Los niños retan. En muchos casos, también lo hacen los adolescentes, por lo que esta conducta, con los padres, se puede prolongar a lo largo de toda la minoría de edad si no se trabaja con ellos de la manera adecuada. Y ni siquiera así se puede tener la certeza de que no ocurrirá, si bien es cierto que es mucho más probable que consigamos al menos limitar este tipo de reacciones. Y lo más importante de todo, de hacerlo de la manera correcta, les estaremos ayudando a ellos.
Katia Aranzábal Barrutia, psicóloga infantil y juvenil, no debemos hablar de “reto” aunque es un término, igual de desafío, que describe esta conducta típica de los niños con los padres entre los dos y los seis años y posteriormente, en la adolescencia. “Hay veces que los padres interpretan ciertas respuestas como un reto. En realidad es que el niño no ha entendido las normas o no tiene la madurez necesaria para controlar su conducta”, explica. “Los desafíos forman parte del proceso de crecimiento y no van dirigidos contra ti. Recordar esto te ayudará a mantener claros los objetivos y a no perder el control”, añade.
Para conseguirlo, lo cual no siempre se puede hacer porque los adultos también tenemos nuestras propias circunstancias que nos afectan, es importante concienciarse de que esta es una forma de autoafirmarse y potenciar su autonomía. En la adolescencia, el motivo del desafío varía un poco, aunque tampoco demasiado: “En la adolescencia, las discusiones, insultos y amenazas son el cambio en el que reafirman el yo, su independencia y su individualidad”, señala Katia Aranzábal.
Por qué los niños desafían a los padres
En este caso concreto, nos quedamos con los retos en la niñez, que como hemos dicho antes, se dan sobre todo entre los dos y los seis años. Para la experta, que un niño rete a sus padres “puede significar dos cosas: quieren saber qué pasa si transgreden las normas o quieren nuestra atención”, indica. Por ello, en cada caso es necesario valorar las circunstancias personales concretas: temperamento del niño, estrés por las circunstancias actuales que vive, estilo educativo en cada y centro educativo, etcétera.
Para María Diez, de Eme psicología infantil y juvenil, “Es fundamental tener presente que si un niño o niña desafía o tiene un comportamiento desafiante no es porque quiera fastidiarnos, si no más bien porque no conoce otra forma de acercarse a nosotros, de interaccionar. No es su intención principal la de crear un clima familiar negativo si no la de recibir atención”. En su opinión, “Cuando los adultos entendemos que este tipo de conductas responden más a una incapacidad o desconocimiento por parte del niño o la niña, nuestra actitud es más positiva, y propicia que seamos capaces de gestionar la situación conflictiva de una forma más positiva”.
Katia Aranzábal advierte de las señales de alarma para entender que la situación ha alcanzado un punto límite. “La situación debe empezar a preocuparnos en varias fases cuando se resiente la convivencia en casa o en el colegio; esa actitud retadora es permanente; y las consecuencias afectan seriamente a la vida del niño”, asegura. En ese caso, añade, “hay que romper ese círculo trabajando con dos herramientas: resaltar todo lo que hace bien y validar sus conductas positivas”.
Cómo gestionar la situación
Los desafíos no pueden cortarse por la sano, tirando de jerarquía o imposición. Este no es el camino recomendado por los expertos en psicología y educación. La propia Katia Aranzábal explica que debemos “aprender a resolverlos de forma adaptativa” porque “las conductas de los padres condicionan mucho las conductas de los hijos”.
La psicóloga infantil y juvenil María Diaz Martinez aporta una serie de consejos concretos para gestionar una situación en la que un niño rete mucho a sus padres. Son tips para aplicarlos de manera general, en el día a día, y no quita para que nos pongamos en manos de un profesional que nos escuche y ayude en función de las circunstancias concretas de vuestro caso.
En total, la experta de Eme psicología infantil y juvenil comparte seis claves:
- Cuida la forma en que te diriges a él o ella: es necesario cuidar la forma en la que nos comunicamos y también ser claros y concisos, dando las órdenes o explicaciones de una en una. “Y, sobre todo, algo importante, debemos comprobar que el niño o niña nos está escuchando y atendiendo”,dice María Díaz.
- En positivo: “esto significa que le transmitamos qué puede ganar si obedece en lugar de qué perderá”, señala la psicóloga. El objetivo es reducir las posibilidades de que presente el niño una actitud desafiante. “No es lo mismo decirle que si recoge su cuarto tendrá más tiempo para ver la tele a amenazarle con no dejarle ver la tele si no recoge su cuarto”, apunta.
- Facilitarle la tarea: ayudarle en aquello que le cuesta es fundamental para que pueda cambiar ese hábito o conducta inadecuado. “Así facilitaremos que nos obedezca y tendremos la oportunidad de reforzar su conducta para fomentarla y que haya más probabilidades de que se repita en un futuro”, asegura la responsable del gabinete psicológico Eme. Esta recomienda, como herramienta puntual, las recompensas. No tanto a premios materiales como privilegios.
- Lenguaje no verbal: debemos cuidarlo tanto como el lenguaje verbal para evitar que fomente desconfianza o cualquier otra sensación negativa en el pequeño. “Es fundamental que mantengamos la calma, hablemos de forma tranquila y pausada. Siendo firmes pero, a la vez, cariñosos y afectivos”, indica María Diaz.
- No a las discusiones interminables: una vez explicada la razón de la orden o recomendación, no se puede discutir de manera prolongada con los niños en caso de que replique. Respuestas sencillas y claras y solo en una ocasión siempre y cuando haya entendido las razones el niño. Esta es la receta recomendada por la psicóloga.
- Refuerza su conductas positivas: “Muchos padres y madres me dicen que éstas no existen. Pero siempre les digo que no es así, lo que pasa es que tienen el foco puesto en lo que el niño o la niña hace mal”, argumenta María Díaz.