Se nos encoge el corazón cuando nuestro hijo da un traspiés y se cae de bruces. Las primeras veces corremos a levantarle inmediatamente del suelo. Proteger a nuestro hijo es un instinto innato y tener miedo de que se haga daño es completamente lógico. Sin embargo, muchos padres tienden a sobreproteger y limitan en extremo y constantemente el campo de actuación de su bebé para evitar por todos lo medios que enferme o se lastime hasta en los actos más cotidianos.
Es indudable que un niño necesita una vigilancia constante, porque hay cosas que aún no controla y no conoce el peligro. Por eso es importante que estemos alerta para evitar que se haga daño ante un riesgo evidente, pero sin poner límites a todo lo que vayan a hacer lanzándole cada dos minutos mensajes negativos del tipo: 'te puedes hacer daño', 'eso es peligroso', 'cuidado con el columpio', etc. Resulta mucho más positivo hacerle sentir que se vale por su cuenta sin inhibir su iniciativa y que no tenga la sensación constante de que todo lo que va a emprender es peligroso.
Muchas veces, cuando un niño se cae y no se hace mucho daño, mira a su madre para saber si tiene que llorar o no. Si corremos en su auxilio con cara de preocupación cometemos dos errores: darle una importancia que no tiene y no dejar que el pequeño se recupere solo. Si le sonreímos y le decimos: «adelante campeón», se levantará y seguirá como si nada. La próxima vez ni nos mirará: se caerá, se levantará y continuará jugando.
¿Qué consecuencias pueden darse si todo el tiempo prevenimos sus caídas?
Si cada vez que nuestros peques van explorando, les vamos diciendo “cuidado te caes" o "vigila con esto" podemos estar transmitiéndoles un mensaje equivocado: en vez de alertarlos y hacerles entender que deben ser precavidos, podemos preocuparlos excesivamente y podrían tener efectos bastante negativos a nivel social, emocional e, incluso, cognitivo. A continuación te los detallamos:
- Desarrollo de ansiedad, estrés o temor excesivo a las caídas.
- Podrían ser menos propensos a explorar y a desarrollar habilidades motrices de manera adecuada, lo que a su vez podría retrasar su desarrollo general.
- Mayor dependencia de la presencia de un adulto.
- Falta de confianza en sus habilidades y en sí mismo.
- Mayor frustración por no poder desenvolverse como ellos quisieran.