Con este hábito diario los niños fomentarán toda su vida la curiosidad (y no la perderán nunca)

Si quieres que tus hijos no pierdan nunca esa curiosidad innata que representa a todos los niños, sigue este hábito diario con ellos. Tienes que ayudarlos un poquito, pero merecerá la pena.
niña pensando

Los niños son los seres más mágicos y maravillosos del mundo. Tienen inocencia infinita, bondad y, además, todos nacen siendo curiosos por naturaleza. Disfrutan de una curiosidad que, por desgracia, muchos terminan por perder con el tiempo por no saber cómo alimentarla.

El profesor de filosofía Jordi Nomen contaba hace unos años a Ser Padres que es nuestro papel no cortar esa curiosidad, si no alimentarla. “Una de las carencias más importantes de nuestra generación es el tiempo; nos movemos con las prisas, parece que no tenemos tiempo para nada”; decía. Y lo contaba a propósito del poco tiempo que nos queda a los padres para reflexionar, filosofar y debatir junto a nuestros hijos. Algo que ellos nos invitan a hacer constantemente, aunque a nosotros nos parezca un rollazo.

niña pensando - Getty Images/iStockphoto

Valora mucho todas las preguntas que te hace tu hijo

En su etapa de los ‘por qués’, cuándo se preguntan absolutamente todo y buscan respuestas en nosotros, sus padres, no intentan interrumpir nuestro momento de descanso. Lo que hacen es intentar alimentar esa curiosidad con la que nacen y si nosotros nos los quitamos del medio con una respuesta cortante y rápida, terminarán por dejar de preguntarnos y por conformarse con cualquier cosa.

Es precisamente él, Jordi Nomen, quien se encarga de enseñar filosofía a niños de apenas tres y cuatro años, el que tiene el truco perfecto para alimentar diariamente esa curiosidad de los niños y evitar, así, que la pierdan con el tiempo: “La cuestión es alimentar siempre la duda del niño para buscar una respuesta juntos (aunque tú como adulto ya la tengas) y guiarla en esa búsqueda”. Esas fueron las palabras que nos dedicó.

Se refería, precisamente, a esas preguntas tontas (y al cualquiera) que nos hagan. Si nos preguntan ¿por qué hay gotitas en la pared del baño cuando nos duchamos, tenemos dos opciones: responderles de forma rápida con un ‘y yo qué sé’ o un ‘porque sí’ o invitarle a reflexionar: “¿Tú qué crees?”.

Un hábito que podemos instaurar cada día

Si tenemos en cuenta esto, podemos instaurarlo en nuestra rutina diaria: con cada pregunta que nos hagan Y, si queremos ir un paso más allá, podemos, incluso, trasladarlo al momento de leer un cuento, por ejemplo.

Cuando terminemos, podemos iniciar un diálogo argumentado junto a los niños, para que pienses por sí mismos en otro posible final, en la decisión que tomó el protagonista… “No es lo mismo preguntar de qué color era el vestido de Caperucita, que preguntarle si cree que se arriesgaba yendo sola por el bosque y porqué”, decía el experto antes mencionado.

Shot of an adorable little boy doing his schoolwork at home - KATLEHO SEISA

Anímalos a preguntar

Además, cuando te pregunten, no espetes un ‘que te calles’ o un ‘qué pesado eres, déjame un ratito tranquilo’. Responde a sus preguntas de manera paciente y fomenta la investigación conjunta para encontrar esas respuesta. Anímalos a hacer preguntas sobre el mundo que los rodea y mantén con los niños conversaciones abiertas y estimulantes que les ayuden a expresar sus ideas y preguntarse continuamente por las cosas.

Es un buen remedio para evitar que se conformen con todo lo que les dan y para ayudarles a pensar poco a poco críticamente y, así, formar su propia opinión sobre cada cosa que vean.

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  • Eugenio Manuel Fernández Aguilar