El tiempo de calidad es en general el primer sacrificado en el altar de nuestras obligaciones. Es de entender, todos estamos muy ocupados y priorizamos las necesidades básicas de nuestros niños como el estar bien nutridos, dormir lo suficiente, tener la higiene adecuada, entre otros.
Y en todo ese torbellino, jugar se queda el último de la lista. Sin embargo, jugar y tener tiempo de calidad con sus padres es una necesidad básica para el desarrollo de un niño feliz.

¿Qué es (en realidad) el tiempo de calidad?
El tiempo de calidad no se trata de cantidad, sino de la atención y el compromiso que le dedicamos a nuestros hijos cuando estamos con ellos. Es un momento para conectar, conversar y crear recuerdos juntos.
No tienen por qué ser nada complicados, algo tan simple como dejar espacio para juegos en familia, paseos al aire libre, leer juntos, cocinar juntos o, simplemente, hablar sobre sus experiencias y sentimientos.
El tiempo de calidad implica no solo estar presente físicamente, sino también comprometerse emocionalmente con los hijos, participar en actividades significativas juntos y brindarles atención y apoyo genuinos.
Es importante que los padres encuentren un equilibrio entre sus responsabilidades y el tiempo que pasan con sus hijos. Esto puede implicar hacer ajustes en la programación, establecer límites en el trabajo y otras actividades, y priorizar el tiempo en familia.
La calidad del tiempo que se pasa juntos es fundamental; incluso pequeños momentos compartidos pueden fortalecer el vínculo afectivo si están llenos de atención, amor y apoyo mutuo.
Y, sobre todo, evitar distracciones electrónicas en esos momentos, como estar con el teléfono. Como nota final, relajemos la presión; ver que somos humanos es sin duda la mejor escuela.