Todos los padres intentamos enseñar con las herramientas y las armas que tenemos el valor del respeto a nuestros hijos. Que no sean agresivos, que no griten, que no utilicen la violencia, que no insulten, que sean empáticos y entiendan las posturas de los demás… Pero, ¿qué pasa si la ‘víctima’ a la que insultan somos nosotros, sus padres?
Ese acto, que algunos calificarían de ‘rebeldía’ puede provocar vergüenza en los progenitores. Además, puede provocar gran frustración y culpa al creer que han fallado en algún punto de la educación y la crianza de sus pequeños. Sin embargo, es un pensamiento totalmente equívoco, pues a veces, la causa no es una mala educación.
Eso sí, es muy importante que desde edades tempranas se eduque a los niños en los buenos modales y el respeto a los demás. Para ello, lo mejor que os podemos decir es que los padres deben ser los modelos y el ejemplo a seguir de sus hijos. Así que, si no se quiere que un niño insulte, agreda o trate mal a alguien, lo mejor será que vean ese mismo respeto en los padres.
Además, una vez más, los límites y las normas serán la mejor herramienta para conseguir que el peque no insulte. Es necesario explicar cuáles son esos límites y normas que no se deben saltar y por qué es necesario que no lo hagan. Siempre con un lenguaje y un tono adecuado a su nivel de aprendizaje y asegurándose que lo han comprendido bien.
Más allá de eso, hemos de recordar que las reacciones desmedidas en niños de dos, tres y cuatro años son algo totalmente normal. La agresión, física o verbal, es, en muchas ocasiones, la forma de comunicarse al verse abordados por un sentimiento desconocido para ellos. De hecho, es el origen de las temidas rabietas. Cuando crecen un poquito, pueden tener estas faltas de respeto si se sienten cansados, frustrados o incomprendidos, aunque no es una excusa.
Sabemos que recibir un insulto de parte de nuestro hijo es un poco frustrante, así que vamos a daros unos consejos para actuar en consecuencia si en algún momento os encontráis en una situación así.