Lo primero que hay que hacer es no olvidar que es normal que sean así de tercos. Y es que a esta edad, los niños están aprendiendo a pensar por sí mismos. ¡La obstinación tiene su lado positivo!
Debemos entender su rebeldía y terquedad como signos positivos y ser comprensivos. Si un niño de esta edad no diera ninguna señal de oposición o cabezonería, si se conformara con todo, estaríamos ante un niño que tiene un gran temor a exponer sus deseos y su mundo interior.
¿Qué podemos hacer?
Tendremos que arreglárnoslas para permitir que nuestro hijo exprese sus deseos, su ritmo, su vitalidad y su desacuerdo sin ahogar su personalidad, pero sin dejarle exento de referencias y a merced de sus locos impulsos. Estas son algunas ideas para lograrlo.
A veces hay que ceder. Y no hay que tener miedo, porque precisamente los peores padres son los que prohíben y fuerzan constantemente. El auténtico reto está en saber poner pocos límites, pero totalmente eficaces. Si escogemos unas pocas normas básicas y las mantenemos en el tiempo con firmeza y cariño, podremos darnos el lujo de relajarnos cuando nuestro hijo quiera abrocharse él solo los botones de la camisa o decidir qué quiere comer hoy.
Los niños quieren y necesitan saber por qué no pueden hacer aquello que les da la gana y qué esperan sus papás de ellos. No vale de nada prohibir sin explicar.
Si sabemos que tenemos la discusión asegurada cada vez que pasamos por esa juguetería de camino al parque, la mejor opción es cambiar de ruta. Ofrecer alternativas es otra buena técnica. Y quitar de su vista las 'tentaciones' también lo hará todo más llevadero.
La mejor manera de evitar que acabemos en un berrinche es la persuasión. A veces funciona, aunque cueste creerlo. Se trata de reconducir su terquedad por caminos un poco más llevaderos para todos.
En determinadas circunstancias, más que eliminar su cabezonería, lo que nos conviene es potenciarla. Por ejemplo, muchos se obstinan en proteger a capa y espada al nuevo hermanito así que podemos estar encantados de tener un 'guardián' tan eficaz y responsable.
No te asustes si...
Quizá el consejo más importante para lidiar con la testadurez o cabezonería de nuestros hijos es armarnos de paciencia y de empatía: son las dos herramientas claves para gestionar cualquier situación y saber afrontar cualquier comportamiento de los niños. Debemos saber que la raíz de muchos de esos comportamientos es la frustración, un sentimiento que es difícil manejar incluso para los adultos, por lo que para los peques es aún más difícil.
Violeta Alcocer es psicóloga.