contaba hace unos meses Lorena García, educadora infantil y pedagoga con base en la Disciplina Positiva.

Hoy hemos querido recurrir de nuevo a ella para hablar más a fondo sobre las consecuencias a largo plazo de los castigos. Porque, tal y como argumentamos, castigar a los niños no provoca ningún efecto positivo en su comportamiento: quizás dejan de hacer eso que te ha sentado mal por miedo a ser castigado de nuevo, pero no porque hayan aprendido por qué está mal hacerlo”. El castigo bloque la mala conducta en el momento en el que se da el mal comportamiento, pero no proporciona aprendizaje. A largo plazo puede que los niños no repitan el patrón de conducta por miedo al castigo, no porque hayan aprendido sus consecuencias”.

Pero es que, las consecuencias a largo plazo de castigar a los niños pueden ser desastrosas para el resto de su vida. Nos ha contado muchas cosas interesantes sobre cómo afecta a la vida adulta de un niño que en su niñez haya sido castigado como forma de aprendizaje y como modelo de crianza.

Después de conocerlas, estamos seguros de que querrás dejar de castigarlos. Así que, por eso, aquí te dejamos unas cuantas alternativas al castigo que sí son respetuosas con los peques.

El castigo no permite el desarrollo de la responsabilidad

“El uso del castigo no permite el desarrollo de la responsabilidad, ya que el niño actúa esperando que el adulto aplique una medida frente a su comportamiento, pero en ningún caso le hace partícipe de las soluciones”, explica Lorena García.

Por eso, los castigos en la infancia pueden derivar en adultos cobardes, rencorosos o que actúan siempre para ‘no ser pillados’.

Desconfianza en todo tipo de relaciones

La poca autoestima, el aislamiento social y el temor a no ser lo suficientemente válido (como ya le han demostrado sus padres al castigarle), pueden derivar en desconfianza absoluta hacia cualquier persona que intente establecer una relación con ellos, sea del tipo que sea.

Poca gestión emocional y dificultad de transmitir los sentimientos

“Hay niños que son castigados en su infancia y que llegan a la etapa adulta castigándose a sí mismos por sus sentimientos”, argumenta. Además, son niños con escasa capacidad para gestionar sus emociones.

Los castigos atraen las relaciones tóxicas

Si el niño ha crecido en un ambiente hostil y con relaciones verticales, tiene más posiobilidades de establecer relaciones del mismo tipo posteriormente. “Normalmente se repiten patrones por falta de herramientas”.

Desconfianza

Movida, sobre todo, por la desorientación que encuentra el niño al ver que las figuras en las que él se protege le están haciendo sentir mal con el castigo.

Bloqueo de los sentimientos

“El niño poco a poco se va aislando de esas figuras al no sentirse seguro con ellas y, por tanto, bloquea sus sentimientos”.

Aislamiento social

Ese aislamiento de las personas también puede desencadenar en aislamiento social por miedo a no sentirse del todo válido.

Cerebros más pequeños

Un estudio llevado a cabo por la Universidad de Montreal ha llegado a la conclusión de que los castigos pueden repercutir en el tamaño del cerebro del menor: será más pequeño que el de niños que han crecido en un entorno de educación democrática y respetuosa.

Poca autoestima

El castigo desmorona al niño, y lo hace de manera prolongada.

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