Muchas mujeres después de dar a luz, observan que su pared abdominal ha sufrido muchos cambios. Los músculos verticales de la pared abdominal, los músculos rectos, se separan durante el embarazo para dejar espacio al útero que se expande cada vez más para dar cabida al bebé, provocando lo que se conoce como diástasis. Esta afección no es solamente un problema estético, ya que provoca un desplazamiento de los órganos internos, lo que se traduce en problemas digestivos, molestias en la zona lumbar y debilidad en el suelo pélvico.
Para saber si existe una diástasis, existe la posibilidad de hacer la siguiente comprobación: tumbada boca arriba con las rodillas flexionadas y los pies en el suelo, se sitúa la mano extendida en el ombligo y hay que levantar lligeramente la cabeza. Si existe un espacio en la zona de la línea alba, en la zona del ombligo al pubis, y los dedos se hunden, es señal de que se ha producido una rotura.
“La diástasis es algo fisiológico, como hay una distensión abdominal va a aparecer casi siempre durante el embarazo”, expone Teresa Méndez, fisioterapeuta especialista en suelo pélvico. Esta musculatura está unida mediante tejido conectivo y durante el embarazo, algunas hormonas suavizan este tejido para que pueda estirarse y así dejar espacio para el bebé, que ocupará cada vez más espacio. Es un proceso normal y necesario durante el embarazo, aunque eso no signifique que no debe ser controlado en todo momento.
“Es posible evitar que esa diástasis vaya a más. Por ejemplo, haciendo una buena gestión de las presiones”, explica la fisioterapeuta. “Esto quiere decir que al toser, estornudar o hacer esfuerzo como coger peso o agacharse, se debe realizar una contención: activar el transverso, meter el ombligo y “cortar el pis”, el código que normalmente se utiliza para referirse a los ejercicios kegel”, indica la especialista. “Los clásicos ejercicios de abdominales están contraindicados en caso de diástasis abdominal, lo que hay que fortalecer es el transverso para que ejerza como un corsé y sujete los músculos rectos”. Tampoco son recomendables aquellos que reduzcan el espacio abdominal, aumenten la presión del suelo pélvico, ni los que creen hiperpresión abdominal.
Para prevenirla, hay que tener en cuenta en el día a día estas consideraciones y ser conscientes de ello. “Por ejemplo, al levantarse cuando se está tumbada bocarriba es conveniente evitar la flexión de tronco, mejor ponerse de lado para incorporarse”, señala Méndez Lorido. “Incluso en ocasiones modificando la respiración abdominal, a través de una respiración costal es posible evitar que la diástasis aumente”, explica recalcando que el objetivo principal es que no llegue nada de presión, o la mínima posible a la zona. “Las fisioterapeutas de suelo pélvico colocamos a las mujeres embarazas, en algunas ocasiones, un vendaje neuromuscular, el kinesiotape, después de realizar un trabajo en la musculatura, como complemento, como una especie de ayuda al cierre”, concreta respecto al tratamiento. Lo que está claro es que para evitar que la diástasis tenga una repercusión negativa y a largo plazo en la salud, lo más conveniente es ponerse en manos de profesionales.