Los aceites corporales proporcionan excelentes beneficios para el cuidado de la delicada piel del bebé. Independientemente de la época del año en la que nos encontramos, terminar el baño del pequeño con la aplicación de un aceite corporal adecuado cuando todavía tiene la piel húmeda y fresca, se convierte en la mejor opción para mantenerla debidamente humectada e hidratada.
Pero, además, en determinados momentos puede ser incluso más recomendado. Por ejemplo, durante la época invernal, la falta de humedad, a lo que se le une el aire frío, ocasionan que la piel de los bebés y de los niños se resientan un poco, de manera que suele ser más común que se sequen en exceso. En verano suele ocurrir algo similar, aunque debido en esta ocasión a la exposición adicional al sol, lo que hace que la hidratación deba ser mayor.
A la hora de escoger un buen aceite para aplicar en la piel del bebé, en muchas ocasiones podemos encontrar en supermercados y farmacias aceites corporales especialmente diseñados para la piel de los más pequeños. Aunque también es posible elegir otras opciones naturales que pueden proporcionar igualmente muchas cualidades y propiedades. Es el caso, por ejemplo, del aceite de aguacate, el aceite de coco o incluso el aceite de oliva.
No obstante, existen otras opciones que pueden no ser tan adecuadas. Es lo que ocurre, por ejemplo, con determinados aceites esenciales, que pueden suponer un riesgo para la salud del bebé. Aunque algunos aceites esenciales son útiles a partir de los 3 meses de edad para calmar la ansiedad, estimular el sueño e incluso calmar muchos síntomas asociados a los cólicos, otros no lo son tanto. Y el aceite de eucalipto es una buena muestra de ello.
¿Por qué el aceite de eucalipto puede no ser tan adecuado para los bebés?
Se sabe que el aceite de eucalipto proporciona una acción antiséptica y antibacteriana, útil como terapia natural para el tratamiento, en algunas culturas, de distintos problemas respiratorios, como por ejemplo podría ser el caso del resfriado común, tos, neumonía y bronquitis. Sin embargo, se trata de un aceite esencial cuyo uso debería siempre evitarse en niños menores de 10 años de edad.
Consiste en un extracto que se obtiene a partir de las hojas del árbol de eucalipto. Contiene más de 100 compuestos diferentes, a partir de la destilación simple. Entre esos compuestos podemos mencionar la presencia de cineol, alcanfor, sabineno, y otros.

Su aplicación tópica podría mejorar el flujo sanguíneo, e incluso es de cierta utilidad a la hora de desinfectar la zona. Mientras que, por sus cualidades expectorantes, es común su inclusión como ingrediente en la elaboración de distintos remedios naturales para aliviar la congestión del pecho o la tos. Pero únicamente en la etapa adulta. En los bebés y niños, su uso no es en absoluto recomendado.
Por ejemplo, el aceite esencial de eucalipto contiene un elevado contenido en 1,8-cineol, que podría provocar problemas relacionados con el sistema nervioso central y la respiración en niños pequeños. Aunque todo depende de la especie de eucalipto utilizada para su elaboración, podría también tener otros compuestos que podrían acabar siendo motivo de preocupación para su uso en los niños.
Por lo general, se caracteriza por ser un tipo de aceite bastante fuerte, que podría terminar dañando la delicada piel del bebé, causando una incómoda y molesta sensación de irritación, ardor y molestias.
Su ingestión accidental podría provocar dolor abdominal, diarrea, vómitos y otros efectos secundarios graves, como dificultad para respirar y sibilancias. En casos graves podría causar convulsiones y, en casos extremos, coma. Por todo ello, es esencial mantener el aceite de eucalipto completamente alejado de bebés y niños.
Aunque el aceite de eucalipto puede ser utilizado en distintas afecciones como tratamiento natural, esta funcionalidad no es en absoluto aplicable para los bebés. Por tanto, su aplicación sobre el pecho o por inhalación (por ejemplo, a través de vaporizaciones) con la finalidad de tratar la congestión nasal, es adecuado únicamente para los adultos, y nunca para los bebés o los niños pequeños.
Y debemos recordar algo fundamental: el hecho de que un determinado producto sea natural no significa que tenga que ser beneficioso para el bebé o el niño, y que no pueda estar exento de efectos secundarios o adversos. Siempre es fundamental consultar al pediatra antes de comenzar a utilizar cualquier remedio natural o casero.