Las muñecas para ellas y los balones de fútbol para ellos. Desde siempre, determinados juguetes se han pensado para la diversión de un único género y se ha rechazado la idea de que, por ejemplo, una niña pueda pasarlo bien con coches teledirigidos o un niño disfrute jugando a “las cocinitas”. ¿La razón? El temor de muchos padres de que ciertos juguetes condicionen una determinada orientación sexual que no desean que sus hijos desarrollen. Un pensamiento que, si fuera cierto, desde luego, coartaría la libertad sexual del pequeño e impediría su libre desarrollo al estar limitado por los prejuicios que aún siguen existiendo en muchos hogares.
Pero aquí nos olvidamos de una cosa: la función de los juguetes. Y es que los juguetes no solo sirven para divertir a los niños, sino que desempeñan un papel fundamental en el desarrollo infantil. Los juguetes son herramientas educativas que fomentan el aprendizaje, la creatividad y la imaginación en los niños. A través del juego, los peques exploran el mundo que les rodea, adquieren habilidades cognitivas, sociales y motrices. Además, los juguetes pueden estimular el pensamiento crítico y resolver problemas, promoviendo así el desarrollo de capacidades esenciales para el futuro.
Es cierto que existe una tendencia histórica en la sociedad hacia preferencias de juguetes y juegos diferenciadas entre niños y niñas. Esto se debe, en gran parte, a roles de género preestablecidos y estereotipos culturales arraigados. Tradicionalmente, a los niños se les han fomentado juguetes relacionados con la construcción, la acción o la tecnología, mientras que a las niñas se les han dirigido hacia juguetes que enfatizan el cuidado, la belleza y el juego simbólico. Sin embargo, es muy importante destacar que estas preferencias son aprendidas y no innatas. Además, están cambiando con el tiempo a medida que la sociedad evoluciona hacia una mayor igualdad de género.
En los últimos años se ha abierto un debate social que ha ido cogiendo fuerza acerca de la influencia de los juguetes en la identidad sexual de los niños. Una gran parte de la sociedad considera que la libertad de elección de los pequeños es lo primero y que nada tiene que ver una cosa con la otra, pero todavía hay quien lo cuestiona.
No hay juguetes de niño o de niña
Mercedes Bermejo, directora de Psicólogos Pozuelo y autora de La danza de las emociones familiares, afirma que los juguetes no determinan la orientación sexual de los pequeños. “Más bien ocurre lo contrario, la orientación sexual puede generar cierta preferencia hacia algunos juegos concretos”. La psicóloga explica que no existe ninguna investigación que demuestre que los juguetes determinan la identidad sexual, “pero algunos estudios sí hablan de una tendencia hacia ciertos estereotipos de género en función de la identidad sexual”.
Respecto a cómo se desarrolla realmente la identidad sexual, la experta manifiesta que desde que el niño toma consciencia de su género, “va entendiendo sus diferencias y similitudes con el otro”. Sin embargo, no es hasta la adolescencia cuando “se genera el proceso complejo de la identidad sexual y coincide con los cambios fisiológicos, biológicos y cognitivos”. Asimismo, declara que la identidad sexual es la que va desarrollando el género, sexo y orientación sexual, permitiendo que las personas puedan relacionarse en sociedad.
Por otra parte, los padres deben ser conscientes de que prohibir a sus hijos jugar con determinados juguetes solo por el hecho de que estos definan de alguna u otra forma su orientación sexual, puede desencadenar en una serie de consecuencias psicológicas para los pequeños. “Prohibirle que juegue a determinadas cosas es limitar sus deseos, preferencias, afinidades… Y si se trata de juegos es importante que niños y niñas sientan la libertad para poder elegir con qué prefiere divertirse”, puntualiza. Hay que tener en cuenta que jugar es un elemento importante en el desarrollo evolutivo del pequeño de acuerdo a su edad y que forma parte de su aprendizaje.
Con el fin de evitar que los pequeños se sientan coartados a la hora de divertirse de la manera que deseen, Mercedes Bermejo apunta que se necesita “una mayor psicoeducación general a nivel social, ya que hay mucho desconocimiento”. Para ello, la sociedad debe olvidarse de bastantes prejuicios que impiden que esta pueda avanzar para que, entre otras cuestiones, los niños disfruten de “un mundo más justo y libre”.