Porqué no considero necesario que mi hijo tenga aún rutina de estudios

Bajo mi punto de vista, mi responsabilidad y compromiso con su futuro académico y profesional, están más ligados a crearle una conciencia responsable y un criterio propio, que un hábito.
jugando niñps

Sé que alguno me lapidará mentalmente por el título de este artículo. Ahora que vivimos en la época de la anticipación, en la que nunca es demasiado pronto para empezar y en la que hay que estar preparado para lo que se viene. Pero precisamente ese "lo que se viene" es lo que me alienta a posponer, pues eso mismo, todo el mundo de responsabilidades, esclavitud de horario y presiones que no podrá eludir en unos años, lo máximo posible para mi hijo. 

Aunque parecen aburridas y pocos útiles, cuando los alumnos de Primaria realizan una y otra vez la misma tarea (sumas, restas, escribir palabras sin faltas de ortografía) adquieren confianza y preparan al cerebro para adquirir nuevos conocimientos.

Por supuesto que él tiene su espacio de estudio acondicionado y hace la tarea que se le manda cuando se le manda. Igual son sus buenas notas las que me permiten descansar en este criterio. Pero no seré yo la que, sin necesidad, y por crearle un hábito de cara a unos años, siente al chiquillo una hora al día con apenas 7 años, robándole tiempo de fantasía, juego y libertad, ahora que el mundo es suyo. 

Bajo mi punto de vista, mi responsabilidad y compromiso con su futuro académico y profesional, están más ligados a crearle una conciencia responsable y un criterio que un hábito. No veo tan importante que sepa que tiene que sentarse una hora al día sí o sí, como el se conozca lo suficiente para saber qué camino quiere tomar, determinar sus metas y, entonces, trabajar para conseguirlas. Hablo mucho con él sobre el valor del esfuerzo y la determinación, le pongo ejemplos de gente cercana a nosotros que han cumplido sus sueños para motivarlo y, sobre todo, escucho mucho lo que tiene que contarme sobre lo que para él sería el éxito. 

Pero, de momento, por encima de todo, blindo su infancia y su libertad. Vive un momento único, en el que empieza a ser autónomo sin estar aún supeditado a grandes responsabilidades. Empieza a tener sus primeras relaciones sociales independientes, lo llaman al porterillo, se baja a las pistas, juega, sube a por merienda, invita a amigos y, os prometo, que ni se acuerda de la tele, ni pide nada parecido a una consola. 

Splash

En muchas ocasiones me asomo al balcón y lo veo, jugando, tonteando, sentados charlando y me pregunto sino debería decirle que se subiera y se sentara a leer, o algo. Y entonces me digo que eso sería como obligarlo a bajar, un día que le apeteciera estar tranquilo. Que el tiempo es agradable, que no tiene tarea, y que tengo la suerte de tener un hijo que en pleno año 2024 trae aún todos los días las rodillas desolladas y los churretes de una merienda compartida entre vecinos. ¿Cómo voy a pedirle que se suba? 

Y no os confundáis que no soy la madre flexible que me gustaría ser en tanto a estudios. Gestiono regular los notables que podrían ser sobresalientes, y me cuesta mucho no exigirles la excelencia. Pero considero que este camino que estamos transitando nos dará mejores frutos respecto a su compromiso con la vida académica. Y que, además, no hay necesidad de adelantarle una vida adulta, que ya llegará, porque ahora está viviendo lo que le toca: una infancia inocente, salvaje y despreocupada. 

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