¿Es mejor ser un niño extrovertido que introvertido?

Todos tenemos algo de cada característica aunque una domina a la otra. Lo ideal es lograr un equilibrio entre ambas.

Introvertido y extrovertido son palabras que, aun viniendo de la psicología, forman parte del lenguaje de la calle, se han popularizado y no nos suenan misteriosas. Todos creemos saber qué significan. Y aunque tal vez estemos en lo cierto, es posible que se nos escapen algunos matices importantes.

Respondamos a estas dos preguntas: ¿son tímidos los introvertidos?; ¿es mejor ser extrovertido que introvertido? Mucha gente contestaría a las dos afirmativamente y, sin embargo, las cosas no están tan claras. A la primera deberíamos responder que "no necesariamente", y a la segunda que "depende".

Analizando más a fondo estos dos conceptos –en realidad, dos formas de ser– podemos aprender más cosas sobre nosotros mismos y, lo que aquí más nos importa, sobre nuestros hijos. Porque, aunque la mayoría de las personas (y de los niños) se sitúen en un término más o menos intermedio entre la introversión y la extroversión, también hay bastantes que se acercan más a uno de los extremos, y ese puede ser el caso de alguno de nuestros pequeños. Y según cómo valoremos el hecho de que un niño sea introvertido o extrovertido, según las opiniones (o los prejuicios) que tengamos sobre ambas formas de ser, actuaremos en consecuencia. Si se trata de prejuicios erróneos, nuestra actuación también podría serlo. 

Si consultamos un manual de psicología, nos encontramos con que una persona introvertida es alguien cuya actitud ante la vida tiende a la retirada, pues vive fundamentalmente cara a su mundo interior. No se interesa especialmente por las relaciones, parece meditabundo y algo desmañado en sociedad, prefiere la reflexión a la actividad y tiende a ser bastante autocontrolado.

Un extrovertido, en cambio, es una persona abierta al mundo exterior, sociable, que busca los intercambios intelectuales y afectivos con los otros, y que establece contactos sociales sin dificultad. Es alguien que expresa con facilidad sus sentimientos y muestra gran interés por el mundo externo en general y por las personas en particular, y depende mucho de ellos.

El entorno le influye enormemente y tiende a ser confiado incluso cuando se encuentra en un lugar extraño con gente desconocida. Hasta cuando choca con el ambiente sigue relacionándose con él a través del enfrentamiento, en lugar de retirarse a su interior como hace el introvertido.

¿De verdad es mejor ser extrovertido?

La extroversión parece mejor, o por lo menos tiene más prestigio. Hay que saber, no obstante, que introversión y extroversión son características naturales y están dentro de cada persona, si bien una de ellas suele tener más fuerza. Y lo que es más importante: para conseguir una buena autorrealización debe haber un equilibrio entre ambas.

Fijémonos en que una de las peculiaridades de los extrovertidos es que dependen mucho de los otros. Pensemos en esas personas incapaces de estar solas, esas de las que se dice que no tienen mundo interior. Y aunque la facilidad para relacionarse y expresarse sea, en principio, positiva, hay personas que te caen encima de un modo inmisericorde y te colocan su interminable rollo, te apetezca o no. El típico pesado es casi siempre un extrovertido. La originalidad y la creatividad, en cambio, suelen asociarse a los introvertidos.

No queremos dar la vuelta a la tortilla, sino contrarrestar la impresión de que la extroversión es mejor y la introversión, peor. También aquí los extremos no son buenos. Ya dijimos antes que un equilibrio entre ambas formas de ser es lo ideal, y aunque una tendencia predomine, no debe anular por completo los aspectos positivos y compensadores de la otra.

Las consecuencias de ser un introvertido o extrovertido se perciben muy bien en el ámbito escolar. Los introvertidos son más observadores y reflexivos, mientras que los segundos prefieren aprender interactuando con otros. Los extrovertidos se meten en más líos, mientras que a aquéllos se les suele considerar 'buenos chicos'. Pero también corren el riesgo de pasar inadvertidos, mientras que los extrovertidos llaman más la atención, sobre todo porque son más decididos para intervenir en clase.

Como vemos, tiene importancia darse cuenta de a qué tipo pertenece nuestro hijo. Así podremos entenderle mejor y tratarle con más acierto. En muchos casos, convendrá hablar con sus profesores para que conozcan y respeten el ritmo de nuestro pequeño. 

En general, el introvertido requerirá toda nuestra paciencia y agradecerá que no le forcemos a relacionarse con los otros. En cambio, el extrovertido, que a veces carece de límites y de autocontrol, necesitará que le ayudemos a dominarse. Y en ambos casos tendremos que evitar las críticas y no intentar cambiar lo que no se puede. Cada niño es distinto y hemos de quererle como es. 

Recomendamos en