Infección en la garganta: escarlatina
A la mayoría de los padres que su hijo se diagnostique de escarlatina les suena antiguo, a enfermedad del siglo pasado. Y es cierto que era causa de muerte antes de contar con los antibióticos, pero la llegada de doctor Fleming y su famosa penicilina pusieron fin a esta mortalidad. Sin embargo, la escarlatina y la bacteria que la produce siguen presentes en la actualidad.
Los síntomas típicos de escarlatina son fiebre elevada de inicio súbito, dolor intenso de garganta (que incluso dificulta comer y beber) y un exantema típico en la piel, que de forma característica produce un “tacto de lija” quedando la piel áspera y enrojecida. La zona de la garganta se inflama y a veces puede observarse un punteado característico en el paladar, con exudados en la superficie de las amígdalas. También aparecen las llamadas “líneas de Pastia” en zonas de pliegues, como axilas e ingles además de una lengua eritematosa, que solemos denominar “lengua en fresa”.

Igual de importante que los síntomas que aparecen son aquellos que no están presentes, ya que nos ayudan a diferenciar la escarlatina de otras infecciones respiratorias muy frecuentes en la infancia. En un cuadro típico de escarlatina no encontraremos mocos ni tos persistente. Lo más llamativo será la fiebre alta que aparece de forma súbita y aguda y el dolor intenso de garganta.
Hacer el diagnóstico es sencillo, la mayoría de las veces será suficiente con la exploración física y preguntar a los padres por los síntomas. Además, contamos con el llamado “test rápido de estreptococo” presente en casi todas las clínicas y hospitales, con el que podremos confirmar el diagnóstico de una forma rápida y eficaz. El tratamiento de la escarlatina se hace con antibióticos orales, generalmente con amoxicilina, que prescribirá el pediatra.
Infección en la piel: impétigo
Las lesiones de la piel infectadas por el estreptococo reciben el nombre de impétigo. Son especialmente frecuentes alrededor de la boca y de la nariz, ya que las bacterias presentes en estas zonas producen la sobreinfección de cualquier lesión cutánea en la que la barrera de la piel está rota. Generalmente la epidermis nos protege de forma que las múltiples bacterias que tenemos en la piel no producen infecciones. Sin embargo, ante una herida, quemadura, padrastro en un dedo, picadura… nos quedamos desprotegidos.
De forma característica, las lesiones por impétigo están cubiertas por una capa amarillenta que en medicina denominamos “costra melicérica” por el parecido que tienen con la miel, como si la lesión de la piel se hubiera cubierto por este alimento. Si la afección de la piel cada vez es más extensa y aparece en las zonas mencionadas, perinasal o peribucal, el diagnóstico de impétigo es casi seguro.
El tratamiento del impétigo se realiza habitualmente con cremas antibióticas. La infección puede diseminarse en el mismo niño, de forma que se vaya contagiando a otras zonas de su piel, por lo que la higiene de manos y evitar que se toque las lesiones es fundamental. Si la evolución no es favorable o se producen complicaciones puede ser necesario completar el tratamiento con antibióticos por vía oral.

¿Puede ir al colegio?
Ambas infecciones, escarlatina e impétigo, son muy frecuentes en la infancia y pueden contagiarse con facilidad, por contacto con secreciones respiratorias de nariz, garganta y boca en el caso de escarlatina y con las lesiones de la piel en el caso del impétigo. Ambas se consideran enfermedades de exclusión escolar. Eso sí, pasadas 24 horas desde el inicio del tratamiento antibiótico oral, un niño diagnosticado de escarlatina deja de ser contagioso y por tanto, puede volver a clase, aunque siga tomando antibiótico. En el caso del impétigo se recomienda que el niño no acuda a la escuela hasta la curación de las lesiones o tras 48 horas con el tratamiento antibiótico.
Y entonces ¿cuándo alarmarnos?
Si en la mayoría de los casos la infección por estreptococo produce infecciones leves, ¿Cuándo alarmarnos? Pues en caso de fiebre elevada persistente a pesar del tratamiento, afectación del estado general del niño, con tendencia al sueño, disminución del nivel de conciencia o alteración de la coloración de la piel, desde palidez intensa a cianosis (coloración azulada de la piel).