Quizá sepas que gritar a tus hijos no es la mejor manera de educarlos. Y tienes toda la razón: un metaanálisis realizado recientemente por investigadores del University College de Londres advirtió que “el abuso verbal puede ser tan perjudicial para el desarrollo infantil como el maltrato físico”.
A pesar de eso, mantener la calma no es sencillo. Es probable que te hayas prometido cientos de veces que la próxima vez no perderás los nervios, pero en medio del caos cotidiano, cuando la presión se acumula y tienes que hacer malabarismos para llegar a todo, terminas estallando. Y es que las promesas para evitar gritar a los niños no bastan cuando el día a día te supera.
¿Qué ocurre en tu cerebro cuando gritas?

Inmersos en la cultura de la positividad, es fácil pensar que todo depende de tu fuerza de voluntad. En realidad, no es tan sencillo. Muchas veces gritar no es una elección consciente, sino que es una respuesta programada por defecto.
Cuando te enfrentas a situaciones tensas, tu cerebro primitivo puede declarar una especie de “estado de emergencia” y reclutar gran parte de los recursos que necesita, “desconectando” la corteza prefrontal, que es la que normalmente tiene el mando y te permite controlar las emociones y pensar con claridad.
Cuando se produce ese “secuestro emocional”, una de las reacciones primarias es gritar. Alzar la voz prepara tu cuerpo para la acción y aumenta la fuerza muscular, como comprobó un estudio publicado en Scientific Reports. También tiene un gran poder catártico – al menos a corto plazo - ya que te ayuda a liberar emociones reprimidas como la ira y la frustración. Comprender este mecanismo natural te ayudará a encontrar una estrategia más eficaz para evitar gritar a los niños.
El camino hacia el cambio
Gritar puede ayudarte a liberar el estrés, pero dista mucho de ser una buena estrategia educativa. De hecho, las investigaciones han comprobado que, a la larga, los gritos aumentan los niveles de ansiedad por lo que terminan siendo pan para hoy y hambre para mañana. ¿Qué puedes hacer?

1. Adelántate a tus disparadores emocionales
Todos tenemos una serie de detonantes emocionales, estímulos o situaciones que desencadenan una respuesta emocional particularmente intensa y a menudo desproporcionada. Cuando estamos tensos, esos disparadores facilitan el secuestro emocional y hacen que perdamos el control.
¿Cómo reconocerlos? Son esas cosas que te sacan de quicio y te hacen gritar, como cuando tus hijos tardan demasiado preparándose por las mañanas, tienen una rabieta en público o no te hacen caso cuando hablas.
Si conoces qué te irrita, podrás prepararte de antemano para lidiar con esas situaciones o incluso anticiparte para evitar que se produzcan. Por ejemplo, si te molesta que a tu hijo se le pase el tiempo volando cuando se sienta a ver los dibujos animados y tarde en ducharse, pídele que lo haga antes. Así evitarás enfadarte y no tendrás que gritar.
2. Reduce el estrés del día a día
¿Es difícil? Sí. ¿Imposible? No. De hecho, si quieres dejar de gritar a tus hijos, necesitas cortar el problema de raíz. Y si pierdes los nervios debido al exceso de obligaciones, responsabilidades y tareas, necesitas reducir esa tensión acumulada.
Comienza identificando los factores estresantes en tu día a día e intenta eliminar los que más te afectan. Quizá tengas que redistribuir las tareas del hogar con tu pareja para liberar un poco de tiempo para ti o reorganizar tu agenda para priorizar aquellas cosas realmente importantes y comenzar a asumir que quizá no puedes con todo – y no pasa nada.
3. Recarga las pilas
Cuando encuentras el equilibrio y te sientes en paz, es difícil que se active la respuesta de lucha o huida que te lleva a gritar. Por tanto, necesitas hallar algo que te relaje y serene para que puedas lidiar mejor con las tensiones cotidianas y los retos intrínsecos de la crianza.
Cada persona es diferente. Quizá te relaje ir al gimnasio o salir a correr o tal vez prefieras practicar yoga o mindfulness. Sea lo que sea, asegúrate de incluirlo en tu agenda. Priorízalo a la par de tus otras obligaciones, por tu bienestar y el de toda la familia. Porque si estás bien, tus hijos también lo estarán.
Consejo extra: ¿Sabes qué es más eficaz que gritar? Suspirar. Investigadores de la Universidad de Lovaina constataron que el suspiro ayuda a regular la respiración y calmar las emociones fuera de control ya que actúa como una especie de “botón de reinicio” a nivel nervioso. Por tanto, la próxima vez que estés a punto de perder los nervios con tus hijos, no grites, inspira y suspira.