El trastorno por tics es muy común en los niños y niñas, y también en las personas jóvenes en general. Los expertos cifran en un 25% de la población el porcentaje de esta que sufre en algún momento de su infancia este problema causado por aspectos ambientales, psicológicos o genéticos, o bien una mezcla de ellos.
La doctora Lucía Galán Bertrand, conocida como Lucía mi pediatra, indica que los tics “son movimientos repentinos, rápidos e involuntarios propios de la infancia y la adolescencia que pueden ser motores, como por ejemplo los oculares, con parpadeo, el encogimiento de hombros o giro de cuello, o fonatorios, con carraspeo, ruidos repetitivos, palabras…”.
Manuel Antonio Fernández, médico responsable del blog de divulgación médica El Neuropediatra, añade que “en la mayor parte de los casos remiten y desaparecen espontáneamente, pero a veces necesitan ser tratadas adecuadamente” y advierte que “Los tics en niños pueden ser indicativos de otros trastornos y pueden causar problemas de tipo social”.
Habitualmente, los tics empeoran en situaciones de estrés, frustración o máxima concentración, y también con la exposición a pantallas, y solo “desaparecen con el sueño y durante un corto espacio de tiempo con la fuerza de la voluntad”, afirma el doctor Fernández.
¿Cómo ayudar a un niño que sufre tics?
Lo primero que debéis hacer en caso de detectar que vuestro hijo o hija pueda tener tics es tranquilizaros porque son una patología frecuente, como habéis leído. Además, tal y como indica Lucía mi pediatra, “la mayoría de ellos tienen una evolución benigna y limitada”.
Dicho esto, lógicamente, conviene poner el caso en manos del pediatra para que ya sea él mismo o el especialista al que derive el caso diagnostique si efectivamente el paciente presenta un cuadro de tics nerviosos. Al mismo tiempo, es recomendable registrar cuándo se producen para detectar las posibles causas y cuándo se agravan, y también es esencial mantener la actitud correcta hacia el menor:
En este sentido, Lucía Bertrand aconseja “no recriminarle, ni castigarle, ni reñirle porque él no tiene la culpa y mucho refuerzo positivo cuando consiguen controlar los tics o sustituirlos por otras actividades”. Ten en cuenta, añade, que “Para estos niños, ese pequeño avance le ha supuesto un gran esfuerzo, y por ello debe ser reconocido”.
En el caso de que los tics se prolonguen en el tiempo y causen impacto negativo en la vida normal del niño o bien presenta síntomas o consecuencias derivados de ellos, el médico es posible que plantee la posibilidad de un tratamiento específico, si bien en general la mayoría de las ocasiones los tics desaparecen por sí solos con el tiempo y la preparación adecuada al paciente para que sepa gestionar la situación que los agrava. “Seréis los padres junto con el pediatra y el neurólogo infantil los encargados de decidir cuál es la mejor forma de actuar”, dice el doctor Manuel Antonio Fernández, que enumera los tres tratamientos que existen para los tics nerviosos: farmacológicos, terapéuticos y con estimulación cerebral.
Los farmacológicos, expone El Neuropediatra, “Son soluciones sintomáticas, ya que reducen la frecuencia pero no atajan el trastorno”. Los terapéuticos, por su parte, consisten en una “Terapia cognitivo-conductual para acostumbrar al niño al impulso previo del tic y enseñarle a prevenirlo”; es lo que se conoce como terapia de reversión de los hábitos. Y el tratamiento con estimulación cerebral, concluye el doctor Fernández, se aplica en todo caso “solamente en los casos de una pérdida sustancial de calidad de vida como consecuencia del trastorno y cuando los tratamientos anteriores no han dado resultados”.