Las siestas diurnas son periodos de descanso imprescindibles para el correcto desarrollo de los bebés pero se van volviendo menos frecuentes según el niño va creciendo y en la mayoría de los casos llegan a desaparecer con el transcurso de los años. Y eso a pesar de que cada día aumenta el número de médicos y especialistas que descubren más beneficios de estos breves periodos de descanso diurno.
Los beneficios y la necesidad de una o varias siestas diarias en los primeros años de vida de un bebé son indiscutibles y los que somos padres y madres lo sabemos por propia experiencia.
Los horarios en verano se flexibilizan con respecto a las rutinas habituales aunque sigue siendo fundamental que los niños encuentren tiempo para sus siestas y que su descanso sea adecuado y suficiente.
Periodos que podemos aprovechar los adultos en ocasiones para también practicar la siesta ahora que sabemos por distintas investigaciones que las siestas breves y habituales pueden proteger nuestro cerebro de la neurodegeneración independientemente de la edad que tengamos.

"El principal beneficio de las siestas breves, es que contrarrestan los efectos fisiológicos” que van ocurriendo en nuestro cuerpo desde que nos despertamos, señalaba Guy Meadows, especialista en fisiología del sueño y cofundador de The Sleep School, en una entrevista en la cadena BBC.
La Asociación Española de Pediatría recomienda que los niños de los 3 a los 5 años, descansen entre las 10 y las 12 horas diarias, entre sueño nocturno más largo y profundo y reparadoras siestas repartidas durante el día.
Todo lo bueno que tiene la siesta
Para empezar, la siesta repara nuestro sistema inmune. Según un estudio publicado en la revista Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism, una siesta de apenas 30 minutos es capaz de restituir el impacto hormonal tras haber pasado una mala noche por falta de sueño. El rato de siesta breve tras la comida devuelve los marcadores inmunológicos y neuroendocrinos a sus niveles normales.
La siesta reduce la tensión arterial. Un estudio del Allegheny College de Pennylvania (EE.UU.) realizado a 85 universitarios sanos dejó claro que los que dormían una siesta diaria de entre 45 minutos y una hora tras haber soportado un día de estrés y tensión psicológica disminuían su presión arterial y su ritmo cardiaco.
La siesta es beneficiosa para el aprendizaje y para nuestra memoria. Dormir 30 minutos -o menos- de siesta tras la comida ha demostrado ser beneficioso en el aprendizaje y para nuestra memoria, según determinó un estudio publicado en la revista Neurobiology of Learning and Memory.
Otro estudio científico, este desarrollado en la Universidad de Berkeley asegura que quienes duermen la siesta rinden más por las tardes y aumentan su capacidad de aprendizaje en torno a un diez por ciento.
Y por el contrario, según una reciente investigación publicada en la revista Child Development, se puede encontrar una relación entre las dificultades del lenguaje, del aprendizaje de la lectura, de la propensión a desarrollar dislexia o disortografía, entre niños que han tenido escasos periodos de descanso diurno, niños que no han dormido siesta durante los primeros años de sus vidas.
Estimula la creatividad. Un equipo de neurólogos de la Universidad de Georgetown ha comprobado que la siesta aumenta la creatividad o, al menos, estimula la actividad de la zona del cerebro (el hemisferio derecho) que se asocia con esta capacidad.
Nos apuntamos todos la siesta este verano
En nuestro país y a pesar del mito sobre la práctica habitual de la siesta, solo un 16’2 % de la población la practica, según la Fundación de Educación para la Salud del Hospital Clínico San Carlos y la Asociación Española de la Cama, a pesar de todos los beneficios que aporta a nuestra salud una siesta breve cada día.

Para asegurarnos de que hacemos una siesta corta que como hemos visto es la que más beneficios nos va a procurar, siempre podemos seguir la técnica que tenía Albert Einstein.
Las siestas breves y regulares también eran importantes para el físico, quien, según cuentan, dormía en su sillón con una cuchara en la mano y un plato de metal debajo, de tal forma que cuando cayera la cuchara se despertara, consiguiendo siestas de pocos minutos.